Juan José Belmonte ha vivido seis años en la calle, los cuatro últimos en la plaza de Joaquim Ballester, la que se encuentra justo a la entrada de Gandia por la avenida de València. Formaba ya parte del paisaje urbano de la ciudad pero desde hace unos días se echa en falta su presencia, algo que ha llamado la atención de muchos ciudadanos.

Este periódico consiguió encontrarlo en el Centre d'Atenció Integral Sant Francesc de Borja que gestiona Cáritas en la ciudad. Tras varios meses intentando convencerle del cambio, finalmente Belmonte ha decido empezar de nuevo con un techo bajo el que dormir. Prometió que cuando el centro funcionara las 24 horas se iría allí y el pasado sábado lo cumplió. Se trata de un primer paso para reinsertarse socialmente y dejar definitivamente la calle con la ayuda de los voluntarios y trabajadores sociales con los que cuenta Cáritas Interparroquial de Gandia.

"Aunque se han demorado un poco los plazos que tenía establecidos con Cáritas, al final, en cuanto han abierto el centro las 24 horas del día, me he venido aquí, como había convenido con los voluntarios hace tiempo", aseguró ayer a Levante-EMV.

Juan José Belmonte explicó que venía recibiendo la ayuda de esta entidad desde hacía años. De hecho, era usuario del centro de acogida, puesto que acudía a comer, ducharse y lavarse la ropa, aunque él seguía viviendo en "su" rotonda.

"He mejorado socialmente y ahora cuando me despierto no me levanto mojado por culpa de la lluvia, como me pasaba cuando estaba allí", asegura, satisfecho con su nueva situación. "Además, ahora duermo en una cama y puedo estirar las piernas, he mejorado un poco mi calidad de vida", matiza.

Bien de salud

Se encuentra bien de salud, "perfectamente", dijo. Sólo cuenta con una lesión en un dedo que según contó él mismo quiere curarse "mediante remedios naturales" porque "es una apuesta personal". Asegura que lo que más le cuesta es empezar a adaptarse a un lugar en el que hay unas normas a seguir. "Cuando has vivido en la calle tanto tiempo, donde tenías libertad para hacer lo que quisieras, cuesta de repente adaptarse a las normas, pero poco a poco lo voy consiguiendo", aseguró.

Se le ve con ánimos, aunque reconoce que "tras seis años viviendo en la calle te acabas aislando de la sociedad y te cuesta mucho más relacionarte y hablar con la gente". A pesar de ello, empieza a hacer amigos en el centro, en cuyo exterior paseaba ayer, como solía hacer en la rotonda gandiense, aprovechando el buen tiempo.