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El día que la C. Valenciana volvió a no ser el País Vasco

El Consell aspiraba al trato de Euskadi: aprobar y pasar de fase todo el territorio con restricciones

El día que la C. Valenciana volvió a no ser el País Vasco

Todo empezó a torcerse a la hora de la comida. Había llegado algún indicio preocupante en los días previos, en forma de comentario de algún técnico, pero se confiaba en el ministro. Salvador Illa había calificado el material presentado por la Comunitat Valenciana de «matrícula de honor», como reveló la consellera Ana Barceló en una airada declaración nocturna el pasado viernes. Y a esas palabras se agarraban las esperanzas valencianas.

El guantazo de realidad llegó el mediodía del viernes. La Generalitat recibía la primera comunicación seria de que solo una parte del territorio pasaría mañana lunes a la fase 1 de desescalada. Catorce departamentos de salud, incluidos los de las capitales y sus áreas metropolitanas, donde habita el grueso de la población, se quedaban en la fase 0.

Desde ese momento hasta la comparecencia al anochecer del ministro se viven unas horas en que los teléfonos arden. El president de la Generalitat, Ximo Puig, mantiene discusiones fuertes con Illa y la vicepresidenta Teresa Ribera, encargada de la desescalada. No entiende lo que considera un cambio de criterio del Ejecutivo central para el que no encuentra justificación técnica suficiente, aseguran en el entorno del jefe del Consell. En un momento de esas conversaciones, uno de los interlocutores de Madrid cierra el debate con una frase reveladora: «La decisión política ya está tomada». No había más que hablar.

El objetivo de los mandatarios valencianos era obtener un trato como el del País Vasco, territorio con más hospitalizados acumulados que la C. Valenciana (6.818 frente a 5.287, dato del viernes) pese a ser menos de la mitad de población.

En el fondo, no va a haber mucha diferencia de vida entre una y otra autonomía: Euskadi pasa de fase al completo pero ha de imponer restricciones adicionales; la C. Valenciana pasa solo una parte y se le dice a la otra que falta «muy poco», según Fernando Simón.

Sin embargo, la forma es bien distinta: la C. Valenciana fue presentada el viernes entre las perdedoras. El lehendakari quedó ante los suyos, por su parte, como uno de los victoriosos.

Al final, a partir de unas consideraciones científicas que podían ser no muy diferentes (incluso los datos cuantitativos de la epidemia son notoriamente más altos en el País Vasco), existió la correspondiente decisión política que encendió la luz verde para Euskadi y la roja, para la C. Valenciana.

Esta es la lectura que queda en el Palau de la Generalitat después de unas horas difíciles, después de las cuales Puig llegó a comunicarse con Pedro Sánchez. En definitiva, el mensaje que se desprende es que los intereses valencianos han vuelto a ser víctimas del triángulo que marca la vida política española desde la Transición: Madrid, Cataluña y País Vasco. Para mostrar ecuanimidad y ausencia de ventajas partidistas, el Consell no obtiene el trato que la lehendakaritza sí consigue. Todo, remarcaban las fuentes citadas, dos días después de apoyar el PNV la prórroga del estado de alarma.

El coste de la decisión además es escaso. Ayer telediarios y prensa española seguían hablando de Madrid. Poco o nada de la situación valenciana, que al menos se coló en las comparecencias de Sánchez y Simón.

El episodio de las fases, no obstante, es cuestión de días o semanas. Importante, pero pasajero. El trasfondo, más preocupante, es la forma en la que se ha abordado la desescalada asimétrica. La eurovisiva presentación de unos resultados, en la que el Gobierno repartió aprobados y suspensos entre comunidades, tiene poco que ver con el concepto de cogobernanza tan manoseado estos días. Segrega más bien una evitable sensación de frustración en la ciudadanía a dos días de la apertura del confinamiento y favorece la escalada de la tensión política interna.

Una auténtica desescalada federal y cogobernada hubiera sido aquella en la que el Gobierno hubiera marcado unos criterios para cambiar de fase, los territorios hubieran presentado sus datos y una instancia con representación de Ejecutivo y autonomías hubiera decidido. Lo demás es la España de siempre. Victimismo valenciano incluido, claro.

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