No hay mejor manera de conmemorar el Día Mundial de los Niños que escuchándoles. Este es el objetivo que se ha marcado Unicef para hoy, 20 de noviembre, un día que la institución aprovecha para recordar que el derecho a opinar y a ser escuchado es uno de los principios rectores de la Convención sobre los Derechos del Niño, un punto que las sociedades adultas y las administraciones no tienen tan en cuenta como deberían.

Para mostrar lo que el mundo adulto se «pierde» al no preguntar ni escuchar a las generaciones más jóvenes, Unicef publicó ayer los datos del Barómetro de Opinión de Infancia y Adolescencia 2019, en el que han participado 248 adolescentes de seis centros educativos de la Comunitat Valenciana, del total de 8.500 entrevistados de 133 centros de toda España.

Los datos revelan unos niños y niñas más concienciados de lo que los estereotipos destacan, ya que sus principales intereses son los estudios, y les preocupa el machismo y la contaminación, por ese orden. Además, otro de los datos que aflora es que los menores valoran enormemente su entorno y la vida real frente a la virtual. Así, los estudiantes aseguran que la amistad, las aficiones, la familia y jugar, son las cuatro cosas que más influyen en su felicidad. Detrás de esto, sitúan las cosas materiales, el aspecto físico y las redes sociales.

Según el barómetro, las profesiones mejor valoradas por los ciudadanos de entre 11 y 18 años son la de policía, médico y maestro de Primaria, a las que puntúan con un notable, seguidas de docente universitario, arquitecto o arquitecta y profesorado de Secundaria. Asimismo, esto se extrapola a lo que quieren ser de mayores: los chicos prefieren formar parte de los cuerpos de seguridad, ser docentes o informáticos; y ellas se decantan por la docencia en primer lugar, la medicina y la psicología.

Marlene Perkins, coordinadora de Unicef en la Comunitat Valenciana, apunta que el barómetro «da la vuelta al estereotipo de lo que la sociedad ve en los adolescentes», ya que han mostrado que se preocupan por su entorno y que «les hacen felices sus amigos, sus familias, sus aficiones y jugar». Asimismo, hay una brecha entre sus preocupaciones, lideradas por los estudios, y lo que perciben que más ocupa a la sociedad, la política. «Hay puntos compartidos por todos -como el machismo o la contaminación-, pero también tienen una perspectiva diferente al conjunto de la sociedad», matiza; por eso, considera que «hay que dar valor a sus preocupaciones» porque «son igual de legítimas», afirma.

Las instituciones en las que más confían los adolescentes son las científicas, las universidades y las ONG -que tienen un notable-, y las que suspenden con menos de un tres son los partidos políticos y el Gobierno. Para Perkins, esta visión tan negativa «es extrapolable a los resultados del CIS, y es común tanto en adultos como en niños y niñas, que dan continuidad a lo que ven». No obstante, destaca que el ámbito local «siempre está mejor valorado» y, a pesar de que parece que la política no les gusta mucho, el 62,1 % querría hablar más de esto en casa.

La situación familiar influye

La coordinadora explica que los datos estatales muestran que hay un «enfoque de equidad», ya que se dan «diferencias de percepciones según la situación familiar». Así, aquellos que crecen en un hogar más humilde dan más importancia a las desigualdades económicas y los de origen extranjero tienen una preocupación mayor por el racismo. Del mismo modo, los de familias más vulnerables «son los más comprometidos a la hora de ejercer sus derechos» y, en total, el 41,3 % ve «bastante probable» colaborar en un futuro en alguna asociación para mejorar el medio ambiente y un 52,6 % en una ONG animalista.

Entre los datos más preocupantes, el 16 % de los adolescentes manifestó «no sentirse seguro en el centro educativo» y uno de cada tres no tiene «mucha confianza» en su profesorado, lo que muestra que existe «un amplio margen de mejora» en la vida escolar. También, el 16,4 % aseguró haber estado triste la semana anterior a la encuesta y el 10,2 % se sintió solo.

Unicef destaca que hay evaluaciones periódicas de la población infantil y adolescente, como el Programa de Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) o el Health Behaviour in School-age Children, (HBSC), pero lamenta que solo miden la educación y los estilos de vida, pero no el papel como ciudadanos activos y actores sociales. «Es importante escuchar sus voces porque son parte de la sociedad y para entender su punto de vista, pero también para poder hacer políticas de infancia», recuerda Perkins. En la Comunitat Valenciana ya hay una ley dedicada a los menores y 14 ciudades «amigas de la infancia».