Existen datos científicos que corroboran que el fútbol es el deporte más excitante de cuantos hoy conocemos. Un análisis de los resultados de los principales club del mundo, desde 1888 a 2006, demuestra que es la disciplina donde se registran más victorias de quien a priori menos se esperaba; quizás esta sea una de las razones por la que suscita tanta expectación.

En pocos años, incluso el diseño del balón de fútbol esta impregnando de grandes dosis de ciencia. El diseño tradicional de una pelota basada en doce pentágonos negros y veinte hexágonos blancos, que tenía como base para conseguir la perfecta esfericidad, a los teoremas de René Descartes (siglo XVII), Leonhard Euler (siglo XVIII) y Carl Gauss (siglo XIX), ha dejado paso a fórmulas más perfectas. En 2010, Mundial de Sudáfrica, el balón es todavía más esférico, reduciendo al máximo las posibles distorsiones (arrugas, costuras…) del modelo anterior. Bautizado como Jabulani, y según su fabricante Adidas, está construido por ocho paneles 3D sellados térmicamente que le confiere una extraordinaria estabilidad; sin embargo, los futbolistas no parecen muy satisfechos con el invento (balón playero, dicen), pues no controlan sus efectos, ni las trayectorias que sigue, a pesar de tener un peso semejante al balón del anterior mundial (Teamgeist, 440 gramos). Carente de costuras, la nueva pelota es casi redonda, o al menos la más esférica de todos los tiempos. Sin embargo, está por ver si sobre este balón se aplicará de la misma forma el efecto Magnus que explicaba en los anteriores esféricos los cambios de dirección a mitad de trayectoria, las parábolas, en los lanzamientos a portería; este efecto se obtenía gracias a la adherencia del aire en las grietas y recovecos del balón, momentos antes de salir despedidas a gran velocidad.

Otros resultados, algunos de ellos publicados en revistas científicas de mucho prestigio, como The Lancet, cuantifican el efecto «ventaja de campo», es decir jugar en tu propio terreno; tras analizar más de 4.000 partidos de la liga inglesa, investigadores de la Universidad de Londres, cifran esta ventaja de «jugar en casa» en un 62%, es decir de cada 10 partidos jugados, el equipo de casa ganaría seis. La razón de esta ventaja, según los estudiosos, podría radicar en el estrés que producen los viajes al equipo visitante, el sesgo arbitral (en caso de duda favorecer al equipo de casa), o incluso en la testosterona. Los niveles de esta hormona, antes de iniciar los encuentros, son mayores entre los jugadores del equipo de casa, lo cual es lógico, pues la testosterona, hormona masculina, esta asociada a agresividad, confianza y capacidad de dominar; al fin y al cabo, el futbolista trata de la defensa de un territorio, el área de portería.

Los factores psicológicos también deben de tenerse en cuenta a la hora de analizar esa «ventaja de campo», pues tanto el equipo visitante como los árbitros tienen que aguantar todo tipo de gritos, cánticos y sonidos, durante 90 minutos. Hace unos años la Universidad de Liverpool, realizo un estudio sumamente interesante; grabó una serie de partidos e invito a voluntarios con conocimientos básicos de fútbol a visualizar las cintas de video (con y sin sonido) y a juzgar las decisiones arbitrales. Los resultados demuestran que cuando se deja encendido el sonido original, los espectadores eran propensos a considerar que el equipo visitante cometía muchas más faltas; si quitaban el sonido esto no ocurría. Luego sería posible que las famosas vuvuzelas (en zulú, «hacer ruido» o «baño de sonido»), esas trompetas largas que nos deleitan con un zumbido más propio de abejas que de humanos («y no paran»), ejercieran un efecto casero en los árbitros; además, sus 127 decibelios podrían dañar el oído si se está muy próximo a su emisión, o trastabillar nuestro apreciado cerebro, además del equipo arbitral.

Y por último, comentaré otro estudio publicado en International Journal of Soccer and Science por la Universidad de California, que escudriña el promedio de disparos a portería que son necesarios para cantar «Goool», determinando que ese número mágico es diez. El trabajo contiene un estudio pormenorizado de los disparos necesarios para obtener un tanto en diversas zonas del área de portería, como desde fuera de ella (78), dentro del área y tras el punto de penalti (9), desde este punto al inicio del área pequeña de portería (5) y dentro de esta área de dominio porteril (2); y si tenemos un oponente a menos de un metro de distancia, estas cifras aumentan (100, 19, 10 y 5, respectivamente). Esperemos que la ciencia ayude a España a seguir en el Mundial de Sudáfrica; volveremos con más investigación científica para el «planeta fútbol». GOL.

El Mundial mejora la salud mental

Investigadores de la Universidad de Indiana han demostrado que los fanáticos que se sienten personalmente involucrados en un equipo o que asisten a los partidos para dar ánimos junto a fanáticos de la misma opinión obtienen beneficios de salud mental por una sensación de conexión social. A través del fanatismo deportivo se obtiene una sensación de pertenencia, de conexión, con los demás; compartir una alianza común con otros une a la gente de forma especial. Otras investigaciones sugieren que los fanáticos de los equipos que ganan pueden en realidad sentirse mejor sobre sí mismos tras un partido debido al fenómeno de la gloria reflejada. Por otro lado, los niveles masculinos de testosterona, en los hinchas, aumentan más de un 20% tras una victoria de su equipo y descienden (otro 20%) tras una derrota.