-Hace algo más de veinte años accedía por primera vez a la Presidencia de la Generalitat. Son los años que tiene una generación de jóvenes que hace poco dejaron la Universidad.

¿Cómo les explicaría quién fue usted?

-Les diría que fui alguien que estuvo en la primera Generalitat y en la provisional. Entonces no era lo que es ahora porque sólo se trataba de un armazón jurídico con muy pocas competencias. Pero a partir de ahí se pudo construir algo importante. Había pocas plazas escolares disponibles y por ello a lo primero que nos dedicamos fue a la educación. Mi idea era construir un país nuevo y diferente y con posibilidades de competir

-¿La idea de país que tenía se ha cumplido?

-Se han cumplido muchas cosas. Hemos podido avanzar. Ya no somos una comunidad tercermundista, aunque dentro de España otras autonomías hayan prosperado más. Muchas ideas de las que teníamos se han ido plasmando lentamente y otras se han ido abandonando en los últimos años.

-¿Se gobierna sólo para transformar la sociedad?

-En mi caso, el objetivo que tenía cuando entré a gobernar no era simplemente gobernar sino intentar transformar la realidad para que la gente pudiera vivir mejor y tuviera más posibilidades.

-¿Qué es lo que nunca ha contado?

-Algo que muchas veces me han achacado y es que para llegar a nuestra realidad tuvimos que abrirnos camino a codazos porque el statu quo ya estaba repartido y a nosotros nos tocaba ser el «Levante Feliz». Yo no estaba dispuesto a asumirlo. No éramos sólo una comunidad agrícola, residencial o de turistas, sino que queríamos abrir un camino en la innovación. Defender esa idea me costó muchos enfrentamientos que no hice públicos, pero que tuve, y muy duros.

-¿Qué imagen cree ahora que dejaron sus gobiernos?

-Creo que positiva en el sentido constructivo por la capacidad de tener acceso a una mejor formación, pero también la de un Gobierno un tanto muelle, porque entre nosotros y el Gobierno no existieron confrontaciones. Y el Gobierno central supo que teníamos una política propia aunque no hiciéramos bandera de ello.

-¿Hoy los gobiernos cree que continúan pensando en cambiar la sociedad?

-Creo que hoy se limitan a administrar lo que hemos conseguido previamente sin ninguna idea real de transformación. Administran sus cosas, les gusta quedar bien, pero no tienen una idea concreta de la comunidad que quieren.

-¿Y no será también culpa de que la política ya no está basada en ideologías, sino en cuestiones netamente de gestión?

-No. Ideologías existen y están muy acentuadas.

-Pero quizás sean, en muchos casos, imposibles de aplicar.

-No, al contrario, muy posibles de aplicar porque la ideología no es más ni menos que tener unas preferencias y un orden de prioridades. Mi ideología concreta es hacer que todos tengan las mismas posibilidades. Ese criterio no es el que actualmente se sigue. Ahora se respeta el statu quo de dejar las cosas como están y que cada uno vaya progresando como pueda. Yo no tendría en último lugar la educación, ni pensaría que educación y sanidad pueden ser al mismo tiempo servicio público y negocio.

-En pleno debate de vertebración autonómica algunos aún recuerdan que usted dijo que los invertebrados también eran felices.

-En aquellos momentos había cierta acumulación ideológica y teórica y la necesidad de vertebrar en el sentido orteguiano, lo que significaba que la Comunitat Valenciana era una reivindicación nacionalista tradicional. Lo que quise dar a entender es que había que ser más heterodoxo. 

-Cuando ahora pasa por la puerta del Palau de la Generalitat ¿qué piensa?

-No es fácil de describir porque cada día es una sensación diferente. No miro hacia dentro, porque era un lugar de trabajo y yo miraba hacia fuera. Pero nunca pienso en que ahí debería estar yo.

-Supongo que alguien que fue durante tantos años presidente autonómico continuará pensando en clave de president.

-Sí, eso sí es algo que no se pierde. Pero lo que te preocupa no es quién lo hace sino si lo que hace es adecuado o no. En ese sentido, sí continúo pensando qué hubiera hecho yo o lo que haría cuando considero que los demás se equivocan.

-¿Y usted, en qué se equivocó?

-En general, creo que la orientación política era positiva porque se trataba de alcanzar la modernidad y de ofrecer políticas sociales, pero esas políticas tardan en cuajar. Mi idea era que esta fuera una comunidad de las mejor formadas y de las más innovadoras.

-¿Cuál sería su mejor recuerdo?

-Los años de estancia y nada más. Y el afecto que recibí por la gente, especialmente por la administración de la Generalitat, porque aunque muchos no lo sepan, con todas las críticas que se le pueda hacer, es mucho más ágil que la central.

