A la lista de negaciones que desgastan habitualmente la garganta del mundo drag con explicaciones frente a los tópicos se ha añadido una más. El «no somos solo espectáculo» es una nueva frase reivindicativa de un movimiento en auge que ya se desgañitaba replicando que el drag no es una cuestión de género, ni de identidad sexual, ni mucho menos de «perversión» o algo vinculado al vicio, como advierte una de las voces que aparece en el reportaje. Tampoco es ser trans, aunque los haya, igual que hay mujeres y hombres cis, o personas no binarias o heterosexuales, homosexuales o bisexuales, porque ya se sabe eso de la velocidad y el tocino.

Las etiquetas son demasiado pequeñas para que quepan las letras que hablan de una realidad diversa y diferente. Hasta la propia definición de drag, sin una traducción en la lengua castellana como recuerda la Fundeu (porque no, el drag no es exactamente transformismo), se queda corta, muy corta. Decir simplemente que es el acrónimo de dress as a girl, «vestir como una chica», supondría obviar las actuaciones de Tinto D.Vino como drag king exagerando las actitudes ‘machirulas’, la validez de la performance de drag queen de Letizia Conceta como «mujer cis» o la salida del armario como mujer trans de Glamniss. «Me hizo darme cuenta de que soy una mujer trans y que quería mostrarme como tal; el drag es curativo», rememora.

El mundo drag ha aparecido siempre tan vinculado a la noche y a los escenarios que parecía que si les daba la luz del día se les quitaría todo el brillo, como le pasa a esos astros que solo se pueden ver cuando ha desaparecido el sol. Pero nada más lejos de lo que vive el colectivo. Es ahí donde aparece la última frase en la lista de ‘noes’ y sus explicaciones: «Es bueno que el mundo del drag vaya saliendo del ocio nocturno porque no somos solo espectáculo, tenemos un mensaje detrás, el drag rompe muchos roles y es curativo, a mí me ayudó a salir de una depresión». Lo verbaliza así, de manera directa, Glamniss, drag desde hace ocho años, pero lo comparten todas las voces entrevistadas, hasta quienes están en la parte más cercana al show. «Ceñir el drag solo al ocio nocturno es contraproducente, es verdad que es su eje porque es de donde se puede ganar la vida, pero va mucho más allá», reflexiona Lucía Poncelas, directora artística y coordinadora de House of Varietats, un espacio autogestionado en el barrio del Carmen de València donde los espectáculos drags son uno de sus puntos fuertes.

El ejemplo o detonante de este crecimiento es RuPaul y su programa ‘Drag race’, en el que se busca a la mejor drag del momento. El programa ha permitido que el foco se salga de las actuaciones nocturnas y aterrice en los salones y pantallas de ordenador de millones de personas en sus casas. En la primera edición en España del programa participó la drag valenciana Hugáceo Crujiente. «El drag es la rama más amplia de lo que es el arte. Es una disciplina tan grande que la puedes llevar al terreno que más te interese. Hay personas a quienes les gusta enfocarse en lo político, porque al final, el drag es una estética radical, y como tal implica reclamar una visibilidad de algo que no es habitual», explicaba entonces. Y todo a la luz del día, sin que ello mengüe su éxito. Vaya, que se haga lo que la juventud diría ‘mainstream’, popular, pese a que siga siendo alternativo al sistema. «Se vive un boom, lo ha petado», resume Choriza May, drag con acento valenciano en Newcastle que acaba de ser seleccionada precisamente para participar en la versión británica de ‘Drag race’.

