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Testimonio

"Fue muy traumático, yo quería suicidarme"

Un joven valenciano cuenta su experiencia tras asistir a terapias reversivas tras la coacción y rechazo de su familia a su homosexualidad

"Fue muy traumático, yo quería suicidarme"

«Las instituciones religiosas, a puerta cerrada, hacen estas cosas. La sociedad no es consciente del daño que causan», expresa Alberto -nombre ficticio utilizado para preservar su anonimato-. Se refiere a las controvertidas terapias de reversión que persiguen la «curación» de la homosexualidad, que han saltado a la actualidad tras destaparse un caso en el Obispado de Alcalá de Henares, que dirige el valenciano Juan Antonio Reig Pla. Diversas diócesis en las que ejerció como obispo fueron escenario de ese tipo de prácticas.

El «traumático» periplo de Alberto, como él mismo manifiesta, empezó hace diez años cuando sus padres fueron conscientes de su orientación sexual y le coaccionaron para que asistiera a las ya mencionadas terapias. «Cuando se enteraron de que era gay, me prohibieron hablar de este tema con la gente, pensaban que así sería más fácil volver a llevar una vida normal y revertir el proceso». Fueron, según relata, unas semanas muy difíciles en las que sus progenitores le sugerían de forma reiterada que visitara a algún especialista e, incluso, le forzaron a tener novia. «Hicimos un pacto en el que yo prometí intentarlo, pero no tardé mucho en dejar a mi pareja y rebelarme», recuerda.

Una reivindicación que supuso un punto de inflexión, pues sus padres y hermanas le excluyeron de la vida familiar. «Siempre había sido el hijo ejemplar, sentía que estaba defraudándolos. Consideraban que yo había roto la confianza, así que renegaron de ser mis padres. Su implicación se limitó a ofrecerme un techo donde dormir y un plato de comida. A veces ni eso», apunta.

De este modo, en su primer año como universitario tuvo que enfrentarse al rechazo de su familia, cuya «testarudez» le condujo a aceptar sus exigencias y someterse a una terapia de reversión. «Nadie me hablaba, estaba viviendo un infierno en casa. Tras una semana de ostracismo, di mi brazo a torcer». Pese a ello, él nunca consideró que necesitase ayuda de ningún profesional, «todo el mundo me cuestionaba, pero yo nunca lo hice».

Terapias reversivas

Su familia le remitió a la consulta de un psiquiatra valenciano, según explica Alberto. Tras cuatro sesiones, sus padres -quienes le instaron a acudir a esta terapia reversiva de iniciativa privada y, por tanto, de pago- le impidieron volver.

Su voz se entrecorta al recordar aquellas intervenciones, las mismas de las que afirma que «nadie acude allí voluntariamente y con libertad, sino coaccionado». Una década después, asegura que «estas terapias llevan al engaño», pues «su eficacia no está demostrada» y solo se basa en «hacer que odies tu homosexualidad».

«Él -médico psiquiatra que actualmente ejerce en las consultas externas de un hospital público valenciano y exprofesor de la Universidad Católica de València- sabía todo de mí antes de que yo empezara las sesiones, utilizaba mis miedos y puntos débiles para lograr sus objetivos», esgrime. «Me repetía constantemente que iba a ser un infeliz toda la vida», recuerda. «Yo era muy joven -tenía 18 años en aquel momento- y no contaba con argumentos de peso para rebatirle».

«Soy tu amigo»

Tal como relata Alberto, el psiquiatra acaparaba la totalidad del discurso, impidiendo su intervención. «Hablaba solo él, no había espacio para la participación. Las pocas veces que conseguía manifestar mi opinión, él me frenaba cortante reclamándome atención». Un hecho, según asegura, que siempre iba acompañado de una coletilla que no ha conseguido olvidar: «Hazme caso a mí que soy tu amigo y haz caso a Jesús».

Entre las temáticas abordadas, Alberto destaca la culpabilidad y la frustración. «Repetía que con la homosexualidad nunca se llega al amor, solo a la culpa y al pecado». Un sentimiento que responde, según afirma Deme Orte, coordinador de Xarxa Cristiana, a una concepción católica. «La religión cristiana se ha fomentado en la culpabilidad, sobre todo con el concepto de pecado», explica.

Este exsacerdote defiende que esa teología basada en la confesión y penitencia es «muy discutible». «No necesitamos pedir perdón porque ya estamos perdonados por Dios de antemano, él no condena». En este sentido, denuncia que «eso ha sido una invención humana en su tendencia a la santidad, perfección y pureza», cuestiones que Orte cataloga como «etéreas». Es por ello que considera las terapias reversivas «un disparate en el sentido antropológico». «Lo que no llega a entender todavía la Iglesia es que la homosexualidad es una cuestión personal perfectamente normal», reivindica el exsacerdote. Una línea ideológica radicalmente opuesta a la planteada por el psiquiatra valenciano que tiñó de tragedia la juventud de Alberto. «Durante semanas lo único que hacía era llorar. Fue muy traumático, quería suicidarme», lamenta.

Solo la independencia económica le permitió cambiar su vida. Tuvo que poner tierra de por medio, trasladarse a otra ciudad y olvidar el pasado. El testimonio de las personas que asistieron a las terapias del obispo Reig Pla le ha animado a contar su historia con la esperanza de servir de ayuda, pues afirma que el psiquiatra valenciano todavía practica estas sesiones homófobas.

Por su parte, Deme Orte manifiesta que «la visión cristiana de Jesús plasmada en el Evangelio muestra compasión y sensibilidad respecto a las personas vulnerables». En este sentido, «lo cristiano sería la compasión y misericordia ante el sufrimiento de las personas por el motivo que sea. Nada de represión, más bien comprensión y apoyo», asegura. «Todo lo que se sale de la normatividad, todo lo que es minoritario se reprime y eso sí que no es normal», concluye tajante Orte.

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