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Una anciana dependiente total lleva seis meses a la espera de valoración

Se le diagnosticó alzhéimer en 2017

Arturo ayuda a su mujer María José, enferma y dependiente, a incorporarse en el sofá de su vivienda de Meliana. | FERNANDO BUSTAMANTE

Hace seis meses, María José se convirtió en una mujer dependiente total. No camina, no puede deglutir ni realizar ninguna necesidad fisiológica por sí misma. Su marido tiene 80 años y es el que se encarga de ella desde que la mujer empeorara de un día para otro, en diciembre de 2020. La ingresaron en el hospital y allí paso cinco semanas.

No volvió a ser la misma. De hecho, ya no lo era desde 2017, cuando el alzhéimer entró en sus vidas para hacer estragos. Sin embargo, hasta diciembre de 2020, la vida de la pareja era diferente. La familia de María José solicitó la ayuda de la dependencia y fue valorada con grado 1, así que cuenta con unas horas al mes del Servicio de Ayuda a Domicilio que hace meses que son insuficientes para los cuidados que precisa.

La familia Ferris Blesa espera desde el 7 de enero de 2021 una valoración de la dependencia por parte de los Servicios Sociales de Meliana que no llega. Y eso que en el expediente figura la palabra «urgente». Tras un traslado de la trabajadora social que llevaba el caso de María José, la ausencia de sustitución del puesto durante semanas y la comunicación de que la prensa estaba interesada en sacar a la luz esta historia, los servicios municipales se comprometieron a realizar la nueva valoración de la mujer «esta semana».

De hecho, el 14 de mayo la familia interpuso una queja donde asegura que María José, «de 77 años, está en una situación de dependencia con grado 3 sin recalificar puesto que lleva sin ser valorada desde 2017; sin posibilidad de caminar, deglutir o hacer cualquier necesidad fisiológica por si misma. Al cuidado de su cuidador de 80 años, el cual no tiene las facultades que se precisan para ofrecerle los cuidados que necesita por su condición de enferma de alzhéimer, entre otras patologías».

En la reclamación consta que los servicios sociales de la localidad «no se hacen cargo de la situación, llevando más de un año reclamando su valoración con el fin de poder acceder a la lista de espera de una residencia geriátrica que le pueda proporcionar los cuidados y médicos que precisa» ya que «tanto ella como su cuidador se encuentran en una situación de agotamiento físico y mental por extinción de recursos humanos».

Cuidador sin alternativa

Arturo es el cuidador de su mujer; hace lo que puede. Eso significa no dejarla sola ni un momento, cocinar caldos («caldo del chel», lo llama), gazpachos y alguna crema que le da en jeringuilla para alimentarla, levantarla como puede y cuando puede con la ayuda de sus dos hijas que les visitan a diario a pesar de vivir en Castelló (una en Bejís y otra, en Onda). Desde que salió del hospital le pautaron unas curas domiciliarias porque le salen heridas y llagas de no moverse.

El hombre necesita ayuda. «Yo hago lo que puedo, pero voy con miedo porque ya se me ha caído y yo con ella. Una vez tuve que llamar a la Policía y todo porque no la podía levantar. Necesita una residencia y unos cuidados que yo no le sé dar, aunque quiera, y para eso necesitamos que la valoren. No entiendo este abandono», explica Arturo.

Sus hijas, además, aseguran sentirse cuestionadas cuando se han quejado de la falta de atención. «Te dicen que dónde estás, que por qué no vas más... Venimos todos los días. Esta situación es muy injusta porque ella está enferma, pero tiene derechos y mi padre está agotado», concluyen.

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