Fueron rescatados en el mar por un Gobierno que los dejó en tierra firme, pero a la deriva, esperando una protección definitiva; es decir, los ansiados «papeles». Y así no han naufragado en el mar, pero sí lo han hecho en el sistema. Las cámaras, los micrófonos y los focos regresan a sus vidas conforme se celebra el aniversario de su llegada. Los 364 días restantes del año no hay nada.

La primera vez que llegaron a València fue hace dos años, a bordo del 'Aquarius'. Les recibieron 600 periodistas de todo el mundo. Ayer, una veintena de profesionales en el Espai Intercultural Sankofa,cubría el segundo aniversario del que fue un hecho histórico y un referente mundial en la acogida de refugiados que, sin embargo, ha hecho agua en el proceso administrativo y en la protección internacional de esas mismas personas rescatadas en el mar.

Los datos hablan por sí solos. Un día como ayer, a las 4.30 horas, 630 migrantes llegaban a València y pisaban por fin tierra firme tras una travesía infernal por mar ante la negativa de los puertos europeos de darles acogida. De los 630 migrantes que llegaron, 374 formalizaron en España su petición de asilo. Dos años después, el Gobierno solo ha tramitado 66 solicitudes de protección internacional y ha denegado el asilo al 75 % de ellas. Es decir, dos años después de la llegada del barco insignia de la acogida en España, solo 8 personas han conseguido la protección definitiva, el estatus de refugiado. Solo 8 personas tienen, pues, los papeles en regla. Los definitivos, lo que todo migrante persigue ya llegue por tierra, mar o aire.

Así, 49 personas llegadas en el Aquarius son ahora migrantes irregulares en España al negarles la protección solicitada y 9 casos han sido archivados en una especie de limbo legal del que nada se sabe. El resto, 308 personas, siguen esperando que el Gobierno resuelva su expediente aunque, visto el porcentaje de denegaciones del ministerio, lamentan el «oscuro futuro» que les espera. La negativa la asilo implica que, de un día para otro, se convertirán en irregulares en la tierra que les acogió ante las cámaras del mundo entero.

Desprotección y pandemia

Llegaron a España y pidieron asilo. Eso les ha permitido formar parte del sistema de protección durante 18 meses. En este tiempo han vivido donde había plaza, han aprendido el idioma, han hecho los cursos y las formaciones que les han indicado, han encontrado trabajo (muy precario y principalmente, en el campo, en la obra o en el sector de los cuidados en el caso de las mujeres) y han iniciado un proceso de integración que se cortó, de golpe, el pasado mes de diciembre.

Los solicitantes de asilo disponen de un sistema de protección que les cubre 18 meses. Acabado el plazo, deben vivir «de forma autónoma» hasta que se resuelva su expediente. Su documentación, hasta que el Gobierno decida su futuro, es un documento que se llama la «tarjeta roja» y que es el gran desconocido tanto para la sociedad en general (a la hora de alquilar un piso, por ejemplo, o de conseguir un empleo) como para la propia Administración ya que «ni la policía sabe qué es la tarjeta roja, es un papel que nadie conoce y así ni conseguimos empleo, ni vivienda, ni nada».

Los migrantes del Aquarius quieren «papeles» para poder vivir «tranquilos, en paz, para trabajar, para vivir de forma digna. Muchos no sabíamos nada de España pero ahora conocemos la cultura, la lengua y no nos dan la oportunidad de integrarnos, no hay opciones. No podemos respirar».

El portavoz de la asociación Supervivientes del Aquarius, Moses Von Kallon, como el resto de migrantes, agradece la acogida inicial y no comprende el resto del procedimiento. «Nos sentimos abandonados. Pedro Sánchez se ha olvidado de nosotros. El Gobierno dijo que éramos bienvenidos pero no tenemos esperanza, no hay futuro para nosotros. No recibimos asistencia ni ayuda. Fue una acogida política, no humanitaria», recalca.

De hecho, no pueden acceder al Ingreso Mínimo Vital anunciado por el Gobierno ni a la Renta Valenciana de Inclusión. «A la ayuda autonómica sí deberíamos pero la realidad es que el padrón y la tarjeta roja nos lo impiden», recalca Jaimu Shaibu. La única mujer presente en el encuentro, Emily Sini, apenas sonríe. «Para las mujeres es muy complicado todo», recalca una mujer que es enfermera en Nigeria «aunque aquí ni soy nada ni soy nadie».

Este sábado, a las 20 horas en la plaza de Patraix, hay prevista una concentración para exigir la regularización de quines fueron rescatados en el mar y están, ahora, a la deriva.