«Salimos anoche [por el jueves] de mi casa por el miedo a quedarnos atrapados, los sillones y el 'frigo' estaban flotando», era ayer el testimonio de una vecina de Orihuela, María José, mientras observaba desde un extremo de la calle Meca, a espaldas del Ayuntamiento, el más de un metro de agua que había en la fachada de su casa. Salió con lo puesto la noche del jueves y se aloja desde entonces en casa de su cuñada. Desde el balcón, su vecina se asomaba, no podía salir y tenía que refugiarse en la planta de arriba. Desde el miércoles hasta ayer a las 16 horas, Orihuela ha registrado un acumulado de precipitaciones de 465 litros por metro cuadrado.

En la calle paralela a la vivienda de María José, la que da acceso al Ayuntamiento, ni siquiera los vehículos todoterreno de Emergencias se libraron de la inundación. Uno de ellos quedó sumergido hasta casi superar la ventanilla. A pocos metros de allí, en el Pocico Santiago se padecieron las situaciones más graves y peligrosas en la ciudad, con cuantiosos daños materiales. A las inundaciones en todo el municipio desde la madrugada se unían desprendimientos de rocas de hasta un metro de diámetro procedente de la sierra o desde un muro del Seminario.

«Pasamos mucho miedo. Las rocas rompían el escalón y el dique formado hacía que entrara agua por la ventana» comentaba Ramiro, al regresar a la vivienda a recoger algunas pertenencias. La casa la había alquilado hace tres días para sus hijas, que tenían previsto iniciar la universidad el lunes.

La ciudad estaba sumida en un desastre generalizado. La calle que no estaba anegada de agua se encontraba repleta de barro y rocas, aunque entre tanta destrucción, aún había hueco para el sentido del humor y algunos jóvenes discurrieron en una colchoneta en el barrio de las Espeñetas, uno de los más afectados por la acumulación de agua.

Los vecinos de uno de los bloques de pisos encontraron un único salvoconducto para salir y entrar de sus casas. Valentina vive en el entresuelo del edificio pero su pequeña terraza da a la calle de atrás. Así, ofrecieron a sus vecinos la posibilidad de salir a la calle saltando la barandilla de su terraza. Era la única forma de librarse del más de metro y medio de altura que había a la entrada del edificio. En el sótano el agua tapó casi en su totalidad todos los vehículos que no pudieron sacar a tiempo.

Tiendas cerradas

Orihuela estaba bajo el agua y sumida hasta en la preocupación de los suministros alimentarios. Las tiendas estaban cerradas y en la que consiguió abrir la gente se amontonaba para comprar de todo.

Los vecinos tenían un ojo mirando al cielo y las posibles precipitaciones y otro en la crecida del río, que antes de que amaneciera se había desbordado pasado el Puente del Rey. Con el sol fuera a las doce y media, la preocupación se centraba en el cauce y las noticias que llegaban sobre las próximas crecidas del río. A esa hora, en la calle Meca, la acumulación de agua había bajado drasticamente gracias a que unos vecinos rompieron dos arquetas.

Las familias, pequeños, adolescentes y mayores, se apresuraban a achicar el agua, mientras Milagros, de 74 años, diabética, estaba atrapada en su vivienda. La puerta estaba atascada. Las patadas de un bombero y un joven no servían de nada. Dentro aguardaba ella, con el agua por las rodillas. Había pasado la noche en la planta de arriba, con un poco de comida y una dosis de insulina. Tras numerosos intentos optaban por desatornillar los barrotes de la ventana que tenía la puerta. Un vecino entró y se fundió en un esperanzado pero dramático abrazo.

A continuación lograron abrir la puerta y en tromba salía toda el agua acumulada en la planta baja de la casa. La imagen del interior era dantesco. Sillones flotando y la nevera y la televisión, volcados. El agua llegaba al tercer peldaño de la escalera. «Salía agua por el sumidero. No sé lo que voy a hacer, entre todos los vecinos me ayudarán», contaba esperanzada.

Los bomberos recorrían las calles alertando por megafonía de que nadie saliera de sus casas y se refugiaran en las partes más altas. Bomberos, Policía Local, la UME y Protección Civil seguían con un dispositivo ante la grave situación que también vivían las pedanías. Casi 200 personas eran rescatadas y desalojadas en distintos puntos de la ciudad. Orihuela sufría ayer el embiste de la lluvia dejando una jornada que quedará marcada por un desastre sin precedentes desde 1987.