El Nou d'Octubre más próximo a una cita con las urnas desde la recuperación de la democracia vio ayer rebajada la crispación en la calle. Nada que ver con la tensión ambiental ni los incidentes de hace dos años, cuando la celebración coincidía en el tiempo con los ecos de la fallida declaración de independencia de Cataluña.

En cambio, ayer, la agitación fue solo política. La propia de una precampaña electoral y una vez que en la calle, salvo algún grupúsculo aislado, la tensión ha quedado ahogada; aunque los insultos de algún sector no deberían normalizarse en una procesión que lleva el nombre de cívica.

Contaba un funcionario con varios lustros de servicio en el Palau y que ha coincidido con presidentes de distintos colores que Puig pronunció el discurso más emotivo que recordaba. El jefe del Consell evitó cualquier tinte electoralista en su intervención, de hecho no dio ni una sola cifra, y sus citas fueron al excanciller alemán Willy Brand, de quien tiene el libro de memorias en el despacho, o al filósofo François Jullien.

Sin embargo, la oposición reaccionó con cargas de grueso calibre. Al PP el discurso le pareció sectario, a Ciudadanos triunfalista y equivocado y a Vox que encerraba un discurso de odio.

A la agitación política también contribuyó la aparición del presidente popular, Pablo Casado, que prometió financiación y corredor si gobierna y al que situaron en un lugar preferente en el acto institucional, junto al ministro de Fomento, José Luis Ábalos, cuando en los años del PP a los dirigentes socialistas que acudían al Palau se les enviaba por sistema al gallinero. A quien no le hizo mucha gracia la presencia de Casado, que después hizo el recorrido completo de la procesión, fue al líder autonómico de Ciudadanos, Toni Cantó.

Pero si algo llamó la atención en el quinto Nou d'Octubre de la era botánica, es que la diversidad ha ido ganando espacio. Con un actor nuevo en el Consell, Podemos, que envió a la «picaeta» a sus cargos en el ejecutivo, pero del que se ausentaron la gran mayoría de diputados, lo que si ha ganado en pluralidad es el ágape posterior desde que se deja entrada libre a quien lo desee, lo que muchos ciudadanos y turistas aprovechan para acceder al interior. Ayer se sirvieron más de 2.500 raciones.

PP, Vox y Cantó no acuden al ágape

Un grupo de venezolanos, otro de japoneses, una trabajadora del centro cultural de China en València de nombre Kandy o una familia valenciana con hijo adolescente que vota por primera vez y no tiene claro por quién decantarse pidieron tomarse una foto con el presidente. Medio centenar en media hora. Del ágape se ausentó un año más el PP, que no envió representación tal como hace desde que perdió el poder en 2015. Tampoco Vox tuvo representación. Sí acudió al acto institucional la síndica, Ana Vega, aunque la plana mayor de la formación prefirió acudir a la catedral. En cambio, Ciudadanos acude pero solo un poquito. No lo hizo su síndic, Toni Cantó, pero sí varios diputados autonómicos del partido que lidera Albert Rivera. No hay boicot, pero tampoco desembarco. Como novedad los cambios de iluminación que se ha instalado en el Saló de Corts del Palau. Los han realizado profesionales que han trabajado en la iluminación del museo del Prado. Se han retirado las grandes lámparas que se instalaron durante el franquismo y se ha dejado paso a una iluminación más moderna. Otra novedad. La presencia por primera vez la Mesa del parlamento en el salón noble del Palau, que lleva el nombre de las Corts.