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Los roles de géneros aún definen la carrera

Un programa de la UV trata de cambiar la tendencia de las mujeres a no elegir grados de tecnología o ciencia por razones socioculturales

La autopercepción, la autoconfianza, la autoestima. Son ingredientes decisivos para explicar por qué una vez superadas las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU) todavía existen diferencias acusadas entre las carreras elegidas por las mujeres y los hombres. Magisterio, Traducción, Logopedia, Educación Social, Medicina o Enfermería son disciplinas tienen mayoría de alumnas mujeres, algunas de ellas hasta cuentan con más de un 90 % de chicas en sus aulas. En la otra cara de la moneda están las telecomunicaciones, las ingenierías (sobre todo la mecánica y la eléctrica), la informática y la educación física. Más del 80 % de las plazas de estos grados los ocupan hombres.

Una diferencia abismal que no cambia (o lo hace muy poco a poco) pero que tampoco sorprende demasiado.La excepción es Medicina, que es la primera opción en ambos casos. Son las propias mujeres y los propios hombres quienes eligen la carrera que quieren estudiar de forma prioritaria y todavía esa decisión sigue ligada a los roles de género aprendidos durante toda una vida. Las mujeres buscan formarse en cuidados y los hombres las carreras científicas y tecnológicas, socialmente consideradas más «difíciles».

¿Por qué? ¿Es una preferencia real o está influida por otras cuestiones? En una época en la que la valía de las mujeres en todos los ámbitos es una verdad incuestionable, todavía existen grandes diferencias a la hora de elegir a qué dedicarás tu vida. Silvia Rueda es directora de la cátedra de Brecha Digital de Género y Coordinadora del programa Girls4STEM, donde tratan de potenciar la presencia de mujeres en las áreas tecnológicas y científicas. Para ella, las causas que perpetúan decisiones influenciadas por el género son diversas y se han de analizar dentro del contexto y la cultura en la que se enmarca la sociedad.

Cuidar, el aporte abarcable

Los estereotipos son la base del árbol que diversifica en muchas ramas. «No somos conscientes de lo que tenemos interiorizado como áreas de chicos o de chicas». Los roles del cuidado cobran fuerza en estas decisiones. «Las mujeres estamos identificadas con el rol de cuidar y por eso tenemos tendencia a buscar titulaciones en las que veamos claramente que vamos a poder ejercer los cuidados y está muy claro el aporte social de esa actividad», apunta Silvia Rueda.

Además, añade la experta, existe una causa muy importante y a veces invisible. «El autoconcepto que tienen de ellos mismos los niños y las niñas». «A partir de los 6 años, las niñas comienzan a recibir estímulos y empiezan a verse menos competentes que los chicos». Esa sensación va agrandándose año tras año. «Cuando somos adultas, ese síndrome de la impostora se da mucho más en mujeres. Tenemos que justificar nuestros méritos. Muchas veces porque el contexto presenta sesgos que nos exige demostrar nuestra valía», ahonda Rueda.

Dice la profesora de informática que las mujeres no se consideran inteligentes. Y las ingenierías, la ciencia y la tecnología son «socialmente muy difíciles». Ese combo hace que las chicas no se vean capaces de abordarlo. «Es lo que perciben, pero no es verdad», matiza.

Por eso, en un intento de aumentar el número de mujeres en las carreras abreviadas STEM (las de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), el grupo de trabajo entró en las aulas de todos los niveles antes de la universidad. «Cuando llegamos a secundaria nos dimos cuenta de que llegábamos tarde. Esa autopercepción ya estaba formada, fruto de muchos aprendizajes y estímulos que se reciben desde muy pequeña», explica la directora de la cátedra de Brecha Digital y Género de la UV.

Una cuestión de percepción

«Los estereotipos, los roles de género y la menor autoconfianza en sí misma de las chicas son las que hacen que las elecciones a la hora de elegir una carrera sean tan dispares», deja claro Rueda. Porque lo ha visto. No es una cuestión ni de poca capacidad ni de gustos, sino de percepción. «Gustos tenemos hombres y mujeres. Si fuera por eso, lo que nos dice la estadística es que habría un reparto equitativo. Si eso no es así, hay algo que nos hace decantarnos: el contexto, el entorno», concluye la experta.

La capacidad no es la razón, porque más chicas que chicos —4.387 frente a 1.588— entran sin problema en Medicina, una carrera en la que se necesitan notas que llegan a las nubes. Pero faltan referentes cercanos, próximos, «con los que las niñas se puedan sentir identificadas», opina Rueda. Eso, y trabajo en todos los ámbitos. En la escuela, en la familia. También en la forma de transmitir cada materia. «Las ciencias y las humanidades han de ir de la mano. Todas son importantes y abarcables», mantiene. El objetivo único es ser conscientes de que «tanto las mujeres como los hombres tienen competencias en todos los ámbitos y que todo se les puede dar bien». Dejar en un cuartito la idea de que hay áreas para cada género, cerrar la puerta y tirar la llave por la ventana. Solo así, dice la profesora, no habrá barreras en la elección de los estudios

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