Uno de los mayores expertos en balística forense de España, el inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía Ovidio Busta, afirmó ayer que "el 80% de las armas de fuego que se utilizan en España para cometer delitos contra la propiedad son simuladas, pero eso no significa que no puedan matar, ya que existen casos de muerte con pistolas de fogueo y muchas de ellas han sido alteradas para convertirlas en armas de fuego real". Busta, una institución dentro de la policía, fue más lejos: "Además, a simple vista es imposible que la víctima pueda distinguir entre un arma de fogueo y una real".

El jefe de sección de Balística de la Comisaría General de Policía Científica realizó esta afirmación durante la conferencia que impartió ayer dentro del ciclo que esta semana ha acogida la biblioteca Gregorio Maians de la Universitat de València con motivo del 100 aniversario de la Policía Científica.

Ovidio Busta expuso los pormenores de la identificación de armas utilizadas en delitos, basada en las lesiones microscópicas que el disparo deja en el casquillo y en la bala y que es única en cada pistola, lo que permite individualizar en qué asuntos ha estado implicada una misma arma gracias, entre otros elementos, a la amplísima base de datos con que cuenta la policía española y que permite un cotejo de absoluta fiabilidad.

Alabó que España sea un país con escasa costumbre en armas cortas, gracias a la férrea legislación que impide la legalización de armas de fuego cortas como defensa personal -salvo en el caso de miembros de las fuerzas de seguridad, en tiro olímpico y en algún otro caso aislado-, pero advirtió de que el número de armas en circulación ha crecido de manera preocupante desde la entrada en vigor de la ley aprobada en 1993 para adecuar la norma española a la europea.

De hecho, ese nuevo marco legal es el que permite la compra libre de armas de fogueo, cuya inutilización es fácilmente salvable, por lo que muchos delincuentes logran transformarlas en pistolas de fuego real sin demasiado esfuerzo.

Ese incremento del número de automáticas simuladas en circulación ha hecho que desde 1993 hayan aumentado de manera alarmante los atracos con pistola -aunque sean de fogueo- y que los asuntos investigados por las distintos grupos de balística se hayan triplicado, al pasar de menos de 1.000 en 1990, a los 2.850 en 2010.

Un negocio redondo

Además de Ovidio Busta, los asistentes a las jornadas sobre Policía Científica pudieron escuchar con anterioridad al jefe de sección de Criminalística de Valencia, el inspector jefe Ignacio Belinchón, quien enseñó cómo diferenciar los documentos -de identidad, tarjetas, impresos, entradas,...- falsificados de los reales.

Belinchón, que calificó de "negocio rentable y de bajo riesgo" la falsificación, explicó cuáles son los elementos de seguridad con los que el Estado trata de proteger esos documentos y cómo los delincuentes se los saltan, de manera más o menos burda, hasta que los expertos en Documentoscopia de la Policía Científica ponen coto a sus desmanes.

Las jornadas, que han durado tres días, concluyeron ayer tras una mesa coloquio en la que se explicó la importancia de la identificación legal de los cadáveres y cuáles son las técnicas policiales y forenses que permiten llegar a poner -o a intentarlo, al menos- nombre y apellidos a un fallecido en situación violenta o a las víctimas de una catástrofe.

Se encargaron de exponerlo el comisario jefe de la Unidad Central de Análisis Científicos, Antonio del Amo; la inspectora jefa responsable del laboratorio de ADN de Valencia, Rosa Heras; el subdirector del Instituto de Medicina Legal de Valencia, Juan Giner; y el profesor de Derecho Civil de la Universitat de València Jesús Estruch, moderados por la vicedecana de Estudios de la Facultad de Derecho de Valencia.