Cuando hace 70 años Josep Lluís Bausset llegó a la sede de Levante para entregar su primera crónica, ninguno de los miembros de la actual redacción había nacido. Y desde aquel lejano 1942, en que España empezaba a sumirse en la dura posguerra y Stalingrado vivía una de las batallas decisivas de la Segunda Guerra Mundial entre alemanes y soviéticos, Bausset ya no paró de escribir en estas páginas.

Como corresponsal local de l'Alcúdia y su comarca, como cronista de pilota valenciana (desde la Transición) o como incisivo opinador (desde que se jubiló en los años ochenta), el home subterrani llevaba escribiendo en las páginas de Levante-EMV justo la mitad de la historia de este periódico, que acaba de celebrar su 140 aniversario. Bausset era, no hace falta recordarlo, el más veterano de esta redacción. Y aunque él hubiera dicho que "això no té més mèrit que el de no haver-se mort", en su caso hay otro gran factor que explica esta longevidad periodística. Es la ilusión.

Eso lo saben los redactores de Deportes, que cada semana recibían la entrañable página de Bausset. Entre la jungla de Macintosh e internet que configura el paisaje de la actual redacción, sus Impressions de la partida del dissabte de Pelayo todavía llegaban por fax en una hoja mecanografiada, con dos dedos, en una vieja Olivetti. Desprendían el aroma de la historia. Y la leyenda baussetiana aumentaba cuando, al otro lado del teléfono, se oía su firme voz para protestar por un posible retraso en la publicación. Bausset no perdonaba una, porque su ilusión superaba a la de cualquier becario.

El 23 de enero llegó su última crónica de pilota (que terminaba con un profético "I prou") y el 30 de marzo firmaba su última opinión, titulada "Camps: rei del món". En la sala del fax, el ruido de sus crónicas ya se echa de menos.