P arecerá absurdo, sobre todo si se es muy pragmático y se busca el resultado y el corto plazo, por aquello de que cuanto más cerca se está del fútbol profesional, más cerca se está de ver buenos rivales, de salir más en las radios nacionales y de acariciar el negocio. Pero me comentaba Jorge Barreda, compañero de Sentimiento Albinegro, que se sentía más posicionado y motivado con el club en Tercera . No hablaba de estar contento en la puta Tercera, sino en la fe de acabar siendo diferentes en la solución.

Y tiene todo el sentido del mundo: cuando uno está tanto tiempo resistiendo, sujetando al club en el abismo y participando del milagro como afición, uno espera que el futuro, de haberlo, se vaya a cimentar influenciado por ello. Uno se sentía como parte de la solución.

Mi amigo José Gargori, que lleva a una ristra de niños a Castalia todos los domingos para perpetuar la historia, también comenta que casi le da igual cantar los goles en una categoría que en otra. Viene a decir que ganar o subir no es todo, que el sentimiento tribal, de pertenencia a algo especial puede ser igual o más importante.

Porque de lo que debería ir esto es de orgullo colectivo, de identificación con un club honesto y de cantera: si subes, hazlo de manera sostenible y si bajas hazlo con honor y fe colectiva.

Hoy, en una categoría más, porque no vamos a descender, hay desconcierto, lejanía y pocos motivos para aferrarnos a algo que nos una. Nos recuerda a la era Castellnou. De la castellonización hemos pasado a las juntas de accionistas en día laboral por la mañana, a la opacidad absoluta y a los sinsentidos en los tribunales que deja atónitos a quienes los seguimos (ya se verá).

Nos une el escudo, la historia y la nostalgia, que no es poco, pero no hay Marenyàs, Arturos o Zagalás ni en el campo ni en los despachos.

Sufrimos mucho para acabar siendo un club como cualquier otro, de un señor que vive lejos. Quien maneja los sentimientos a golpe de vídeo o tuit es Bruixola, el hombre de Juan Soler, Agapito o David Cruz, un experto en sobrevivir, idear, persuadir y no salir salpicado. Y para acabar, la cantera funciona disociada del club, alejada del control de los accionistas y sin haberse presentado institucionalmente siquiera.

El futuro del club, de nuevo, no será compartido, dependerá de lo que quiera Garrido (o quien se lo compre) o de los tribunales. Acabaremos como el Albacete, a punto de subir a Primera, o como el Reus, en el infierno. La clave será a quién y por qué vende Garrido, si por pegar el pelotazo (sería buena señal) o por quitarse el muerto de encima y volver al verano del 2011.

Como escribió Conrado Marín hace un año, perdimos una buena oportunidad de ser un club transversal y con arraigo en todos sus ámbitos. No era fácil, pero ni se intentó. No se quiso y no se pudo.

Y mientras, Cruz y Cano Coloma satisfechos con su plan, tras chantajear a la afición y amenazar con un asesinato que quizás no podían cometer. ¿Podían liquidar un club que no era suyo? Nuestro abogado y compañero Enrique Galindo advirtió al juzgado que iban a quitarse de encima el club ante la amenaza de intervención judicial y buscar a alguien que no registrara en sus cajones. Igual tenía razón.

Curioso que ahora, todo y estando en una categoría superior, la sensación sea de desconcierto y orfandad. Para ellos somos, sobre todo, clientes.