Perder el miedo. Sobre esa expresión de Franklin D. Roosevelt en 1933, después del crac del 29 y cuando se empezaba a cocer el caldo de la II Guerra Mundial, pivotó la primera comparecencia de Ximo Puig en las Corts para dar cuenta de la gestión del Consell frente a la pandemia por covid-19. Perder el miedo al miedo para «un nuevo renacimiento» y perder al miedo al acuerdo para evitar «una fractura social».

El tono y contenido solemnes del discurso del president de la Generalitat y la actitud comprensiva y de mano tendida de los principales grupos de la derecha (Vox empezó con una respuesta más hostil pero la relajó después) dan cuenta de que nada es igual ya. Antes de esta crisis sanitaria, la crispación cotizaba al alza en el hemiciclo. Ayer se abrieron paso las propuestas y el ambiente de diálogo.

Puig llegó con un esquema claro ante la diputación permanente de las Corts: petición de disculpas a los sanitarios por la falta de material de protección en los primeros días (la epidemia «ha sido un tsunami que nos ha sobrepasado a todos»), rendición de cuentas por las actuaciones tomadas y ofrecimiento de «un gran acuerdo valenciano» para la reconstrucción.

El jefe del Consell empezó intenso y acabó fuerte, con una propuesta que supone alterar los cimientos de la legislatura ante una «emergencia histórica». El esquema de un gobierno de izquierdas enfrentado a una oposición de derechas puede saltar por los aires si prospera la idea de un gran pacto político y con los agentes sociales. De todas maneras, el planteamiento que se esbozó ayer se acerca más a unos pactos de la Moncloa de 1977 o los que ahora anhela Pedro Sánchez en España que a un gobierno de concertación.

El mandatario valenciano ofreció «un acuerdo en mayúsculas», «de toda la sociedad», en la línea de lo avanzado por Levante-EMV en su edición de ayer. Un pacto para «huir del partidismo», porque «si no es ahora, ¿cuándo lo será? ¿Con qué cara nos miraremos y nos mirarán?» «No pido bulas ni mordazas», remarcó. «Acuerdo, señorías», apeló ante los 18 parlamentarios de la diputación permanente, porque «es tiempo para la unidad, la fraternidad y la responsabilidad». «La sociedad valenciana necesita transversalidad más que nunca [...] Pondré todo mi esfuerzo. Espero lo mismo», sentenció.

Y encontró receptividad en la oposición. Con algún reparo, pero con sintonía. «Queremos acuerdos, pero ha de haber un plan», dijo Toni Cantó (Ciudadanos). «Apoyo no es sinónimo de sumisión», le recordó Isabel Bonig. La líder del PPCV, que le pidió también concreción, se mostró más cerca de Núñez Feijóo que de Cayetana Álvarez de Toledo.

Puig, por su parte, demostró que se siente más cómodo en el territorio del diálogo y el consenso (posible) que en el de la bronca.

A la oposición le respondió que no iba con una receta, «porque quiero hacerla con ustedes». Y a los socios, en especial a Compromís, que deslizó alguna suspicacia, les advirtió que «todo el mundo ha de saber que habrá que ceder para un acuerdo».

En el apartado de rendición de cuentas, el jefe del Consell reveló la factura del primer mes y medio de combate contra el coronavirus: 341 millones de euros, de los que 52,5 millones corresponden a la compra de material de China.

A Puig se le vio (por las cámaras) salir satisfecho del hemiciclo. Es un enigma si el gran pacto fructificará. Pero de momento, quizá sea un síntoma, PP y Cs no se opondrán hoy en Corts a los decretos de medidas sobre la emergencia.