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Entrevista | José Manuel García-Margallo

"A la política se ha de ir con la vida resuelta. Solo así eres libre y no un mercenario al servicio del césar"

«El sistema de financiación nos ha perjudicado notablemente. Hay que intentar poner el reloj a cero» - «A mí me encanta Bonig y la situaría en los sectores más centristas del PP. No sé por qué se empeñan en ubicarla en un extremo»

García Margallo.

Dos banderas presiden la fachada del Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Ambas parecen en jaque. Una, la europea, tiene un par de estrellas „Grecia y Reino Unido„ en el alambre. A la otra, la española, la marea independentista catalana pretende arrancarle un retal. Banderes, escribe el poeta valenciano Marc Granell: «Inflamen tots els cors, esclafen els cervells». Cerebro y corazón. Dato y piel, en jerga del PP, es lo que aúna el discurso sosegado, firme, directo, culto pero nada almidonado del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo. El ministro «valenciano», lo llaman, por sus vínculos con la terreta: casa de veraneo en el casco antiguo de Xàbia desde hace treinta años, piso en la Valencia burguesa (calle Ruiz de Lihory) y recuerdos que marcan: al poco de nacer y hasta los nueve años vivió en Benidorm; su primer destino laboral como funcionario fue Castelló; se casó con una valenciana y una hija suya nació en el cap i casal; y ha resultado elegido diputado por Valencia en tres Elecciones Generales. «Soy valenciano por elección, y eso tiene más mérito que por nacimiento», presume él. Tras los cuarenta peldaños que conducen a su despacho, oír el «bon dia, ministre» en el corazón de Madrid le arranca media sonrisa. Él, con su corbata punteada de pequeñas rojigualdas, anima a seguir en valenciano.

Alberto Fabra, Mariano Rajoy por haberlo desginado sucesor de Camps y candidato, o la marca PP. ¿Quién ha sido el principal responsable de la debacle popular en la Comunitat Valenciana?

Yo no personalizaría la relativa derrota del PP en una persona. Digo relativa porque el PP es la fuerza más votada en la Comunitat Valenciana. Tres fenómenos concurrentes explican la caída del PP. El primero es la corrupción, que ha desmoralizado enormemente a nuestros militantes y votantes y es, en buena parte, responsable de la caída. La segunda causa es el impacto de la crisis económica, que ha afectado a los valencianos más que a nadie como siempre que hay recesión o mejora de la economía. Y el tercer fenómeno es el desgaste del poder. Gobernábamos desde 1991 en Valencia y desde 1995 en la Generalitat. Al final copábamos todas las grandes instituciones. Y la gente se cansa.

¿Elegir a Fabra no fue un error?

Yo soy muy poco partidario de responsabilizar a una persona, sea Fabra u otro.

«Qué hostia, qué hostia», dijo Rita Barberá ante un micro abierto la noche electoral. ¿Era merecida? ¿Entiende el cabreo del electorado valenciano?

Claro que lo entiendo, y era perfectamente consciente de que se estaba gestando. La corrupción, la crisis y el cansancio han provocado una irritación y un cabreo en los valencianos que se ha traducido en las urnas.

¿Ése correctivo será saludable para el futuro del PPCV?

Sacaremos lecciones de esta experiencia.

En las televisiones de toda España se oía «mil, dos mil, tres mil, quatre mil?». ¿Llegó a abochornar el PP valenciano?

Hay que dejar que los jueces hagan su labor y prueben si eso es verdad. Pero a mí, cualquier hecho de corrupción me avergüenza enormemente. Todo eso envilece la política y desvía el foco de los problemas que hay que atender. Mi tesis es: cuando surge un caso de corrupción, hay que aplicar cirugía en el acto, extirpar y centrarse en otras cosas.

Pues los cirujanos valencianos tardaron un poco?

¡Pues por eso nos ha pasado lo que nos ha pasado! Si la cirugía no se aplica cuando debes, la cirugía que después tendrás que aplicar será más dolorosa y con un resultado mucho más incierto. Sólo nos falta designar un comité de sabios, con personas del extranjero, para que en un mes nos receten las soluciones que hay que adoptar para atajar la corrupción. ¡Las compramos todas!

Usted se emociona con el himno regional, pero el presidente Ximo Puig insiste en que los valencianos se han hartado de «ofrenar noves glòries a Espanya».

¡Pues yo no me harto nunca! Que una autonomía como la nuestra, con su vocación natural de liderar al conjunto de la nación, ofrende nuevas glorias a España, a mí me parece que está muy bien. Como que España ofrende glorias a Europa. No sé lo que Puig quiere decir con eso?