-¿Me puede decir un acierto?

-Podría decir muchos, pero sería presuntuoso.

-Pues entonces, un error.

-Fundamentalmente, no haber exteriorizado lo que hacíamos.

-¿A qué se refiere?

-Pues que cuando nos enfrentábamos con alguien deberíamos haberlo explicado.

-¿Y un momento duro?

-Sin duda los momentos iniciales, cuando nos tuvimos que enfrentar a una decisión que nosotros no tomamos y que fue la reconversión industrial de Sagunto. Existieron otros, como la reconstrucción de la Ribera tras las inundaciones y apenas sin competencias... pero el más duro, porque tardó mucho tiempo en solucionarse y tuvimos poca colaboración, el de la reconversión.

-Desde la perspectiva de los años ¿cómo afrontó ese asunto internamente alguien que en aquel momento apenas tenía 30 años?

-El problema es que no tomabas tú las decisiones. Nosotros éramos partidarios de hacer la reconversión en España, pero la de Sagunto la tomó el Gobierno central. En cualquier caso, el problema no era la decisión sino el momento. Se decidió y ejecutó en el momento que nacía la autonomía. Hubo jaleo, pero lo bien cierto es que la inmensa mayoría de la sociedad nos entendió y apoyó. Seguramente la autonomía no hubiera nacido lastrada de imagen si no se hubiera tomado esa decisión.

-¿Un president se deja aconsejar mucho cuando elige a un conseller?

-Siempre elegí en solitario porque era mi obligación, pero también consultaba. Los consellers que designé eran personas con una larga trayectoria profesional y política y con un proyecto para esta comunidad. Tenían un nombre en los sectores que representaban. Ahora ha cambiado. Muchos de los que actualmente llegan al Consell son desconocidos y a partir de ahí se hacen populares.

-Será porque la política se ha convertido en una profesión...

-Es diferente. Ahora los consellers son intercambiables. Son más profesionales en el sentido de poder hacer cualquier cosa y al mismo tiempo, de todo. Cuando pienso en la profesionalización, recuerdo la película Queimada. Pontecorvo lo reflejó bien cuando reúne a la burguesía y le dice aquello de que hay que poner profesionales porque no sirven los aficionados. Las críticas a la profesionalización de la política no son buenas. Hay que poner a quienes entiendan y se dediquen sólo a ello. La política consiste en que personas que piensan de manera diferente puedan convivir sin violencia y esa cuestión, normalmente, se olvida.

-Sin embargo, la sociedad parece estar muy alejada de la política.

-Hay momentos en los que la sociedad se aleja, como el actual, porque ha vivido años de crecimiento y da igual ya que todo funcionaba razonablemente bien. Pero va a cambiar. La sociedad se está dando cuenta de que su opinión cuenta para tomar decisiones importantes.

-Económicamente ¿hacia dónde vamos?

-Es un momento complejo y resulta difícil saber cuándo va a terminar esto porque se trata de una crisis financiera profunda. Al menos, tengo claro que hemos aprendido la lección desde la última crisis. Hace años los gobiernos tardaban en reaccionar y creo que ahora no ha sucedido.

-Cuando Zaplana, su sustituto en el Consell, entró en la Generalitat lo hizo con un libro sobre su trayectoria previa y se fue con otro de gestión. ¿Usted no va a escribir nunca sus memorias?

-Del libro inicial de Zaplana no recuerdo nada y creo que él tampoco. Pasó desapercibido entre la opinión pública. Cuando nos presentamos a la elecciones, Zaplana sabía que desde la perspectiva social el Consell tenía buena valoración. Pero él ganó las elecciones, aunque creo que debido a que existía una situación de desempleo grave. 

-Pero sería interesante que usted mismo describiera sus años.

-Las personas que han gobernado no suelen escribir libros. Lo que hacen otros es contar cosas sobre ellos. Las cuestiones de gobierno quedan para uno mismo.

-Rodríguez Ibarra, su homónimo en Extremadura durante tantos años, sí lo ha escrito y en él llega a afirmar que Ciscar fue un accidente provocado por Lerma.

-Eso es lo que ocurre con los libros que uno escribe para ponerse bien, pero que tienen poca credibilidad porque uno dice lo propio de sí mismo. Es cierto que durante la última fase de Felipe González vivimos una época descendente, pero al menos conseguimos tener el papel que la Comunitat Valenciana debería haber tenido siempre. Y eso molestaba a algunos, ya que reducía su protagonismo. Con la Secretaria General de Ciscar conseguimos romper el statu quo de aquel momento y que Rodríguez Ibarra no decidiera.

-¿Cómo cree que lo tratará la historia?

