Los expertos observan, en líneas generales, tres perfiles entre aquellos que, pese a tener un chalé, optan por sacarle rédito económico en vez de disfrutarlo, algo que se antoja como una auténtica bendición tras meses de encierro domiciliario.
Uno de ellos es el de aquellas personas que tienen su propiedad en venta pero no encuentran un comprador. Los chalés (sobre todo aquellos con piscina) son mucho más caros que las viviendas convencionales y, por tanto, requieren de una gran inversión. Mientras esperan la llegada de un bolsillo suficientemente amplio, no ven con malos ojos arrendarlos, dada la alta rentabilidad que se consigue en estos momentos.
También hay familias que, llegada cierta edad y con los descendientes ya crecidos, optan por vender o alquilar el chalé. En tercer lugar, se encuentran aquellos que ya de manera habitual solían arrendarlo y este año tendrán más ingresos que otros veranos.