Se refiere al actual sistema de financiación autonómica, tan perjudicial para los valencianos.

Eso es otra cosa. Ahí tiene toda la razón. El sistema de financiación es extraordinariamente malo y ha perjudicado especialmente a determinadas comunidades, entre ellas la nuestra. No hay duda de que ello ha sido así. Yo he propuesto un sistema de financiación alternativo que debe corregir las injusticias cometidas hasta ahora, ha de obligar a los gobernantes a buscar los recursos necesarios si quieren dar servicios no financiados por la totalidad, y tiene que mantener un cierto equilibrio en la ordinalidad de la redistribución. No puede ser que una comunidad autónoma sea tercera en renta per cápita y pase a la quinta después de la redistribución. Con todo, el sistema de financiación autonómico tiene que modificarse en el contexto de una gran reforma fiscal. Ésa es una operación de gran calado. La única gran reforma importante que no ha hecho este Gobierno es la reforma fiscal.

¿Y por qué no la ha acometido?

Porque estábamos en una situación de crisis económica y lo que había que evitar es que España se convirtiera en Grecia. Pero se han intentado paliar las necesidades básicas de las comunidades autónomas vía FLA, pago a proveedores y financiación a entidades financieras. Eso se ha hecho y no se está diciendo. Pero no desvío la cuestión: el sistema de financiación es pésimo y nos ha perjudicado notablemente.

La deuda histórica que el Estado arrastra con los valencianos es cifrada por los expertos en 13.500 millones. ¿Pagará el Gobierno la deuda valenciana como ha hecho con Andalucía y Extremadura?

Eso está por discutir. En mi opinión, hay que contemplarlo todo: la deuda, el FLA, el pago a proveedores, la ayuda a entidades financieras. Y, así, intentar poner el reloj a cero. Si de todo ello resulta que ha habido un perjuicio económico, hay que repararlo.

¿Y el presidente Rajoy está por la labor?

Háblelo usted con el presidente.

Usted tiene más acceso?

¡Yo barro la esquina que me toca y bastante tengo ya!

¿Qué opina de Ximo Puig?

Yo le tengo simpatía a Ximo Puig. Es un político avezado y lo conozco de cuando trabajó con Lerma, con quien he tenido muy buena relación siempre. Porque yo entiendo mal la política sectaria o de partido. Como eurodiputado, nadie en la Comunitat Valenciana me ha pedido algo que yo no haya intentado conseguir en Europa.

¿También es de los que meten al Compromís de Mònica Oltra en el saco de las fuerzas emergentes peligrosas, del enemigo político número uno para el sistema?

Compromís no responde a los parámetros en los que nos hemos movido las fuerzas políticas tradicionales, ni en España ni en Europa. La emergencia de estas fuerzas en un fenómeno europeo. Ya ocurrió en otros tiempos. Después de la Primera Guerra Mundial y la emergencia de los movimientos comunistas, se produjo una desconfianza hacia los partidos tradicionales. Estos no sirven, hay que inventar otros. Eso nos llevó a movimientos de extrema izquierda y de extrema derecha que desequilibraron Europa. El fenómeno se agudizó tras el crack de 1929. Compromís no responde a lo conocido. Y la historia nos enseña que, en Europa, todo ha avanzado cuando las dos grandes fuerzas, democratacristianos y socialistas, se han puesto de acuerdo. Compromís está fuera del esquema tradicional.

¿Y le asusta su avance?

Sí, claro.

¿Por qué?

Porque lo dicta la experiencia. Stefan Zweig escribió que, antes de la Primera Guerra Mundial, Europa vivía la edad de oro de la seguridad. Hasta 1914, nadie creía que una guerra fuera posible. Y cuando surgieron estos movimientos, pasamos de la edad de oro de la seguridad a la edad de oro de los extremismos. Y a mí los extremismos siempre me han asustado. Creo que la política es compromiso, entendimiento, consenso en las líneas fundamentales y líneas rojas que no se pueden superar. Y Compromís me asusta.

¿Teme un «sarpullido» nacionalista en la Comunitat Valenciana de Joan Ribó, Mònica Oltra y Ximo Puig o, como conocedor del terreno, lo descarta?

Yo viví la época de 1977 en Valencia. Discutir ahora las líneas básicas sobre las que hemos articulado la convivencia en la Comunitat Valenciana me parece extraordinariamente peligroso. En aquel momento, lo que se llamó la Batalla de Valencia fue un tema de diferencias lingüísticas entre valenciano y catalán, sobre nuestras señas de identidad por la bandera con blau o la quatribarrada catalana, por la existencia o no de unos Països Catalans?

