Es un tema en el que soy pesado hasta la extenuación, pero es que no puedo evitarlo. En los últimos días están volviendo a aparecer mapas sobre la influencia en los cultivos del calentamiento global, tanto por desaparición de los mismos en algunas zonas, como por instauración en algunas que no los tienen. Concretamente, cultivos como la viña para vinificación siempre aparecen representados entre los que pueden sufrir estas variaciones. Es una regla de tres muy simple, si las temperaturas suben y las precipitaciones bajan, las zonas productoras de vino clásicas en el entorno mediterráneo, entre ellas las españolas, se verán perjudicadas, y no es extraño oír noticias de grandes bodegas que compran tierras pensando en el futuro climático en zonas ahora no del todo apropiadas. De la misma forma, algunos mapas muestran cómo zonas del centro e incluso norte de Europa se pueden convertir en zonas magníficas para producir uva y también vino. Esa simple regla de tres olvida un detalle en el que me hizo caer un colega del grupo de whatsap que vive ahora en Polonia, en la que según algunos se podrá llegar a cultivar vino como si tal cosa por el aumento de temperaturas. Como él mismo me indica, con muy buen criterio, qué más da que suban las temperaturas medias, que los inviernos se acorten y los veranos se alarguen, si de forma relativamente frecuente pueden venir unos pocos días con heladas severas en épocas en las que pueden dañar este u otros cultivos similares. Los extremos, tanto en temperatura como en precipitación, también definen los climas, y conviene insistir en que para actividades como el turismo, pero sobre todo la agricultura, son determinantes, porque una única mala noche de helada o un pedrisco de unos minutos lo arruinan todo, y eso no sale en los valores medios. Puede estar bien concienciar amenazando de la desaparición de productos tan culturales como el vino, pero conviene no simplificar tanto las cosas porque se incurre en amenazas que no se van a cumplir. Otra cosa es apuntar hacia el aumento de situaciones extremas con el cambio climático, que son evidentemente perjudiciales para todos los cultivos. En este sentido, no olvidemos la bajada de temperaturas en abril y mayo en muchas zonas vinícolas de Europa, como en Francia o Italia, que ha obligado a encender hogueras para salvar las viñas, produciendo por cierto una cantidad ingente de CO2 y otro tipo de gases.