Teresa Juan-Mompó, Alzira

La memoria sigue viva y, aunque imperfecta e imprecisa, sirve 70 años después para cerrar algunas historias que, a pesar del tiempo pasado, permanecían abiertas. De boca en boca, durante siete décadas, se había comentado que el último alcalde republicano de Alzira, Francisco Oliver González, se había suicidado en el puerto de Alicante cortándose el cuello. No existían constancias, ni testimonios directos de aquel suceso. Hasta ayer.

El relato de una mujer, Carmen Arrojo, sobre sus vivencias durante el último día de la guerra civil, el 1 de abril de 1939, en el puerto de Alicante (publicado ayer en El País), sacó a relucir un episodio especialmente dramático: "Delante de mí, un hombre se rebanó el cuello con una navaja. No olvidaré nunca aquel grito espantoso de una de sus hijas". Al hilo de este comentario, otro testigo directo de aquella huida frustrada de los vencidos, el madrileño Julio Pérez Roda, quiso arrojar luz sobre ese fragmento de la historia y telefoneó al programa "Hoy por hoy" de la Cadena Ser para matizar la narración de la mujer. Él entonces sólo era un niño de 9 años, pero recuerda con nitidez la huida en camión hacia Alicante y los días pasados en el puerto, a la espera de encontrar un hueco en alguno de los barcos que, supuestamente, habían de facilitar la huida a los republicanos. "Este señor, según contaban, se puso un puro muy grande en la boca, se sentó tranquilamente, lo encendió y, una vez que estaba encendido, cogió una navaja y se dio un corte de lado a lado en el cuello y cayó, como es lógico, muerto en un momento. Y dijeron: "Pues ese señor que acaba de matarse es el alcalde de Alzira", cuenta.

De este modo, se cierra la historia de Francisco Oliver. De la que no queda ni certificado de defunción, ni cadáver, ni certeza exacta de las circunstancias de la muerte. "Siempre llevaba una navaja en la cartera", comenta el también ax alcalde y socialista, Francisco Blasco.

Tras ocho años al frente de la alcaldía -excepto entre octubre de 1934 y abril de 1936, en que se formó una gestora-, Oliver parece que dejó el gobierno de Alzira en manos del primer teniente de alcalde en la última etapa de la guerra para reforzar la lucha en el frente. Oliver era, junto a Pedro García, uno de los grandes líderes del socialismo alcireño, que se caracterizó en aquellos años de penurias y hambre por intensas y drásticas políticas sociales: promovió polémicos repartos de utilidades para dar comida quienes no tenían y "creó los comedores sociales, salvó el hospital y trajo las calles de rodeno", detalla Blasco.