Farolas y papeleras destrozadas, árboles arrancados, contenedores quemados o cristales rotos son los efectos visibles de los actos vandálicos que deterioran la ciudad de Castellón. Una muestra de los efectos de estas acciones incívicas se constata en los daños ocasionados a la plataforma de transporte pública 'Bicicas', que el año pasado registró la desaparición de 236 bicicletas, según afirman fuentes de este servicio. El problema es que estos actos vandálicos no son algo puntual. El propio Ayuntamiento de Castellón los padece cada año, destinando más de 250.000 euros de su presupuesto a acometer las reparaciones en el mobiliario urbano o enseres públicos.

Pero, ¿qué es exactamente el vandalismo? La definición que ofrece el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española recoge que es el «espíritu de destrucción que no respeta cosa alguna, sagrada ni profana», mientras que para el diccionario online Wordreference es la «destrucción y devastación que no se atiene a ninguna consideración ni respeto». Ambas definiciones son bastante escuetas, porque no hacen mención a su autoría, propósito o superficie dañada.

Se puede afirmar que el vandalismo es un concepto del que no queda claro ni el qué, ni el cómo, ni el porqué. Profundizar en sus causas, tanto psicológicas como sociales, así como en sus consecuencias, puede ayudar a entender este fenómeno tan antiguo como difuso.

Para Francisco Aix, antropólogo y sociólogo, la definición de vandalismo es algo que escapa a cualquier molde. Resulta obvio que las connotaciones que arrastra este concepto son negativas, pero Aix va un paso más allá y señala a las clases dirigentes por ello. «La criminalización de los jóvenes ha tenido como objetivo la privatización de lo público. Gracias a ella se han puesto en marcha ordenanzas públicas que han ido restringiendo el acceso y las libertades a las zonas que antes eran de todos».

Aunque si hay algo que resulta especialmente confuso a la hora de hablar del vandalismo es su origen. ¿Qué lleva a alguien a destrozar mobiliario urbano? ¿Son actos reivindicativos o simplemente se trata de algo impulsivo? Laura Miró, psicóloga social, distingue entre dos tipos de vándalos. «Hay gente que, ya de raíz, tiene unas características de personalidad violentas, y hay otras personas que por imitación, por seguir un grupo o por presión social cometen estos actos». Aunque también admite que «el inicio suele coincidir o bien con una personalidad con tendencias antisociales o con una necesidad de búsqueda de emociones».

Perfil

En la búsqueda de un perfil determinado, lo cierto es que ni los propios expertos se ponen de acuerdo. Si bien es cierto que tanto Aix como Miró apuntan que los autores de acciones vandálicas «son gente joven, disconforme con la sociedad y reivindicativa», difieren en el origen de los propios autores de estos actos. Para Miró, los vándalos provienen mayoritariamente de familias de clase baja. Pero Aix, aunque admite que esto siempre ha sido así tradicionalmente, remarca que también hay «niños pijos» cuyo único objetivo es ganar popularidad en su grupo de amigos.

El vandalismo es un fenómeno mucho más complejo de lo que puede parecer a simple vista. Un buen ejemplo de ello son los ataques a monumentos históricos. «Es una forma de iconoclasia», apunta Francisco Aix. Y añade: «Lo que se está haciendo es dimensionarlos como elementos de comunicación pública. Si un monumento es una representación cultural, un ataque al mismo continúa el diálogo de la representación cultural.Cuando se ataca una estatua, un monumento o un edificio, se está atacando a la institución que hay detrás y a la representación del poder de ese elemento».

El otro tipo de vandalismo, el más clásico, se ha caracterizado siempre por el ataque a lo público y común. Pero, ¿por qué? Según Laura Miró, «cuando se hacen este tipo de cosas hay un efecto llamado «difusión de la responsabilidad». El hecho de reventar un banco o una farola no se ve como estar afectando a una persona particular». Los vándalos entienden que atentar contra la propiedad personal y privada de alguien está peor visto, pero «lo público es suyo y tienen derecho a destrozarlo».

Francisco Aix ya analizó el vandalismo urbano en 2009 en un extenso informe, aunque admite que quizás hay aspectos que necesitarían actualizarse. Y es precisamente esa «falta de respeto hacia lo común» uno de los puntos a tratar. Aix apunta que, a raíz del movimiento 15-M, el desapego por lo público se convirtió en aprecio y cuidado. Lo que antes "no era de nadie", pasó a ser lo único que la gente consideraba como propio. En este sentido, para él el vandalismo ha descendido desde 2011, al menos en lo que a destrozos del mobiliario urbano se refiere.

Grafitis: un mundo aparte

Uno de los debates más presentes en la sociedad es la consideración del grafiti como vandalismo. Astek, dibujante residente en Castellón, piensa que el vandalismo engloba todo acto que esté fuera de lo que marca la ley y sea contraproducente para la sociedad, tanto a nivel acústico como material, bien sea mobiliario urbano o naturaleza.

Curiosamente, tanto Laura Miró como Francisco Aix se muestran partidarios de separar grafiti y vandalismo. La psicóloga, que cuenta que contrató a un grafitero para decorar su consulta, defiende que, bien utilizado, el grafiti puede ser un arte. Aunque añade: «Si no tienes permiso del dueño del edificio, estás atentando contra la propiedad privada de una persona, y eso es un acto vandálico por muy artístico que sea». Aix, directamente, insiste en que no se debe catalogar de vandalismo al grafiti. El sociólogo recomienda englobarlo dentro de la categoría de hip-hop, de donde surge el movimiento artístico.

Aunque admite que los botes de pintura contienen esmalte acrílico con aire a presión y componentes como el plomo, que son cancerígenos para el grafitero y para el medio ambiente, Astek no cree que esto afecte en la idea de considerarlo como un acto vandálico, ya que el problema radica en el lugar en el que se pinta.

«Es normal que si se hacen en sitios en los que no están permitidos exista gente que se queje, ya sean espacios públicos o privados. Yo creo que no está mal pintar en edificios abandonados que se van a derrumbar o los van a tirar, además, últimamente en Castellón se están habilitando bastantes muros para realizar grafitis. A pesar de ello, la mayoría de la sociedad no tiene estudios artísticos, puede tener sus gustos, por lo que es difícil que alguien sin criterio pueda afirmar que algo es bonito o no», añade el artista. El grafiti surge como un acto de rebelión, además de ser un reflejo de la sociedad. Para Astek cada ciudad tiene su estilo: «El grafiti habla de las personas que las habitan y en Castellón un claro ejemplo es el muro del skate park».

Los artistas firman sus obras con seudónimos. Entre el propio gremio se mantiene el anonimato para mantenerse lejos de los problemas, aunque realmente dar con un grafitero es una tarea bastante sencilla. «Existen muchos concursos en los que los propios artistas que han pintado y son buscados por la Policía participan y no se les dice nada». Algo que no gusta en la comunidad grafitera. «Es un comportamiento bastante hipócrita».