Pero nada de todo eso está encima de la mesa ahora mismo?

Bueno, y espero que no se ponga encima de la mesa. Pero es como la fábula de Esopo sobre la rana y el escorpión: la rana no quiere cruzar el río con el escorpión encima por si le clava el aguijón. «No haría eso porque moriríamos los dos», le responde el escorpión. Pero en mitad del río se lo clava y le dice a la rana: «Lo siento, está en mi naturaleza».

¿Y cree que todo aquello está en la naturaleza de Compromís?

Los programas que he conocido de este movimiento se inspiraban en esos principios. Espero que tengan el sentido común de aparcarlos y de no crear una fragmentación de la sociedad como en Cataluña. No querría eso para la Comunitat Valenciana. Sacar ahora un conflicto identitario me parecería peligrosísimo.

Carolina Punset afirmó que «allá donde triunfa la inmersión lingüística» se vuelve a «la aldea». Al PP ya lo pasan hasta por la derecha?

No me parece justo plantear eso en términos de derecha e izquierda.

¿Le gustó esa frase?

Lo que no me gusta es que resucitemos el conflicto lingüístico como parte de un problema identitario que divide y fragmenta a la sociedad. Hay dos principios. Primero, tenemos que preservar las lenguas de nuestras comunidades autónomas, porque las lenguas tienen derecho a ser enseñadas, difundidas y potenciadas en el exterior. Y segundo, respetar un principio de libertad: quien quiera recibir su enseñanza en una determinada lengua ha de tener ese derecho. Además: la Comunitat Valenciana no es Cataluña. En la Valencia del interior y desde Biar hacia el sur predomina el castellano.

¿Es Isabel Bonig la persona adecuada para pilotar el post-fabrismo? ¿Qué opinión le merece?

A mí me encanta Isabel Bonig, en contra de lo que se ha dicho. Siempre he apostado por Isabel Bonig.

«La Thatcher valenciana», la llaman?

No creo que lo sea. Thatcher vivió la etapa histórica posterior a la guerra del petróleo, de Milton Friedman y los Chicago Boys, del inicio del liberalismo rampante: lo que se llamó la Revolución Neoconservadora de Reagan y Thatcher. ¡Bonig no piensa en nada de eso! Con la globalización y la crisis financiera y energética, el modelo económico se debe basar en tres principios: la eficiencia económica „que es lo único que importa el thatcherismo„, la inclusión social y la responsabilidad medioambiental. El modelo actual, necesariamente, ha de ser distinto al que pilotó Thatcher. Pero es que, insisto: a Isabel Bonig, por lo que he hablado con ella, yo la situaría en los sectores más centristas de este partido. No sé por qué se empeñan en ubicarla en un extremo?

Quizá por su contundencia en la comunicación?

Mire: yo soy de extremo centro y soy extremadamente contundente. Cuando veo una lámpara digo que es «una lámpara», no digo que es «un artefacto que sirve para iluminar objetos?».

En su partido hay muchos de los del artefacto lumínico?

Bueno, pues terminan antes y cansan menos si dicen que es una lámpara. Se puede ser de centro y explicar las cosas claras. Ser de centro no significa ser pastelero. Bonig es contundente y me parece muy bien: cuando uno cree en las cosas, las dice y las confronta.

Para las Generales, ¿usted encabezará la lista del PP por Alicante o le gusta más la lista de Valencia como ya hizo en los 80 y 90?

¡Yo tengo 70 años! Llevo pagando impuestos y Seguridad Social desde que tengo 23, cuando gané las oposiciones a inspector técnico fiscal del Estado. Por tanto, creo que tendría derecho a un retiro digno. Ahora bien: si el presidente cree que tiene que llamar a los reservistas, y el partido en la Comunitat Valenciana considera que los reservistas todavía podemos ofrenar noves glòries a Espanya, yo estaré donde me pidan.

¿Eso es Alicante o Valencia?

Tengo casa en las dos provincias. Estaría encantado de ir por cualquiera de los dos sitios, si es que tengo que ir. Pero yo no me peleo por nada. Mis ambiciones políticas están más que colmadas. He sido canciller de España en un momento muy complicado.

Carlos Fabra y Rafael Blasco entre rejas. ¿Son el símbolo de una época de excesos o le parecen una excepción aislada con cordón sanitario?

Todo eso es una excepción en el PP y en toda la clase política española. Lo que ocurre es que es muy llamativo?

Y muy vergonzoso?

Y muy vergonzoso, sí. Pero hay muchos políticos que están perdiendo una gran cantidad de dinero por servir a los demás. ¡Conozco a gente que está ganando la quinta parte de lo que cobraría en su profesión! A veces me preguntan qué pinto yo en este mundo habiendo estado graduado en Harvard. Pero es lo que me gusta.

