El problema de Cataluña y la defensa de la unidad de España cobró ayer un inusual protagonismo en la tradicional Procesión Cívica del Nou de Octubre, a la que no faltaron, en cualquier caso, el fervor por la Senyera y los abucheos e insultos a los dirigentes políticos. El calor fue otro de los protagonistas, lo que contribuyó, a pesar del puente, a que las calles estuvieran especialmente concurridas.

Ya en los prolegómenos de la procesión se intuía cuál sería el signo de la marcha. Aplausos a la Policía Nacional, más banderas rojigualdas que de costumbre y un cerrado aplauso, sin un sólo silbido, al cortó himno nacional que sonó cuando la Real Senyera, erguida como manda la tradición, bajó hasta el suelo de la Plaza del Ayuntamiento para iniciar la procesión.

Allí abajo la esperaba su portadora este año, la portavoz de València en Comú, María Oliver, a la que acompañaban en comitiva el alcalde, Joan Ribó, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, la vicepresidenta, Mónica Oltra, el presidente de las Corts, Enric Moreras, y el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, acompañados por la práctica totalidad de la corporación municipal y de los miembros del Consell.

Como es habitual, el primer tramo de la procesión hasta la Plaza de la Reina fue el más complicado. Los insultos, abucheos y peticiones de dimisión de los grupos anticatalanistas a los «nacionalistas» de Compromís, se cruzaron con los aplausos que venían precisamente de los seguidos de esta formación. Y entre medias se coló un grupo de ultras del Valencia CF que provocaron el momento de más tensión de la marcha junto con los miembros de un diluido Grup d´Acció Valencianista (GAV).

Simultáneamente se deslizaban constantes vivas a España y cánticos en favor de la unidad nacional. También mensajes a los políticos, como el que identificaba a los líderes independentistas catalanes con los nazis.

Al encarar la calle de la Paz la procesión fue otra. Muchos aplausos a la Senyera y menos insultos. Más fervor y menos odio. Y algunos gritos de ánimo a María Oliver, que llegó al Parterre sin problemas para llevar los 18 kilos de bandera. Allí se produjo la ofrenda floral a la estatua de Jaume I, cuya entrada en València da sentido a esta fiesta y a esta procesión. Y luego se abordó el tramo de vuelta por la calle las Barcas.

Incidente con Podemos

Aquí es donde generalmente hay más incidentes y este año no fue distinto. Miembros de Podemos denunciaron que un grupo de ultras les rodeó, insultó y escupió hasta el punto de hacerles abandonar la marcha escoltados por las fuerzas de seguridad.

Fue, en cualquier caso, uno de los pocos incidentes de la procesión, como resaltó el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues. Ni banderas preconstitucionales, no símbolos nazis, ni agresiones. Sólo política, tensión política, algo que tanto el delegado como el propio alcalde enmarcaron dentro de la normalidad y la libertad de expresión.