A diferencia de la sesión de control de las Corts de hace dos semanas, el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, no ocultó ayer su distanciamiento con el portavoz del PP, Rafael Blasco, conseller de Solidaridad en la etapa en que se cometió el presunto desvío de fondos destinados al Tercer Mundo. Si entonces Fabra entró junto con Blasco —con quien había compartido café en el bar de la Cámara momentos antes— e incluso le dedicó alguna palabra durante su intervención, ayer el jefe del Consell entró al hemiciclo al margen del síndic, que sin embargo se pegó a su espalda. La frialdad no era casual. A esa hora, el Consell, según fuentes de toda solvencia, ya sabía que se habían producido detenciones de empresarios, ligadas al caso de presunta corrupción en torno a las ayudas de la Cooperación valenciana. De hecho, el Ejecutivo esperaba que la oposición aprovechara esta circunstancia para lanzar artillería pesada sobre Blasco y sobre el jefe del Consell. Pero no fue así.

Durante la pregunta de Compromís sobre la trama de las ONG, Fabra ni miró al síndic popular, que no obstante aplaudió las intervenciones del presidente y del vicepresidente del Ejecutivo, José Císcar, en las que advirtieron que la Generalitat perseguirá a quienes hayan cometido irregularidades. De hecho, el jefe del Consell dejó claro que los altos cargos destituidos han sido apartados, no simplemente para evitar sospechas y dar ejemplo tras haber sido imputados por el juez, sino porque «han actuado mal». Una tesis que contradice la del propio Blasco, quien insiste en defender la actuación en el ámbito de responsabilidad política (él mismo y su equipo de confianza en la conselleria), mientras que no pone la mano en el fuego en la esfera de la actuación «administrativa».

El síndic popular, sin embargo, demostró oficio y aguardó su momento. Una vez concluida la sesión de control, Fabra permaneció en su escaño unos momentos. Pero cuando se levantó, Blasco hizo lo mismo. El jefe del Consell se giró para marcharse y entonces el exconseller aprovechó para indicarle que se dejaba unos papeles. Fabra los recogió y se vio obligado a volverse hacia el portavoz, que le tendió la mano. Tras un instante de incertidumbre, el titular de la Generalitat se la estrechó. Los fotógrafos frieron a flashes el momento. Y el jefe del Consell, ya enfilando la puerta, todavía puso su mano en el brazo del síndic popular. «La situación de Blasco es insostenible», aseveró en pasillos la diputada de EU Marina Albiol. «Y más, después de pasarse toda la sesión de control con una sonrisa cínica mientras se hablaba de cuestiones muy graves», remató.