Ahora ha estallado la Púnica. Parece que la pesadilla de la corrupción nunca acaba. Alguien debería enviarle a Rajoy un mensaje: «Mariano, sé fuerte».

No tengo ni idea de las ramificaciones de la Púnica. Me dicen que no hay nada en la Comunitat Valenciana y que no preocupa. Eso me dicen?

Por cierto: ¿Querer cambiar las leyes electorales, como pretenden, después de una gran derrota no huele a mal perdedor?

Es una reforma que teníamos que haber hecho?

Pero se plantea ahora?

Lo que pasa es que cuando has estado concentrado en lo que urgía, no has podido atender determinadas cuestiones. Lo hemos planteado antes de las elecciones y no para que se haga antes de las Generales. Después del 27-S usted mismo me dará la razón: habrá un parlamento catalán extraordinariamente fragmentado y muy poco manejable en términos políticos, cuando la estabilidad política es imprescindible para afrontar los retos. ¡Es que vamos a tener unos toros del demonio!

Y esos retos se manejan peor a la italiana?

Felipe González „con quien me llevo muy bien, lo cual me comporta reproches de algún sector de mi partido„ dice que vamos a ir a un resultado electoral italiano pero sin italianos. Cada pueblo tiene una idiosincrasia. Esta semana estuvo aquí Miquel Roca. Hablamos de que con la Constitución quisimos evitar los errores que frustraron la esperanza del pueblo italiano, que fue la fragmentación de su parlamento. Por eso hicimos una ley electoral que facilitara las grandes mayorías. La suerte fue que el pueblo español elegía partidos que estaban en el centro de la escena y se turnaban pacíficamente. Ahora, con la fragmentación del mapa (dos grandes partidos, más dos emergentes, más los nacionalistas) puede surgir un escenario ingobernable.

¿El miedo de España a una hipotética independencia de Cataluña puede ser el balón de oxígeno para que el PP, pese al paro y la corrupción, logre un buen resultado electoral en las Generales?

No sé si hay miedo. Lo que sí sé es que no va a haber independencia. Y el paro y la corrupción los hemos afrontado.

¿Pero electoralmente les puede beneficiar este clima?

Rajoy no haría nunca algo que crea que no debe hacer por rédito electoral. Pongo la mano en el fuego por que no tomará una decisión por cálculo electoral, sino porque piense que es bueno para la nación.

¿Se imagina la autonomía de Cataluña suspendida?

Lo que sé es que no va a haber independencia.

No le pregunto eso. ¿Imagina la autonomía catalana suspendida?

Lenin decía: «Sólo los tontos discuten los hechos». Y es que la Constitución Española tiene un repertorio de medidas para reparar una violación de la legalidad. Y la declaración unilateral de independencia no necesita del artículo 155, que es por lo que usted me está preguntando. Basta con una sentencia del Tribunal Constitucional. Si están haciendo otras cosas, habrá que ir con proporcionalidad a restaurar la legalidad. Lo único que no puede ocurrir es que la ley se infrinja. Y sobre el 155, eso lo está alimentando Artur Mas.

¿Artur Mas?

Sí. Mas vive en, para y dentro del conflicto. «Más madera que es la guerra», que decía Groucho Marx. Porque si él se sale del conflicto, tendría que explicar los años de gestión de su gobierno, la corrupción de su partido, qué soluciones propone para los problemas que tiene Cataluña, etc. Tendría que discutir, en serio, cómo ve una Cataluña independiente fuera de la ONU, fuera de la Unión Europea y con una deuda gigantesca. Pero todo eso se difumina mientras arroje leña al fuego. Una vez se disipe todo, se verá lo de otra fábula: que el rey está desnudo. Por eso Artur Mas alimenta la teoría de que estamos contemplando suspender la autonomía. No estamos contemplando la posibilidad de suspender la autonomía. Lo que estamos, no contemplando, sino afirmando, son dos cosas. Primero, que no se va a infringir la legalidad. Y segundo, que las decisiones que afectan a todos se deciden entre todos. Y la unidad nacional corresponde al pueblo español en su conjunto. El feudalismo y la soberanía feudal terminó. La soberanía es nacional y pertenece al pueblo. Ya lo cantaban los revolucionarios franceses?

Entre Marx, Lenin y la Revolución francesa está?

¡La vida siempre es revolución!

Dicho por una persona ácrata y de centro?

