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El Montí mira hacia el cielo como guardián de la Serra d'Espadà

Las rutas del mítico monte, de 650 metros de altitud, conectan con enclaves naturales de gran valor paisajístico

El Montí mira hacia el cielo como guardián de la Serra d'Espadà

El Montí es el recuerdo de que, aún sin puerto, las gentes del interior de la Plana Baixa tienen un carácter mediterráneo y, de acuerdo con Serrat, «llevamos su luz y su olor, y desde la ladera de un monte contemplamos sus atardeceres rojos». Algunas zonas labradas trasladan al visitante a otra época donde la gente vivía estrechamente vinculada a una tierra y la regaba con su sudor, porque lo que ahora es ideal como recreo los domingos, antes era ascendido por las personas para recoger almendras y algarrobas. Este monte está a unos 650 metros más cerca del cielo que el mar y sirve como antesala de la Serra d'Espadà, sus caminos surcan la piedra caliza y se ensanchan en los bosques de alcornoques. El romero y el tomillo bordean los trazados para deleitar el olfato, los naranjos aportan un toque dulzón al cóctel sensitivo y, cuando llega su hora, los hongos esperan al paladar apostados en los sombríos que se crean bajo los pinos.

Hay un mirador, poco antes de acceder al pico, que ha sido recuperado por el empeño de algunos vecinos de forma voluntaria. Se llama Marimon y antiguamente servía como refugio en las tormentas para las personas que vivían de la tierra. Al este podemos contemplar toda la extensión de la Plana Baixa hasta ser bañada por el mar, hectáreas de cítricos, pueblos y el giro de los engranajes de la industria cerámica; y al oeste una sucesión de montes que se alzan más altos que nosotros.

Si quiere dar un paseo y conocer este entorno únicamente tiene que desplazarse hasta Onda, Artesa o Tales y alzar la cabeza, porque las tres poblaciones se unen al Montí, al Riu Sec y entre sí mismas. De hecho se sorprenderá lo cercanas que están si decide no utilizar el automóvil y emprende camino. Quizás la mejor época para conocerlo sea desde ahora y hasta la primavera, cuando el sol de invierno lucha por calentarnos y cuando los primeros coletazos del florecer lo aportan los almendros, que añaden el color rosa a la paleta de tonalidades y son un remedio natural para el mal de alma. Además ahora el río refresca las ideas sin agredirlas porque transporta cantidades leves de agua y hay varios puente para salvarlo.

Itinerarios únicos

En la web o touristinfo de Onda puede encontrar varias rutas y además todas ellas están señalizadas con detalle, existen paseos por caminos asfaltados que podrá realizar con un carro de bebé y otros que exigen atarse bien las botas de montaña (siempre recordando que no es el Everest). Las opciones van desde la que ronda una hora hasta la que exige que empleemos medio día. Como término medio tenemos la Ruta SL-CV 142: «El Pic de Montí» que nos propone salir desde el Paraje Natural del Azud y subir directamente por un senda hasta el punto más alto; a partir de ahí comenzamos el descenso y pasamos por Montí Menor, la Font del Retor, la Antena, y volvemos a una pista asfaltada que nos lleva de vuelta donde hemos dejado el automóvil, no sin antes cruzar un bosque de alcornoques.

Este paseo tiene poco más de cinco kilómetros, está catalogado como dificultad 'media/alta' y se estima que dura dos horas y media recorrerlo.

Para los más sosegados pueden posarse sobre una construcción pública que ya no se utiliza pero su belleza hace que sea un sitio de reunión, se trata del lavadero de Artesa ye se ancla en la entrada al pueblo desde la montaña, su ascenso desde el río es una gozada porque el senderista contemplará el campanario de la pedanía de Onda mientras anda escoltado por muros de piedra y naranjos.

Además entre los dos núcleos hay otro trazado que nos llevará al Carmen, enclave que aglutina el espacio religioso con una iglesia, el cultural con el Museo de Ciencias Naturales y el hostelero porque cuenta con un bar que ofrece las vistas al propio Montí y mientras tanto demostramos que nos gusta «el juego y el vino, que le vamos a hacer?».

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