-No dirá nada o lo único que fue un éxito importante haber iniciado la autonomía, porque a partir de ahí la propia sociedad fue quien hizo suyas las ilusiones que teníamos. Quizás diga que fui representante de una época, y nada más.

-Tiene fama de buen navegante.

-Me gusta mucho.

-¿Ha navegado detrás de la Copa del América?

-Quizás muchos no sepan de esta cuestión, pero le diré que las primeras negociaciones con respeto a la Copa las inició el gobierno autonómico socialista hace muchos años. Y nosotros, en su momento, mandamos representaciones y subvencionamos el barco español. Tiene mucho mérito lo que han hecho el Ayuntamiento y la Generalitat, pero no fue algo que ellos buscaron sino una oferta que les hicieron y que ha sido muy positiva para Valencia

-¿Es partidario entonces de los grandes eventos como vehículo de promoción internacional?

-Según cuáles. Pero digamos que la inversión que requiere una celebración como la Copa del América es muy menor con respecto al beneficio, y no sólo desde el punto de vista económico, sino a largo plazo. Así como otros eventos pueden no dejar huella alguna, la Copa del América sí, e incluso en aspectos de carácter tecnológico

-¿Que tiene que ver el socialismo de hace veinte años con el de hoy?

-Los principios que defendemos son los mismos pero las formas, diferentes. Ahora vivimos en una sociedad mediática. Antes los medios eran importantes, pero la organización también, y si había algo capaz de cambiar la realidad, era el trabajo de los militantes. Para mí sigue siendo igual de importante, aunque para otros ya no sea así.

-¿Cuántas ofertas de la empresa privada ha recibido?

-No las he contado. Siempre he tenido una vocación pública.

-¿Nunca ha tenido la tentación?

-Siempre me han parecido un tanto incompatibles con mi papel. La gente no espera de un ex president que utilice sus contactos en beneficio personal.

-Si se refiere a Zaplana también lo han hecho ministros de su propio partido.

-Evidente.Cada uno tiene derecho a hacer lo que crea conveniente.

-¿Cómo definiría su relación con Zaplana después del traspaso de poderes?

-La que esperaba, tenía previamente y conservo. Una relación normal y educada, pero no tengo amistad con él.

-Continúa viviendo en el marítimo y confiando en el Levante, como siempre.

-Sí. Soy del Levante y aunque a ellos no les gusta que lo diga me alegro también cuando gana el Valencia.

-El Levante ha tenido temporada de gloria, pero la situación actual es controvertida.

-Tiene pocos recursos y muchas dificultades. Ahora los clubes gastan mucho dinero y son caros de mantener. Las televisiones también contribuyeron a hinchar los presupuestos y ahora muchos equipos lo están pasando mal. Antes era más deporte y hoy es mas espectáculo.

-¿Tiene la sensación de ser el apagafuegos en su organización?

-No, al contrario. Hay mucha gente que dice que los enciendo yo. (ríe)

-Pero siempre le toca poner orden.

-Orden no, lo que soy es una persona ordenada.

-Pues deme un consejo que le pueda transmitir a Alarte

-Él tiene el suficiente criterio para no necesitar mis consejos, aunque si quiere contar conmigo, encantado.

-¿Aún no le ha pedido su opinión?

-No me ha la pedido y si lo hiciera no lo contaría. La discreción en este terreno es fundamental.

-Pues al menos explique qué le hubiera aconsejado a Ignasi Pla.

-Lo único que le aconsejé en su día fue que procurara no cometer los errores que yo cometí. Y los míos fueron no explicar las decisiones que tomábamos. Hay que decirle a la gente que nuestra prioridad son ellos y, a partir de ahí, todo lo que sea necesario para explicarlo bien. Ni él lo hizo, ni yo suficientemente.

-¿Tiene alguno para el president Camps?

-Seguro, pero también sé que no lo atendería porque se lo he dado yo.

-Para algunos fue una sorpresa que aceptara el Estatuto de ex president junto a sus sucesores, con pensión incluida, y al igual que ellos, tan pronto, la Alta Distinción de la Generalitat.

-Desde el punto de vista institucional no se puede ir contra la institución que has ayudado a crear. Acepto la democracia y lo que ellos decidan me parece bien. Uno no es presidente para contestar a todo.

-¿Alguna vez consigue desconectar de la política?

-No estoy conectado, lo que sucede es que mis opiniones y mi forma de ser tiene incidencia en la realidad que me rodea.

-Era por saber si, al menos, el día que dejó la Generalitat o el último ministerio que gestionó se tomó, como mínimo, la tarde libre.

-El día que dejas una responsabilidad descansas y sufres, porque sabes que dejas mucho por hacer y seguramente el que te va a suceder hará cosas distintas.

jrsegui@epi.es