Durante casi medio siglo, las vías del tren actuaron como una especie de telón de acero entre el barrio Rei En Jaume y el resto de Alboraia. «Los más antiguos cuentan que una mujer del barrio se estaba muriendo y cuando le pidieron al cura del pueblo que fuera a darle la extremaunción, éste dijo que de las vías no pasaba». ¿Pero al final le dio la extremaunción? «No, que va, la mujer se murió sin que el cura fuera a verla». La anécdota la cuenta, con ya ningún rencor, Josep Roda, residente de toda la vida y antiguo presidente vecinal de este grupo de viviendas protegidas de Alboraia que estos días celebra su 50 aniversario con una exposición de fotos antiguas, conferencias, actuaciones musicales, cenas e incluso un mercado medieval. «Yo vine a vivir con mi familia cuando tenía 7 años „recuerda Roda„. El barrio lo impulsó el entonces alcalde José Mª Ros, que convenció al Ministerio de Vivienda. Entre 1959 y 1960 empezaron a construirse las casas y en 1962 se inauguró. Vino el gobernador, el cura, el alcalde. Y sus primeros habitantes fueron los propios vecinos de Alboraia con menos medios, que vivían hacinados en casas pequeñas en el centro del pueblo».

El Estado edificó 249 viviendas y 11 bajos comerciales en fincas de un estilo racionalista y sencillo cuya proliferación de ventanales le hizo merecer el sobrenombre de Barri dels Cristals. Cada piso medía entre 52 y 57 m2, «pero muy bien repartidos», asegura Roda. «Teníamos un recibidor, el comedor, un baño, la habitación de matrimonio y dos pequeñas, balcón y galería». Todo ello por 105.000 pesetas de la época que se quedaban en 74.000 gracias a una subvención del ministerio.

El bajo precio y las facilidades de pago atrajeron a muchas familias, no sólo de Alboraia, sino también de los barrios más humildes de Valencia y de municipios del interior de España. «Eramos un barrio que se distinguía del resto del pueblo, donde había más dinero gracias a la agricultura. Una vecina de toda la vida recordaba cuando un día entró en una tienda del centro y una clienta dijo: "esta és forastera". Y eso que había nacido unas casas más allá».

Esa diferenciación con la «metrópoli» situada al otro lado de las vías marcó el carácter del barrio. «Políticamente nos hemos peleado con alcaldes de todos los colores. Siempre hemos sido los últimos en llegar a las infraestructuras o a las ayudas, la limpieza, en pintar...». Aún hoy luchan para que el consistorio les ceda uno de los bajos de propiedad municipal y que sea la sede de la asociación.

Luchando (y algunas, sobreviviendo), las familias de Rei En Jaume dieron vida a este barrio que contaba con sus bares, tiendas de electrodomésticos, horchatería, «e incluso en los 70 había un puticlub. Estaba más o menos disimulado pero todo el mundo sabía lo que era». Con el tiempo, el aspecto de los edificios apenas ha cambiado y muchos de aquellos primeros residentes siguen en el barrio. Otros emigraron en busca de viviendas más grandes, y otros, sobre todo extranjeros han ocupado sus casas. La vía del tren que les separaba de Alboraia ha desaparecido pero aún así, sus habitantes siguen presumiendo de que Rei En Jaume es un barrio a parte.

«No hemos cambiado, ni para bien ni para mal»

Ángeles Lluch ha crecido al ritmo del barrio. «Nací en mayo de 1962 y mi familia se trasladó aquí en diciembre. No había aún ni agua ni luz». Ángeles recuerda una infancia feliz, jugando en un pequeño mundo rodeado de hierba, huertas y acequias. «Pasábamos el día en la calle y cuando cruzábamos las vías decíamos que nos íbamos al pueblo». Esta vecina, que volvió a Rei En Jaume tras vivir 10 años en el casco histórico, afirma que el barrio «no ha cambiado ni para bien ni para mal. Sigue habiendo las mismas malas infraestructuras pero seguimos siendo un pequeño pueblo donde hay bueno rollo con todos: vecinos, comerciantes, mayores... Incluso con los delincuentes». v. contreras alboraia