Los sueños son terapéuticos. «Tengo tanta ilusión con lo de la autocaravana que esta semana, cuando fui a la revisión a la Fe, me dijeron que estaban flipando, que los leucocitos me habían subido un montón». Margarita de la Torre, una vecina de Xàbia de 54 años, sufre desde hace cuatro años mieloma múltiple, un cáncer de células plasmáticas o de médula ósea. «Ahora veo que puedo curarme», afirma.

En julio, le realizaron un trasplante de médula. La donante fue una chica alemana de 19 años. El proceso de recuperación resultó, como toda la lucha contra el cáncer, durísimo. Margarita ha trabajado siempre. Ahora, con la enfermedad, sobrevive con una pensión de poco más de 400 euros. «No me llega para pagar el alquiler. Pero, después de todo lo que he pasado, he descubierto que necesito muy poco para vivir. Quiero disfrutar de cada segundo sin angustia».

Su sueño es echarse la casa a cuestas. «Una autocaravana sencilla, de segunda mano, es mi salvación. Puedo ir a visitar a mis hijos y volver algunas temporadas a mi pueblo, Baena, en Córdoba. No necesitó más. Doy gracias de estar viva. Soy feliz paseando, nadando, viendo el mar y compartiendo momentos con mis amigos».

Margarita ha iniciado una campaña de micromecenazgo en la plataforma GoFundMe. «Estoy muy ilusionada, pletórica». Ya empieza a acariciar ese sueño de hacer vida y camino en una autocaravana.

Su calvario comenzó precisamente tras regresar de ese camino de revelación que es el de Santiago. «Allí, durante los diez días de caminatas, tenía una fortaleza tremenda. Pero fue bajarme del autobús que me traía a casa y empezar a dolerme los huesos de manera horrible. Fui a Urgencias y achacaron los dolores al peso de la mochila que había llevado», recuerda. «Acudí al fisio, pero no mejoraba nada. Me gasté 500 euros en masajes y los dolores eran cada vez más fuertes».

Esta mujer, que reside desde hace 32 años en Xàbia («vine de vacaciones y me enamoré de este pueblo»), nunca olvidará la fecha del 17 de enero de 2017. Para los vecinos de la Marina Alta ese día fue la víspera de la histórica nevada que tiñó de blanco incluso las playas. A ella ese día el padecimiento se le hizo insoportable. Sus hijos la llevaron al centro de salud y luego al hospital. Y llegó el devastador diagnóstico. Sufría mieloma múltiple. «Es un cáncer de sangre que afecta a los huesos», explica esta paciente que inició entonces un tratamiento que puso a prueba toda su resistencia. «Los primeros tres meses de radioterapia y de morfina fueron terribles», rememora. Además, advierte de que, al mismo tiempo que los doctores trataban de parar el cáncer, debieron empezar un tratamiento para fortalecer sus huesos. Luego, en septiembre de 2017, le realizaron un autotrasplante de médula ósea. «Parecía que todo había salido bien. Pero al año siguiente, en la revisión, los doctores me dijeron que la enfermedad había vuelto».

Margarita señala que entonces una nueva hematóloga que llegó al hospital de Dénia le confesó que allí ya no sabían qué hacer con ella. La derivaron al hospital la Fe de València y allí empezó a tratarla el doctor Javier de la Rubia, una autoridad en hematología y miembro desde su fundación del Grupo Español de Mieloma (GEM). Margarita estaba en las mejores manos. Este especialista le indicó que daba el perfil perfecto para participar en un ensayo clínico pionero.

Sin embargo, esta paciente seguía torturada por los dolores y la quimioterapia la debilitaba terriblemente. «Ya no podía más. Llegue a perder la esperanza».

La única salida era el trasplante de médula. A los tres o cuatro meses, apareció una primera donante. Pero se echó atrás. El pasado mes de julio surgió la segunda donante, una chica alemana de 19 años. «Le estaré eternamente agradecida», subraya Margarita.

Pero recuperarse del trasplante, fue otro suplicio. «La quimio era tremenda. Debía asimilar la médula. Notaba que tenía cuchillas clavadas en la garganta. Salí del hospital con 8 kilos menos y con una infección de hongos en el esófago. Sufría también una depresión horrible».

Ahora, tras esos cuatro años de dolores insoportables y de arrostrar tratamientos agresivos y la frustración de no mejorar, Margarita ve que puede curarse. Y sueña con romper amarras y echarse a viajar en su autocaravana.