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Rafael Sanus, el obispo que se rebeló

­Con Rafael Sanus (Alcoi, 1931) se va uno de los últimos hombres del cardenal Tarancón. No es casual que fuera él quien diera la extremaunción y la última confesión al obispo de la Transición. Como no lo es que Tarancón le llevara el báculo a Sanus —perdió el brazo izquerdo— cuando fue consagrado obispo en Valencia (1988). Con esa estrecha relación está dicho mucho del talante y el carácter de Don Rafael; así, sin apellido, porque así era conocido de sobra entre el clero, que lo tenía como su referente y su persona de confianza en el Palacio Arzobispal. No en vano la mayoría de ellos había pasado por sus manos en la sucesión de puestos de enseñanza que ocupó: director del colegio San Juan de Ribera de Burjassot, rector del seminario de Moncada y rector del colegio-seminario del Corpus Christi.

Pero si la figura de Sanus es conocida fuera de los circuitos eclesiales es por el poco habitual paso que dio en noviembre del año 2000: dimitir. Y decir que lo hacía por las diferencias con su superior, Agustín García-Gasco. Se sentía «marginado», cansado de decir a los sacerdotes que buscaban su mediación que iba a ser peor si él movía ficha. Nunca quiso bajar a revelar los detalles de una tormentosa relación de ocho años. Prefería explicarlo con un dilema: era elegir entre seguir de obispo o la fe, que sentía que peligraba. Escogió lo segundo y se fue del despacho del Palacio Arzobispal, donde las había pasado agrias.

Todavía recuerdan algunos prelados el tono de las declaraciones cuando se abordó su renuncia en la Conferencia Episcopal. No faltó algún reproche —particular— a García-Gasco por lo ocurrido.

Pero cuando en noviembre de 2000 estalla el asunto no era la primera vez que el prelado de Alcoi presentaba la renuncia. Si esta vez prosperó fue porque trascendió a los medios de comunicación.

A Sanus le quedaba, sin embargo, aún algún trago amargo por pasar: a las vueltas de las navidades de ese año, le notificaron que debía dejar el Colegio del Corpus Christi, donde vivía desde hacía más de 20 años, del que había sido rector y para cuya salvación había conseguido años antes una donación providencial.

Vetado en el Consell de Cultura

Otro momento duro llegó en 2002. El PP, con Eduardo Zaplana al frente, rechazó que entrara en el Consell Valencià de Cultura (CVC) como hombre de consenso y él, visto el gesto, renunció a ingresar sólo con el apoyo del PSPV. Hubiera reemplazado al cardenal Tarancón, su modelo, pero tampoco hubo suerte.

Optó por el silencio y el sosiego en casa, lugar de paso de muchos sacerdotes. Podía ser una comida y una tertulia o acompañarlo viendo la tele (una anécdota: le encantaba l´Alqueria blanca). «Estoy amortizado», solía decir entre risas, aunque moralmente seguía siendo una referencia.

La fortuna (o llámenle providencia) le tocó en 2009, con el nombramiento de Carlos Osoro como arzobispo de Valencia. El abrazo que el cántabro le dio en su toma de posesión fue un gesto cargado de intención. Ambos comían juntos el pasado domingo en el Palacio Arzobispal y hace seis días, en la última conversación telefónica con este diario, Sanus calificaba de «inmejorable» su relación personal con Osoro.

Un luchador por la liturgia en valenciano

­¿Era Rafael Sanus un progresista? La cuestión de las ideologías es siempre compleja cuando se trata de eclesiásticos. Podríamos decir que en el seno de la Iglesia, el prelado valenciano sí que lo era, en tanto que defensor de la libertad y de una institución eclesial dialogante, abierta al pueblo y respetuosa con el Estado laico. Lo dijo en artículos y entrevistas varias veces.

Pero Sanus se reía cuando le comentaban si era el obispo rojo. «Yo, que siempre he sido de derechas», respondía. Quiere decir que en cuestiones de moral era firme.

Sanus era un hombre del Concilio Vaticano II, abierto al diálogo con todos los sectores de la diócesis. Aunque también era obispo, y esa conjugación parece cada vez más pasada de moda. Como prelado taranconiano, queda Ramón Echarren, obispo emérito de Canarias. Sus otros amigos en el episcopado eran José Vilaplana y el cardenal Amigo.

El último escrito público del obispo de Alcoi fue para defender la liturgia en valenciano, uno de los puntos de discrepancia con Agustín García-Gasco. En un artículo publicado en la revista Saó a principios de este año en un monográfico sobre el idioma pedía a las claras a Carlos Osoro que «no diera largas» y reuniera a los obispos de las diócesis valencianas para iniciar los trámites de aprobación del misal en lengua propia. Sin tapujos, reclamaba que no siguieran «el ejemplo de indiferencia y menosprecio» de la etapa de García-Gasco. Los meses han pasado, Rafael Sanus ha muerto ya y todo continúa igual para la liturgia en valenciano. A la espera de que el arzobispo mueva ficha.

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