Me apeo del Edetania en la primera parada que tiene en el pueblo. Me doy de bruces con una estampa chocante: una banca municipal colocada en la mismísima “portalà” de una casa, bloqueando cualquier entrada o salida que no sea una persona y de perfil. Chirría a la vista. O la puerta está fuera de lugar, o es el banquito para tomar el sol. El caso debe tener novela.

Es lo único que desentona en un pueblo bien cuidado y limpio, presidido en su testero por un accesible y elegante alcázar con una torre que domina todo el territorio hasta Valencia, instalado sobre la alquería moruna fortificada de Beni Sahnun y que evolucionó a Benixanut y Benizanó.

Cruzo el portal de Bétera, una de las puertas que tuvo la muralla del pueblo. Los de Benisanó han tenido el gusto y acierto de respetar su propia historia y patrimonio. Conservan tres portales: portal de Llíria, al oeste; portal de Valencia, al sur; y portal de Bétera, al este. Me adentro en la villa y experimento sumergirme en su historia.

Llego a la rectangular plaza -¿plaza de Armas?- donde a mi derecha yergue majestuoso el templo parroquial y veo su puerta abierta cuando es el mediodía. Un lujo y sorpresa ver una iglesia abierta en estos tiempos en que la mayor parte del día permanecen cerradas. Entro, tenía interés por ver la Patrona, la Virgen del Fundamento, esculpida en una medalla de bronce de medio decímetro, hallada por un albañil cavando los cimientos de una casa en 1699. La Virgen aparece sentada sobre un trono de un serafín, media luna a los pies, con el Niño en brazos, “y circuida de un óvalo radiado, de tamaño de cinco centímetros”.

La Iglesia dependía de la parroquia de Lliria, de la que fue desmembrada por Bula Papal en 1547, siendo advocada de los Santos Reyes. En origen debió ser la antigua mezquita, pues la fábrica primitiva lucía adornos mudéjares. Recuerdo de pequeño haber ido con mi madre a este templo a impetrar curación para una ictericia. La costumbre era rezar ante la imagen de la Virgen y pedir la bendición y oraciones del sacerdote. El párroco me matiza, “se leen los Evangelios”. Pregunto si se sigue haciendo. “Sí, pero la gente no viene”. “¿Tampoco va al pozo a beber agua?”, pregunto. “El pozo se ha secado”, me dice.

Esa era la tradición, los usos y costumbres. Ir a Benissanó a rezarle a la Virgen, luego pasar por el pozo, a beber agua de él y los que podían en un merendero contiguo “ferse una torrà de carn”. En nuestro caso dio resultado, mi madre se curó. Y por los demás, la gran cantidad de gente de todas partes que solía acudir, era indicativo de que algo de verdad había.

El agua del pozo fue municipalizada, se vendía en garrafas en muchos lugares. En Valencia ciudad se podía encontrar en una tienda de aguas de la calle Roteros. Los que sufrían problemas hepáticos la demandaban mucho. Manaba del Pozo de la Salud, cerca del castillo. Fue cerrado en 2011, porque menguaba el caudal se dijo. En 2013, Alfonso Rus dijo que iba a ayudar a reabrirlo. Y nada. Allí está el pozo clausurado, enrejado, cerrado a cal y canto.

Ya nadie acude a Benissanó a rezarle la Virgen del Fundamento, ni a beber de sus aguas, para curar sus dolencias de hígado. No se sabe aún con certeza la causa del cierre del grifo de tan medicinal y milagrosa agua: sobreexplotación del acuífero o problemas económicos de la embotelladora municipal. De alguna forma, pozo, agua y Virgen se habían convertido en señal de identidad de un pueblo, en fuente de salud corporal y espiritual de la gente y en un aliciente más para conocer la villa.

Se ha secado el alma que ha animado durante muchos años esta población de la que fue bandera. ¿Habrá solución? ¿Se volverá a abrir? ¿Se determinará la causa de la sequía o agotamiento? ¿Alguna perforación o construcción inadecuada habrá desviado algún curso de agua subterráneo?

La transformación de tierras de secano en regadío tanto a nivel comarcal, como en el municipio de Benisanó, ha surgido principalmente por el aprovechamiento de nuevos pozos y la canalización de las aguas del pantano de Benaixever. El agua que utilizan los agricultores de Benisanó discurre por la red de acequias y regueros que circulan desde el Manantial de San Vicente hasta la población, cuyo caudal es entregado todos los sábados del año, a la puesta del sol, por el Acequiero de Lliria al Síndico de Benissanó, como quedaría ya reflejado en el pacto entre los dos municipios “Acto Paccional y de Concordia” en 1360.

El pozo de la Salud y la planta embotelladora de agua mineral que se abastece del mismo era la única actividad minera de relevancia en el pueblo, dicen los expertos. La red de agua potable del pueblo se suministra desde pozos situados en el término municipal de Llíria. A pocos metros del pozo observo una canalización de regadío con un sifón de sistema hidráulico por la que discurre abundante y cristalina agua.

Historia de Benissanó

Parte de la rica historia de Benissanó la encontramos en el libro “El castillo de Benisanó” de Carlos Campos, Mariví Herrero y Ángel Alonso, editado por el Ayuntamiento de Benissanó en 1998. En la época romana, el término de Benissanó formaba parte de un bosque que rodeaba a Edeta (Llíria). Fue una antigua alquería musulmana, finca de recreo, de una acomodada familia musulmana de Lliria.

En el siglo XIII la población de Benisanó era mayoritariamente morisca. En el año 1404, comienzan los litigios entre los habitantes de Llíria y Benisanó a causa de las aguas de riego. En dicho siglo se construye el castillo actual. Los ataques de los llirianos a los de Benissano fueron muy fuertes desde 1408, refiere Sanchis Sivera, “en que se destruyeron importantes edificios y obras”, siempre por cuestiones de aguas.

El 20 de junio de 1525, llegaba preso al puerto de Valencia el rey Francisco I de Francia, derrotado en la batalla de Pavía, siendo recibido por el gobernador del Reino de Valencia, Jerónimo Vilarrasa, señor de Benissanó, quien después de llevarle ante la reina doña Germana, le trasladó a su castillo, donde permaneció unos días, para luego ser portado a Buñol y de allí a Madrid.

En 1526, los moros de Benissanó se sublevaron, se hicieron fuertes en Benaguasil, pero al final fueron rendidos por los cristianos, que les obligaron a pagar 12.000 escudos.

En 1576, cuenta Martínez Aloy, los de LLiria destruyeron el acueducto, de construcción árabe, que bajaba las aguas hasta Benissanó, siendo los autores condenados a pena de muerte, pena que les fue indultada por el rey Felipe II.

En septiembre de 1609 se produjo la expulsión de los moriscos, que supuso un grave perjuicio para la población: de 160 casas mayoritariamente moriscas se pasa a 44 casas de cristianos en 1646. El castillo de Benissanó tiene la consideración de BIC y es propiedad municipal desde 1996. El alcázar y sus murallas se asientan sobre un cerro. Los fines de semana, el ayuntamiento organiza visitas guiadas, previa inscripción. Una visita digna de realizarse.