Ana Valero es bióloga por la Universitat de València y doctora por la Universtat de Lleida, título que consiguió en 2007. Actualmente lidera un proyecto en la Fundación Sant Joan de Deus, de Barcelona. Lleva años investigando en el campo de la Microbiología en diferentes países europeos, además de España.

Es la portavoz en la Comunitat Valenciana de la Federación de Jóvenes Investigadoras (FJI-Precarias) y, además, una de las científicas que ha solicitado las ayudas del plan GenT que la Generalitat ha puesto en marcha para conseguir el retorno del talento que se vio obligado a emigrar por la falta de apoyo económico a sus proyectos hace unos años. Un total de 83 investigadores optan al medio centenar de ayudas quehará públicas la Conselleria de Educación este año.

Cuando terminó su doctorado, Valero se incorporó como investigadora visitante en la Universitat de València, pero en 2009, como centenares de sus compañeros, se vio obligada a hacer las maletas y marcharse al extranjero.

Durante tres años y medio trabajó en un grupo de investigación de la Universidad de Edimburgo (Escocia), con un contrato postdoctoral y una beca Marie Curie. Ahora, con más de diez años de experiencia en investigación, quiere regresar.

En concreto, ha solicitado la modalidad Investigadors Doctors d'Excel·lència (Cidegent) dentro del Plan GenT, destinada a doctores y doctoras con un mímino de tres años de experiencia en centros de prestigio internacional.

Asegura estar «bastante satisfecha» con los critrerios de evaluación de méritos que marcan las bases de la convocatoria para otorgar las ayudas. Se animó a presentarse porque «para investigadores como yo, con más de 10 años de experiencia postdoctoral, las ayudas del Consell constituyen la última alternativa de retorno».

La doctora cree que este apoyo supone «un fantástico reclamo para llamar la atención de los investigadores emigrados» y considera que la cuantía económica (70.000 euros en su caso) «es buena».

Sin embargo, no esconde el miedo que existe entre el colectivo a lo que pueda pasar una vez finalicen los contratos. Se puede dar el caso que tras cuatro años de trabajo el investigador se vuelva a ver en la misma situación que le llevó a marcharse fuera de la Comunitat Valenciana en su día.

Eso y el no encontrar instituciones dispuestas a cofinanciar los proyectos, como marcan las bases de las ayudas, están haciendo dudar a más de uno si pedir o no el acceso a las mismas. «El fantasma de la estabilizacion fallida es un temor que sigue ahí», reconoce. Pese a ello, hay más solicitudes que plazas.

Otro investigador, Domingo Carlos Salazar, considera que, pese a que apoya la filosofía de la medida «hay cosas que se pueden mejorar». Este investigador de la rama de prehistoria cuenta con amplia experiencia en centros internacionales de prestigio como el Max-Planck Institute for Evolutionary Anthropology de Leipzig, entre otros.

Pese a ello, no ha podido presentar la solicitud debido a que se requiere una cofinanciación por parte del centro receptor, el cual, en muhcas ocasiones (como es el caso de la Universitat de València), se niega a hacerlo, salvo que el grupo o el departamento en que se va a integrar el científico disponga de fondos propios para ello. «Pedir que los centros receptores cofinancien parte de los contratos es una barbaridad que excluye a muchas áreas de conocimiento», asegura.

Ante esta tesitura asegura que «a quienes venimos de áreas como la mía, no se nos tiene en cuenta nuestro currículum ni trayectoria investigadora, se nos cierra las puertas a presentarnos». No en vano, Salazar es licenciado en Medicina y en Historia, así como Máster en Patrimonio Cultural y Medicina Forense. Es poseedor de un DEA en Fisiología, además de ser doctor. Actualmente es Ikerbasque Fellow en Euskadi. Su área de trabajo específica en prehistoria es la arqueología biomolecular

Así, el investigador propone que para próximas convocatorias se elimine el requisito de la cofinanciación, abriendo así la puerta a que sean sólo los méritos del solicitante y su propuesta de proyecto científico los que cuenten para poderse presentar, «y no la arbitrariedad económica en que se encuentra cada área de conocimiento en nuestra comunidad»

Evitar el enchufismo

Andrei Muller, rumano, realizó parte de su tesis doctoral en València. Se enamoró de la Comunitat Valenciana y, pese a disponer de un postdoctorado en Francia, decidió quedarse mediante una beca Marie Curie que le permitió formar parte de un proyecto de investigación en la Universitat Politècnica entre 2013 y 2017. Tras ello se fue a Suiza, donde actualmente trabaja en la Swiss Federal Institute of Technology in Lausanne. Su intención es regresar a València.

Cree que la iniciativa del Consell para repatriar talento «es fantástica» pero, a su entender, «debería ser una comisión internacional la que eligiera a los beneficiarios para evitar el enchufismo». Cree que en la C. Valenciana hay «mucho potencial» y que hasta ahora «el sistema local no ha apoyado a los mejores».