En la onda expansiva de esa explosión es donde el mundo del drag conquista nuevos horarios y espacios. «Es un arte», reitera de nuevo Choriza May entre la reivindicación y el orgullo de quien crea. En su caso comenzó en Halloween de 2018 haciendo de Cruella de Vil y desde entonces sus ‘performances’ no han dejado de ganar tiempo de preparación y aplausos del público tras ganar Drag Idol en Newcastle. El alza de interés tras RuPaul lo ha notado en su propia vida con aumento de llamadas, pero también en la aceptación de su rol: «Se nota que ahora está mucho más aceptado que antes, hace 20 años tener pareja era un tabú, también es más fácil en tema económico, pero sobre todo es que estamos en más sitios y diferentes, estamos ganando terreno».

En ese espacio conquistado, Glamniss reflexiona hacia el pasado y se acuerda de quienes estuvieron antes. «Les debemos mucho a las pioneras del drag, a las que estaban hace algunos años, mujeres trans cuya única salida era el espectáculo, era el mundo de la noche y hacer de drag», defiende. Ella también siente que ha evolucionado en los últimos meses, que ha pasado de ser «la típica bailarina» a hacer «un tema más social», a «reivindicar», a dar más «discurso» porque, defiende «no todos los drags son blancos cis imitando a Madonna, hay mucha variedad entre la gente a la que nos gusta este arte».

Y como cualquier arte, también puede formar parte de los museos. Para muestra, el ejemplo de la exposición del MuVIM del otoño pasado de ‘Francis Montesinos. 50 anys. València, seda i foc’ en el que la artista drag Liz Dust fue la encargada de guiar el recorrido con trajes de Francis Montesinos, una ‘performance’ en la que el escenario fue el museo más importante a cargo de la Diputación de Valencia.

«Lo de que fuera en un museo es algo más anecdótico, lo que hago es una forma de expresión, mi formación es en Bellas Artes y quizás he tenido el camino inverso, empecé haciendo ‘performances’ en galerías y escena experimental y ahora cada vez hago más espectáculo porque la cultura es muy chula, es mi hábitat natural, pero no da tanto dinero como los shows», admite Liz Dust. En los últimos diez años ha combinado guías en museos, charlas LGTBI con visitas a València desde el punto de vista del travestismo, teatro y escena expertimental, algo que permite, en su opinión, «romper con el género y el estereotipo, sacarlo de contexto, porque el drag puede estar en el ocio nocturno, pero también en otros sitios». «Es verdad que por un lado, bebe mucho de la noche, pero está evolucionando. Espero que el drag pueda llegar a otros ámbitos. Aunque en realidad, siempre dependemos de si alguien quiere apostar por nosotras. Si los eventos o los proyectos culturales quieren apostar por el drag ganaremos más visibilidad más allá de la noche», a juicio de Hugáceo. Pero Dust advierte: «Por mucho que se hable del drag como colectivo, somos muy diferentes, cada uno se reconoce en una figura y menos mal que es así».

Al igual que hay canción protesta o no se puede desligar el contexto bélico del ‘Gernika’, el drag, como arte, como movimiento en auge, tiene su pátina de activismo, de defensa ideológica. De nuevo Choriza May: «Ser hombre y ponerse una peluca también es política, es una patada en la boca a la sociedad heteropatriarcal, es un acto político, una declaración de intenciones de que nos da igual la norma». Cree que el mundo del drag también puede formar parte «de las nuevas masculinidades», pero de nuevo el «no solo», porque añade que también puede servir «para deshacer la cuestión del género».

Connotación política

Tampoco Letizia Conceta rehúye de darle connotación política a sus espectáculos porque, visto con perspectiva, una actuación drag no es muy diferente a las intervenciones desde la tribuna del Congreso, con su altura sobre el resto, su vestimenta bien elegida y su intencionalidad, con un mensaje destinado a un público. «En el momento que te ves metida en el mundo del drag, que tiene mucha vinculación con el mundo queer, ya es algo político que te afecta», explica la joven de 24 años, de gira con la obra ‘Eurodrama’ en un pueblo de Cuenca. Y añade: «Una cosa muy buena es que el colectivo se está radicalizando, está tomando mucha conciencia y no, no es que tengamos la piel muy fina, es que estamos hartas de la violencia, de la discriminación, de sufrir; esta es una lucha que engloba muchas cosas». De hecho, ella misma admite miedo porque «cuando formas parte de un colectivo que se considera disidente del sistema, del resto, de la norma, tiene su riesgo». Y da un ejemplo claro: «A mí no se me ocurre salir a la calle sola, me maquillo en el trabajo».