Ácrata no soy; soy librepensador, que es distinto. Kennedy fue revolucionario. Su gran discurso sobre la «Nueva Frontera» dijo: Los tiempos han cambiado, las viejas recetas no funcionan, estamos en un mundo nuevo y hay que buscar nuevas soluciones. Vuelvo a Karl Marx: si el mundo ha cambiado y cambia el escenario económico, hay que cambiar la superestructura política. Keynes lo decía de otro modo: «Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión, ¿y usted qué hace?». Pues adaptarse a los tiempos. Lo otro es una barbaridad. ¿Hacer diligencias ahora? No, trenes de alta velocidad.

Usted, antiguo miembro de las Juventudes Monárquicas, ¿cómo entiende la oleada simbólica contra la Corona en distintas ciudades españolas? ¿Es injusta, improductiva, coherente o todo a la vez?

La veo mal. A los 16 años, viviendo en el País Vasco, me sumé a las Juventudes Monárquicas porque entendí que la monarquía, en un país tan centrífugo como el nuestro, era garantía de unidad. Siempre creí que la sucesión a la dictadura debía ir precedida por la reconciliación nacional, y eso es lo que pedía don Juan de Borbón en 1945. Por esas dos razones soy monárquico. Creo que la monarquía sirve a España y es la fórmula que mejor le va. Y como ministro de Exteriores, me he dado cuenta de lo que ayuda la Corona a vender la Marca España. Por esas razones tenemos que respetar nuestros símbolos. En cambio, somos probablemente el país que menos los respeta: bandera, himno? Esta juerga de empezar a quitar símbolos me parece una memez.

El nacionalismo catalán cotiza al alza, pero del nacionalismo español apenas se habla. ¿Usted se siente nacionalista español o eso se llama patriota?

Nunca he sido nacionalista: siempre he defendido la cesión de soberanía a las instituciones supranacionales. Yo soy un federalista porque creo en los Estados Unidos de Europa. ¡Soy todo lo contrario a un nacionalista! Ahora bien: siento a España profundamente, tengo pasión por España, mi razón de estar en política es España. Pero yo a eso no lo llamo nacionalismo; lo llamo patriotismo. Y luego hay otro motivo para no ser nacionalista.

¿Cuál?

En mi opinión, sólo hay una división clara entre los movimientos políticos: los que colocan al hombre como centro de la política, y los que entienden que el individuo debe estar subordinado a una idea superior, llámese nación, raza o clase social. Ahí, el hombre desaparece en su individualidad para ser un instrumento o una pieza al servicio de una idea superior. Yo soy un humanista cristiano: el hombre debe ser el centro de la política. Por eso no puedo ser nacionalista. Pero soy patriota, ¿eh? ¡Y un huevo de patriota!

Los políticos de hoy juegan a no ser políticos. ¿Qué le parece?

Hacer una lista sin políticos es como un Barça sin futbolistas: ¡una idiotez! La política debe estar desempeñada, fundamentalmente, por políticos. Yo creo en la teoría de la excelencia para la política: debería estar a cargo de los mejores en cada campo?

No ocurre eso?

No ocurre eso.

¿Por falta de remuneración?

Sé que no es políticamente correcto, pero nunca he creído en la ley de incompatibilidades. Tú no puedes pedirle a un buen médico de Valencia que cierre su clínica durante cuatro años para venirse al Congreso o al Senado. ¡Eso no funciona! Tienen que haber unas reglas para que no haya conflictos de intereses. En cambio, has de permitir que exista permeabilidad con la sociedad. Eso sí: a la política se viene cuando uno tiene su vida resuelta. La política no es una forma de resolver tu vida. Una vez tienes resuelta tu vida, solamente entonces, te puedes dedicar a la política. Porque únicamente cuando lo haces en esas circunstancias eres un librepensador, no un mercenario al servicio del césar intentando anticiparte a su opinión para no perder el puesto o lograr otro mejor. Yo, si no hubiera entrado en política, habría seguido en el Tribunal Económico-Administrativo Central y seguiría veraneando en Xàbia igualmente. Eso te da una independencia de criterio y una gran libertad en las decisiones.

Ha mencionado a Marx, Mao, Lenin, Thatcher, Kennedy. Por curiosidad: ¿Qué personaje histórico le hubiera gustado ser?

Le pareceré muy pedante, pero estoy bastante contento conmigo mismo (risas).

¡Un poco pedante sí parece?!

A mí siempre me ha fascinado Hernán Cortés, a quien no se le ha hecho justicia ni aquí ni allí: genio militar, genio político, genio administrativo, genio cultural, pues era de los pocos que sabía leer? Y Kennedy también me apasionó, quizá porque coincidió con mi juventud.

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