Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Historia

El "espía" para Ecuador que llegó al Congreso

"Yo viví aquello no como un espía sino como un funcionario del Gobierno de Correa"

El diputado por Alicante, Txema Guijarro, en un acto de Podemos con otros dirigentes en 2019. JOAQUÍN REINA

Él no se consideró en ningún momento un espía porque, dice, no intervino en los secretos de la vida de nadie ni se dedicó a perseguir a gente. «Yo viví aquello no como un espía sino como un funcionario del gobierno de Ecuador», señala Txema Guijarro a Levante-EMV. Su nombre está vinculado hoy a la dirección del grupo parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso, ocupa un escaño por Alicante desde 2016 y ahora, protagoniza un libro, El analista, escrito por el periodista Héctor Juanatey. El inicio de cualquier historia es sólo la tinta que moja la primera página o la primera voz que rompe el silencio. La de Guijarro podría comenzar en el cambio de vida al dejar su trabajo en Telefónica en 2008, en su inicio en CEPS (la consultora que ha servido de cantera para muchos dirigentes de Podemos) o en su primera semana para la Cancillería de Relaciones Exteriores de Ecuador en la que el país vivió un intento de golpe de Estado contra el presidente del momento, Rafael Correa. Sin embargo, como la prisa apremia antes de una reunión, Guijarro empieza a contar desde 2011 cuando una organización, WikiLeaks, publica unos cables diplomáticos en los que la embajadora de Estados Unidos en Ecuador acusaba a Correa de nombrar al jefe de Policía para controlarlo. En ese momento, recibe el encargo de entrar en contacto con la cara visible de aquella web, un australiano llamado Julian Assange. «Mi primera misión era que nos pasara todos los cables que hablaban de Ecuador, a partir de ahí, fuimos ganando cierta confianza y cuando se tensó el asunto judicial que le perseguía se tanteó el asilo», recuerda el hoy diputado por Alicante. Cuando llegó el momento, Guijarro fue una pieza clave para conseguir el asilo de Assange en la embajada de Ecuador en Londres. Era agosto de 2012. A partir de ese momento, el madrileño se convirtió en «un bombero», según le define Héctor Juanatey, autor del libro.

«Es el encargado de calmar los ánimos entre Assange y el gobierno de Ecuador, de hacer de intermediario entre una persona que vive en un lugar donde trabaja gente diariamente y por lo que surgen determinados roces», expresa el periodista. Juanatey indica cómo «la casualidad» hace que Guijarro «se convierta en una especie de espía accidental, alguien que trabajaba como analista de información internacional y que acaba organizando el asilo de Assange y luego intentando organizar la llegada de Edward Snowden a Ecuador». La historia le llega al periodista gallego a través de un amigo en común y le propone al protagonista escribirla. «Yo nunca tenía tiempo y tenía esa espinita clavada de contarlo», asevera Guijarro. Así comienzan varias sesiones de entrevistas grabadas, transcripciones y documentación para corroborar todo lo que contaba el parlamentario por Alicante. «No es que no le creyera, pero es que a veces la memoria nos juega una mala pasada y había que hilar muchas fechas o hechos que le bailaban», asegura el autor, que añade que con algunas cosas que le contaba «alucinaba». De hecho, expresa que en la obra «se recoge una historia que parece de James Bond, muy rocambolesco todo, pero que tiene un tono cutre y gracioso porque al final Txema [Guijarro] no tenía un perfil de profesional de servicios secretos que sí que se encuentra con agencias de inteligencia que tienen muchísima preparación en el asunto». «Yo nunca me vi como un espía», repite, aunque se ríe al ser preguntado por qué trabajo es más emocionante, si diputado o encargado del asilo de Julian Assange. «Bueno, son otro tipo de emociones», expresa, «en aquel momento era un trabajo para el gobierno que te exige una serie de cualidades, pero yo lo viví como si fuera un funcionario». Pese a ello, el subtítulo del libro es «Un espía accidental en el caso de Assange y Snowden». «En ese caso -reflexiona Guijarro-, me considero más accidental que espía». Todo secreto tiene siempre sombra de gabardina.

Compartir el artículo

stats