Enrique Benavent, que fue el obispo más joven de España, por fin se hace «mayor» del todo.

Sí, ya tengo una experiencia de lo que significa el ministerio episcopal y ahora encaro la novedad que supone estar al frente de un nuevo obispado, que entraña una responsabilidad nueva al servicio de toda la Iglesia y un deseo de seguir adelante en mi vocación de servir al Evangelio y a las personas.

¿De qué tiene más ganas?

De conocer a los sacerdotes, que son los colaboradores más importantes del obispo; conocer a todos los laicos y seglares que tienen un compromiso con la Iglesia; los catequistas, los que trabajan en Cáritas€ De lo que más ganas tengo es de crear una comunidad de fe en la que estemos ilusionados en el anuncio del Evangelio.

En sus primeras palabras ha dicho que no va a actuar como un «déspota». Eso es una autocrítica a la Iglesia en alguna de sus actitudes o un aviso de cambio en la línea del papa Francisco.

Eso es una afirmación que encontramos en la primera carta de San Pedro. Ya San Pedro recuerda a los pastores de aquella primera comunidad cristiana cómo deben guiar al pueblo de Dios. Son unas palabras sacadas literalmente del Nuevo Testamento y deben ser norma permanente de vida para todos los pastores de la Iglesia. Creo que el papa Francisco también nos recuerda a los obispos y a los sacerdotes con qué espíritu debemos guiar al pueblo de Dios. No debemos guiarlo buscando vanidades y honores, sino intentando servir. La auténtica reforma de la Iglesia pasa por que vivamos según este espíritu.

¿Hacia dónde debe caminar la Iglesia en estos tiempos difíciles?

La Iglesia debe perseguir el deseo de servir a las personas. En este momento, la Iglesia ha de vivir su misión con el deseo de servir, no de imponer ni dominar. Se ha de acercar a las personas, estar a su lado, compartir sus sufrimientos y acompañarlas en el camino de la vida.

Su objetivo será mantener las ovejas que tenga en el corral, porque aumentarlas es difícil€

Sí, es difícil, pero un evangelizador, nunca puede conformarse con mantener lo que hay, sino que ha de vivir su misión en el deseo de llevar a la gente a Jesucristo. Si perdiera ese deseo, esa ilusión, habríamos perdido la fuerza para evangelizar. ¿Que hoy hay dificultades? Sí, existen.

Pero nunca nos pueden quitar la ilusión.

Esa dificultades se presentan muchas veces como externas. ¿Pero qué dificultades internas ha de atender la Iglesia?

Las dificultades, evidentemente, no sólo vienen de fuera. También pueden venir de dentro. Sobre todo, cuando los cristianos no somos coherentes entre lo que anunciamos y lo que vivimos. Eso exige un proceso de cambio, de conversión permanente dentro de la Iglesia y de cada uno de los cristianos.

Su primer discurso ha sido íntegro en valenciano. Ahora recuperará su lengua materna para dirigirse a los fieles€

¡No la he perdido nunca! La diócesis de Tortosa es 100 % valenciano-catalano parlante. Media diócesis es territorio catalán, y la otra es zona valenciana. Ésta es la lengua que allí se utiliza habitualmente en la liturgia y la vida eclesial.

¿Y no es triste que se haya de salir de Valencia para poder decir la liturgia en valenciano por la falta de un «missal» propio?

A los pueblos de la diócesis de Valencia donde me han puesto misa en valenciano, donde yo he visto que se habla en valenciano y que el mensaje del Evangelio les llega a todos predicando en valenciano, he predicado, he hablado y he celebrado sin ningún problema. Ahora bien: posiblemente, es más minoritario que en otros lugares.

Estamos en un momento de pobreza máxima. ¿Qué va a impulsar en este frente?

La Iglesia ya está dando respuestas acercándose a las personas que más están sufriendo la crisis. Tiene dos frentes. Primero, acercarse a las personas mediante Cáritas y otras organizaciones que están trabajando mucho por los más necesitados. Y segundo, la Iglesia ha de recordar que en las causas de esta crisis también hay motivos de comportamientos morales en el ámbito de la economía que no han sido todo lo éticos que deberían haber sido.

¿Apunta a familias o banqueros?

Apunto a las estructuras económicas y a las personas que, desde el ámbito de la economía, sólo han actuado con el deseo de enriquecerse. La Iglesia ha de recordar que los principios morales también afectan a la actividad económica y social. No hay salida a la crisis económica sin afrontarla con criterios morales.