«El arte, también el arte dramático, nos hace ver las cosas de forma distintas y sirven para criticar o mostrar la sociedad», explica TintoD.Vino. Su nombre real es Paola, empezó hace año y medio en el mundo drag aunque lo de vestirse de chico, dice, le viene desde pequeña. «No entendía por qué si lo hacen los hombres era una cosa graciosa y yo no podía». Hasta que topó con un grupo de drag kings en Facebook. «Vestirme de hombre me da una perspectiva vital distinta, me permite jugar con el género y sirve para mandar un mensaje contra la sociedad heteropatriarcal». En su opinión, «tiene un punto político innegable, sirve para empoderar, tomar el lugar del hombre más machirulo y todas sus actitudes y hacer burla de ello». Y pese a todos los crecimientos y logros, reivindica: «Va muy lentamente, nos faltan plataformas culturales para salir de los tres clubes que tenemos siempre». Porque hay éxitos que tienen los pasos muy lentos y las victorias muy diversas.

Cuando Madrid se travestía hace 100 años

Por Juan Férnandez

Hace 100 años, el mismo Madrid que albergaba la sede del gobierno dictatorial de Primo de Rivera, dio cobijo a un grupo de artistas y creadores homosexuales que consiguieron vivir su condición sexual con una visibilidad impropia para los cánones morales de la época. Triunfaron con atrevidos shows de transformismo, lucieron ambiguos y orgullosos en portadas de revistas y periódicos, publicaron lúbricos relatos cargados de deseo entre personas del mismo sexo y se pasearon por las calles de la ciudad sin ocultar nunca su diferencia.

La historia de la literatura ha contado pelos y señales de los amores públicos y privados de figuras como García Lorca, Luis Cernuda o Vicente Aleixandre, que coincidieron en Madrid en la década de 1920. Sin embargo, en la cultura popular no aparecen referencias de otros creadores con los que estos tres iconos de la poesía compartieron tiempo y sensibilidad en una ciudad que vivió los ‘felices años 20’ con una intensidad y un hedonismo parejos a los que se respiraban en París, Berlín o Nueva York.

La reina en el estreno

Artistas como el transformista cartagenero Edmond de Bries, cuya fama era tan grande que ni la reina Victoria Eugenia quiso perderse el estreno de su show en el teatro de Fuencarral, en septiembre de 1920, donde cantaba melodías pícaras cubierto de plumas, sedas y polvos de arroz. O su amigo el polifacético creador Álvaro Retana, que siempre jugó a la indefinición sexual en sus textos y poses, y que escribió para De Bries ‘Las tardes del Ritz’, un hit de la época cuyo estribillo repetía a ritmo de cuplé: “Qué placer es bailar el fox-trot con un doncel que nos hable de amor”. O el pintor y modisto José Zamora, que solía perfumar las tertulias de Valle-Inclán y Gómez de la Serna con su amaneramiento y sus ‘looks’ femeninos.

La exposición ‘Cuestión de ambiente’, organizada por el Ayuntamiento madrileño, ha rescatado del olvido el feliz momento de efervescencia creativa, modernidad y libertad sexual que logró gozar un grupo de creadores homosexuales cuyas obras y trayectorias vitales de esos años parecerían propias de un siglo posterior.

