Seguro que mucho de ustedes han sacado la ropa de verano en los últimos días, tras unos meses de marzo y abril en los que estuvimos casi en penumbra, como me comentó bastante gente por aquel entonces. Ahora la noticia vuelve a ser el calor, vuelve el tomate, que en la jerga de los aficionados es como se conoce al anticiclón de las Azores, ese gran desaparecido en los últimos tiempos. Desgraciadamente, se está volviendo muy habitual en exagerar o alarmar a la población ante cualquier situación que se sale un poco de lo “normal”, y ya para este fin de semana he visto anunciar que viene una ola de calor asociada a una masa de aire sahariano, cuando no es ni lo uno ni lo otro. Oficialmente, para que un evento de altas temperaturas pueda ser oficialmente una ola de calor en España tiene que cumplirse varios requisitos, que se pueden consultar en la web de la AEMET. Por otro lado, más que el aire africano, lo que vamos a tener es un proceso de subsidencia (descendencias) de una masa de aire subtropical atlántica, calentándose en dicho proceso. Además, la Península Ibérica fabrica su propio calor, al ser un minicontinente. Pero resulta más espectacular y simple decir que nos vamos a asar por el calor africano. Esto también sucede a la inversa, durante el invierno, en el que lo normal para algunos medios es tener varias olas de frío de origen siberiano, cuando en la mayoría de las ocasiones no se cumplen los criterios para que sean consideradas como tal, y también que la Península también fabrica su propio frío. Por desgracia, esta práctica cada vez más habitual que gira en torno al morbo y al sensacionalismo nos hace un flaco favor al mundo de la ciencia y alimenta a los negacionistas.