La Audiencia Provincial de València lo había condenado a 29 años de cárcel por violar de forma continuada a las dos hijas de su expareja, cuando éstas apenas tenían siete y nueve años. No obstante, la defensa recurrió la resolución y tras considerar insuficiente el testimonio de las menores recogido a través de la cámara Gesell, exigió que las víctimas declararan en el juicio. El Tribunal Supremo estimó que partes del testimonio no se escuchaban correctamente y que ello podía incurrir en una indefensión del acusado y ordenó repetir el juicio.

De esta forma, el acusado, de 56 años y vecino de un municipio de l'Horta cuyo nombre omite Levante-EMV para preservar el anonimato de las víctimas, se sentó ayer de nuevo ante el tribunal para responder por sus presuntos delitos y, lo que es peor, las menores tuvieron que acudir a revivir su dolor mientras eran interrogadas por la defensa del procesado. Ambas relataron, visiblemente afectadas, los episodios sufridos, tanto las agresiones sexuales y los tocamientos, como el maltrato al que sometía presuntamente su padrastro a su madre.

Asimismo recordaron cuando éste les sacó una pistola o cómo mataba pájaros delante de la menor de ellas. De igual modo tuvieron que rememorar otro hecho, pese a que ya lo había relatado su madre en su declaración: cuando el acusado mató a un perro que había mordido a una de las niñas y lo metió en el congelador.

Niega todos los cargos

Por su parte, el acusado, que se enfrenta a una pena de 40 años de prisión según la petición de la Fiscalía, trató de desacreditar el testimonio de las menores alegando que estaban condicionadas por la madre. «Es puro arte dramático y la profesora es ella», llegó a decir atribuyendo la denuncia a una venganza de su expareja tras la ruptura sentimental y a un intento de ésta «para sacarle dinero». Respecto al delito de exhibición de material pornográfico a las menores, por el que también está acusado, negó haber visto porno con las hijas de su compañera. «Ellas saben mucho de sexo porque lo ven en la serie 'La que se avecina'», espetó.

Respecto a la relación que tenía con las hijas de su pareja, el acusado asegura que «le querían como a un padre». «Me comían a besos», dijo. En cuanto a las armas de fuego que tenía, argumentó que una era un revólver de cuando actuaba como estríper y la otra afirma habérsela encontrado y haberla guardado «defensa personal» ante posibles robos.

Las expertas del Instituto de Medicina Legal de València, que declararán en la próxima sesión del juicio, ya ratificaron en su día sin resquicio alguno de duda que el relato de la víctimas es coherente y carece de cualquier tipo de fabulación. De ahí que la Audiencia Provincial de València condenara inicialmente al acusado a 29 años de prisión.

Fallos en el audio

No obstante, el Tribunal Supremo anuló la sentencia después de estimar el recurso del acusado, al entender que se había denegado el medio de prueba solicitado por la defensa para que las víctimas declarasen como testigos en el juicio. Según argumentaba, para considerar legítima la exclusión de la presencia del menor en la vista oral y considerar como medio de prueba válido, la declaración de las víctimas antes del juicio debe de ser grabada «para que el tribunal pueda comprobar que se ha preservado el derecho de la defensa a haber formulado preguntas a la menor bien de forma directa o indirecta a través de un experto».

En este caso en concreto la sala estimó que la prueba preconstituida no había sido correctamente grabada, ya que el audio no podía escucharse nítidamente en determinadas preguntas.