Un ‘refugio’ para ampliar las variedades

El ‘Varietats’ que preside e ilumina la sala de la planta baja es más que el nombre del local; es un aviso, un lema, una forma de entender la vida y lo que acontece (más bien, acontecerá a partir de septiembre) en los tres pisos de esta construcción en plena calle Quart de València. House of Varietats ultima su regreso como algo más que un local al que ir a divertirse por la noche. Esa es una de las vertientes, que sea «un espacio al que puedan venir aquellos que no se sienten cómodos o no tienen seguridad en otros locales», cuenta Lucía Poncelas, pensando en el mundo LGTBI o las mujeres. Ella es presidenta de la asociación que coordina el proyecto, dos palabras (asociación y proyecto) que aparecen en la frase para explicar su función y que son clave para desgranar que el edificio es mucho más que un local de shows y copas.

«Es una forma diferente de hacer las cosas», detalla Poncelas, también directora artística de House of Varietats. La idea es hacer una asociación cultural «autogestionada y sin ánimo de lucro especializada en contenidos LGTBI y el universo drag». Bajo sus techos coincidirán con diferencia de apenas unas horas espectáculos drags, bailes de fiesta, exposiciones, proyecciones de películas o charlas con temática LGTBI porque la idea es que sea un multiespacio con un pub, un local social, un cine y un showroom. «Queremos que cada tarde haya una actividad diferente, con una programación propia, pero sobre todo, que sean las socias las que propongan porque no cerramos la puerta a nadie», asegura. Eso será por las tardes de martes a domingo.

La idea nació de los vaivenes que provocó la pandemia intentando compatibilizar la posibilidad de fiesta con las restricciones que trajo la covid y con la idea de modernizar la escena de variedades. «Como había que estar sentadas, en vez de fiesta, lo mejor era mirar algo y así nos centramos en esto», añade. Se asienta sobre el edificio vacío en el que antes estaba El Víbora y anteriormente La guerra, uno de los locales más poopulares entre el público gay de los años 80 y 90, y de donde, admite Poncelas, han tenido que sacar «200 sacos de escombros y roña». En los mientras tanto hay mucho trabajo y una petición de mecenazgo, de ayuda económica por parte de aportaciones voluntarias que consiguió recaudar cerca de 8.500 euros.

De ese germen florece en la programación los espectáculos drags. «Hay mucho interés, muchísimo, se nota, en el primer show se agotaron las entradas en apenas 48 horas y en el resto no fue tan rápido, pero hemos estado llenando», relata Poncelas. Eso fue durante las mareas bajas de la covid, cuando la vida se medio normalizaba en el mes de mayo porque la incidencia del virus estaba controlada. Ahora llevan varias semanas cerradas como ocio nocturno porque las restricciones hacen que no sea rentable su apertura como un local hostelero y aprovechando para una remodelación que será la catapulta hacia la nueva vida, amplificada, de este refugio.

No obstante, la directora artística señala que este auge en interés no se hace bajo la visión «más clásica» del mundo drag, ligado a estilos más ochenteros, sino que se hace a partir de una versión más actualizada, «un drag diferente y adaptado a los tiempos actuales». «Hacemos algún sábado de cabaret más clásico, algo más típico, porque no cerramos la puerta a nada, pero aquí hay mucha más variedad, más diversidad artística», explica. De hecho, considera que el drag no debe ceñirse solo al ocio nocturno porque es «contraproducente» para el propio movimiento, aunque este acaba siendo su eje principal porque «ofrece dinero de una forma digna para quien lo practica».

El público objetivo, reitera, es para aquellos que «están buscando un sitio donde se sientan cómodos, un lugar al que poder venir». Se refiere a colectivos como el LGTBI o el de mujeres que todavía siguen sufriendo agresiones en espacios nocturnos porque, como dice, «o podemos hacer que la calle sea segura, pero sí que tengan un sitio donde estar a gusto». Pero no solo. «Estamos abiertos a todo el mundo, nuestro objetivo tiene que ser que entre todo el mundo, pero que sea en un ambiente sano y sabiendo respetar a todo el mundo que viene», sentencia.