En el año 1951 el fotógrafo americano Eugene Smith captó en la intimidad de una casa de Deleitosa (Extremadura) el momento de recogimiento de una familia en torno al cadáver del anónimo Juan Larra. Aquella foto, que se publicó en la revista «Life» con el título de «The Wake (El Velatorio)», mostraba una realidad que la tradición ha prolongado hasta finales del siglo XX, la de velar a los muertos en la intimidad del hogar al que estuvieron vinculados toda su vida.

Sesenta años después, sin embargo, esa tradición es casi un anacronismo. La aparición de los tanatorios ha acabado con estos ritos hasta hacerlos completamente marginales, colocarlos al borde de la extinción y sacarlos de los hábitos y costumbres de los valencianos. La funcionalidad se ha impuesto al sentimiento en apenas dos décadas sin necesidad regular o prohibir determinados comportamientos.

Miguel Escorihuela, presidente del Gremio de Funerarias de Valencia, no cree que en la actualidad se hagan más de un 4% de los velatorios en casa. «Sólo en los pueblos puede darse el caso de que quieran despedir el cadáver en la vivienda», dice, sobre todo si se trata de construcciones de planta baja.

El restante 96% opta por los tanatorios municipales o privados, básicamente por «comodidad y organización» del duelo, de los dolientes y de quienes acuden a dar su último adiós al difunto. Las ventajas son tantas que el 60% de los españoles deja pactado este tipo de despedida en su póliza de seguros, cuenta Escorihuela. Es más, estos servicios se ha convertido en una obsesión para muchos alcaldes por los réditos electorales que generan, añade Pedro Ballesteros, director del Tanatorio Municipal de Valencia.

En lo que casi nadie piensa pero que es una cuestión digna de valorar es la higiene y la vinculación psicológica que se establece entre el lugar y el hecho cuando velatorio se celebra en la intimidad de la morada.

Aunque existen ataudes para mantener el frío de los cuerpos, «lo habitual es que el cadáver se exponga sin protección y, dependiendo de la temperatura, se descomponga muy rápidamente», de ahí que haya que taponar los orificios para evitar la expulsión de líquidos». Y aún así, «si hace mucho calor, eso es difícil de parar», explica Pedro Ballester, que no cree que ésta opción sea la más recomendable desde el punto de vista sanitario.

Vínculo psicológico

Respecto al factor psicológico, el propio director del Tanatorio Municipal de Valencia recuerda que «es muy difícil que la habitación donde se vela el cadáver no se identifique para siempre con la defunción». «Se establece una relación psicológica entre el sitio y el hecho», asegura.

Finalmente, cuando el velatorio se hace en casa «no se publicita mucho» entre los allegados y la gente acude poco a poco a dar el pésame, de manera que «el duelo se prolonga en el tiempo», explica Ballester, quien, por contra, asegura que «si se concentra a la gente en un par de días el duelo se acorta mucho». «La nueva vida empieza antes», apostilla.

En el caso de Juan Larra, su duelo se ha prolongado casi eternamente. Del número de la revista «Life» donde se publicó el reportaje de Eugene Smith se vendieron veinte millones de ejemplares en todo el mundo y la foto «The Wake (El Velatorio)» está considerada como una de las cien mejores de la historia.

Ceremonias civiles

para la despedida

Lo mismo que los velatorios han cambiado de escenario, la escena general de la muerte ha evolucionado hacia ritos y costumbre diversos. Cambian las fórmulas, con clara ascendencia de la cremación, y nacen las ceremonias civiles, las que, sin decirlo expresamente, reniegan de las tradiciones cristianas a las que nos han acostumbrado generación tras generación.

«Como ahora hay gente de todos sitios, nosotros tenemos que hacer de todo», explica Miguel Escorihuela, del Gremio de Funerarias de Valencia. Los principales cambios viene dados por las creencias religiosas. Así, «los testigos de Jehová» optan siempre por despedir el cadáver en su lugar de culto y los árabes suelen preferir la vuelta a su país para ajustarse al rito musulmán. De todas formas, los responsables municipales, conscientes de estos problemas, van cediendo en los cementerios lugares específicos para satisfacer estas creencias.

Por otro lado, hay quienes prefieren una ceremonia civil, exenta de símbolos o proclamas religiosas. Cada vez es más frecuente, relata Escorihuela, que se pida un ataúd sin crucifijo, que se suprima un acto religioso y que en lugar de responso se guarde un minuto de respetuoso silencio por el difunto.

Y como en todo, también hay ayuntamientos que han tomado la iniciativa para facilitar estas ceremonias. En Aldaia, por ejemplo, se ha creado un protocolo para hacer los funerales de manera digna y sin pasar por la Iglesia, exactamente lo mismo que ocurre con un episodio de la vida diametralmente opuesto, las bodas.

«Hay quien tiene la ilusión de quedarse donde ha vivido»

Para encontrar ese 4% de velatorios que todavía se celebran en casa hay que buscar en los pueblos o en los barrios más tradicionales de Valencia. Es difícil incluso encontrar una funeraria que haya realizado alguno de estos servicios en los últimos meses, pero las hay. Amparo Tatay, responsable de la Funeraria Tatay, suele trabajar en las pedanías del sur de la capital (Pinedo, El Saler y El Palmar) y casualmente en los últimos meses ha hecho tres de estos servicios, dos en Pinedo y uno en el barrio de Nazaret. Para ella no es una novedad, pero desde luego no es lo habitual. También en estos enclaves sigue siendo una excepción.

Apego al hogar

«En el caso de Pinedo —explica— han sido personas mayores que han pasado la enfermedad en casa, con hospitalización domiciliaria, y que una vez llegados a este punto se preguntan para qué dejarla». «En estos casos —profundiza— se hace casi por comodidad, en ningún caso se ha hecho por el coste económico, pues además de tener dinero, la tasa del tanatorio tampoco es excesiva, unos 470 euros».

Muy distinto fue el velatorio de Nazaret. En este caso se trataba de una familia gitana donde la tradición está muy arraigada. «Ellos tienen esa cosa, esa ilusión de que quieren quedarse donde han vivido y no son los únicos, porque hace dos años hicimos otro en el Cabanyal y a éste lo llevaron del hospital hasta su vivienda y desde allí al cementerio. Es lo suyo y quieren conservar sus raices», asegura Amparo Tatay.

En el caso de las personas de etnia gitana también influye de manera determinante su vinculación a la Iglesia Evangelista, que tiene ritos diferentes a los de la Iglesia Católica dominante.