Suena el Bourrée de Haendel, y los violines de Júlia y Ferran (10 años) y Júlia (8 años) parecen convergir en uno solo, con absoluta precisión. Es sólo una de las numerosas canciones que estos niños, que ya llevan unos años practicando el método Suzuki, son capaces de interpretar de memoria. La virtud cognitiva. «Se utiliza mucho la memoria, de forma cíclica. Aquello que ya has aprendido no se deja de lado, sino que se recuerda y se practica aquello que ya se sabe», explica Joan Furió, profesor del método. Durante una clase en Xàtiva, trabajo en equipo con el violín, ejercicios de coordinación y preguntas sobre la obra que se está tocando, y sobre su estilo. Y todo acaba como ha empezado, con un saludo. «El método viene de la cultura oriental, donde prima el respeto, por lo que la clase siempre se inicia con un saludo». Su instigador fue Shinichi Suzuki, quien en 1945 ofreció al mundo una nueva manera de educar. De aprender a tener talento. «El talento no es otra cosa que una habilidad que se desenvuelve en cada niño. Si desde que nace, una persona adquiere y lleva a cabo una habilidad, se convertirá en prodigio», explica Joan. Como ejemplo, el doctor Suzuki realizó un concierto con 3.000 niños pequeños, que tocaron piezas complejas a una edad muy temprana.

En otra de las salas de La Colectiva de Xàtiva, Darío toma su violín. La habitación está adornada con dinosaurios y juguetes, que le confieren un ambiente distendido para aprender. Junto a él, Seo Perucho y Consuelo, su madre, una figura indispensable en el método Suzuki. «El trabajo con el padre es un pilar. Después está el maestro y por último el niño. El padre debe confiar en el maestro, y el hijo es el resultado. Para un chaval, sus padres son el mundo, y si ven que su padre o su madre creen en ello, se motivan mucho más», asegura Seo. Darío empieza el ritual de colocación de pies, violín y arco, y cuando todo está a punto, suena Estrellita en la sala. Madre e hijo en comunión con la música como excusa. «Lo que triunfa de esta actividad es que se basa en una relación. Y eso engancha a la gente. Permite estar con tus hijos y utilizarlo como una herramienta de educación. Porque los hijos se frustran cuando ven que no les sale algo, por eso, en estos casos, el padre o la madre pueden alentarlo a continuar intentándolo», explica Joan. Uno de esos padres es Tito Ballester, quien participa en las clases con su hijo de cinco años. «Siempre me ha gustado el violín, y me pareció la oportunidad perfecta para ponerme a ello junto a mi hijo. Esa simbiosis que se crea mediante el instrumento es un valor añadido», defiende.

Enseñarse a enseñar

A Seo y a Joan la música les corre por las venas. Son maestros de conservatorio, de metodología tradicional, pero descubrieron este método viendo conciertos de niños que, a unas edades muy tempranas demostraban tener un gran nivel. «Queríamos una enseñanza de calidad como aquella. Nos hemos formado como a maestros de esto, porque estudiamos violín en la carrera pero no nos enseñaron a enseñar. Y más tratándose de niños pequeños», explica Joan. «Es un método efectivo por muchos factores. La prueba la tenemos en nuestra hija de 8 años. Los niños nos enseñan día a día y ese aprendizaje es mutuo. El tiempo que inviertes en tu hijo valdrá para que sea mejor persona en el futuro», añade Seo. Para aprenderlo llegan a Xàtiva niños desde Castalla, Gandia, Enguera o Font de la Figuera, e incluso desde Alicante. Un método Suzuki que tiene un valor social y de futuro, más allá del meramente musical. «La mayoría no serán violinistas, pero herramientas como la memoria, la disciplina, la tolerancia o el trabajo e equipo les servirán para el día de mañana», asegura Seo. Esa es la fórmula para que niños, a partir de los tres años, puedan aprender a tener talento.