Entre tanta discusión de temas sobre financiación, hojas de ruta, planes de reducción de emisiones de cada país, se nos ha olvidado que lo importante son los territorios y las personas que viven en ellos. La escala local es la que va a sufrir de modo más patente los efectos del cambio climático. Para que esta COP pudiera pasar a la historia de las reuniones de este tipo, como un encuentro realmente útil y de resultados importantes debería aprobarse una resolución, aprobada por todos los países participantes, donde se exigiese a todas las ciudades del mundo de más de 50.000 habitantes que tuvieran elaborados y aprobados antes de 2021 un plan de adaptación al cambio climático. Y que los países incorporasen en sus normativas del suelo y la ordenación del territorio la obligación de incorporar las determinaciones urbanísticas de estos planes de adaptación en sus planes de ordenación urbana. La COP 25 no solo es farándula, ni teatro social, que parecen inevitables en estos casos. Debe ser ante todo ciencia y determinación política, si se quiere que no sea una reunión, como muchas anteriores, marcada por la decepción y la impotencia de no haber alcanzado ninguna resolución determinante en este proceso de lucha contra los efectos del calentamiento climático actual.