? Tres años sin permiso ni trabajo o residencia pasan factura también en el plano psicológico. Según afirma Mustafa M-Lamin, de Servicio Jesuita a Migrantes, la ley de extranjería es «psicológicamente destructora, aunque la gente tiene mucha capacidad de resiliencia y acaba adaptándose».

En algunos casos, señala, la herida se arrastra con el tiempo. «El procedimiento burocrático es tan largo y complejo que algunas personas acaban por desistir y aceptar una vida trabajando de lo que sale», afirma Mustafá. En la mayoría de casos trabajos para los que están sobrecualificados.

«Ahora limpio casas . Me preocupa mucho que mi hija no lo entida y para mi fue un 'shock' muy grande empezar a trabajar de esto. Por eso a mucha gente que le dan la oportunidad prefiere volverse a su país» afirma Mina, que lleva dos años y cuatro meses en España.