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Los tesoros hundidos del litoral valenciano

Las monedas de oro de la Roma imperial encontradas en el fondo de El Portixol se suman a la riqueza arqueológica submarina de la C. Valenciana

Tres buzos toman fotografías y delimitan un hallazgo arqueológico en El Portixol (Xàbia). | RAFA MARTOS

La costa valenciana alberga una de las mayores riquezas patrimoniales submarinas de Europa. El Centro de Arqueología Subacuática de la Comunitat Valenciana tiene inventariados más de un centenar de restos arqueológicos. La mayoría de pecios y tesoros hundidos se encuentran en la provincia de Alicante por la proximidad de sus costas a las antiguas rutas navales. El último hallazgo fue el de 53 monedas de oro, que pertenecen al periodo de la caída del Imperio Romano, halladas por dos buzos en el Portixol (Xàbia), la misma cala donde se concentran el mayor número de anclas históricas del viejo continente.

Una de las monedas encontradas en El Portixol, perteneciente a la época de la caída del Imperio Romano. | LEVANTE-EMV

Las aguas valencianas acogen desde pecios romanos hasta submarinos de la I Guerra Mundial. Su lecho marino conserva más de un centenar de restos arqueológicos. El Bou Ferrer, en la Vila Joiosa, es el barco romano encontrado más grande -30 metros de eslora- que reposa en el Mediterráneo. Transportaba un cargamento de 2.500 ánforas de salsas finas de pescado -garum, un producto muy apreciado en la Roma imperial, elaborado con boquerón, caballa y jurel- y lingotes de plomo.

Ánforas con «garum» en el Bou Ferrer de la Vila Joiosa. | LEVANTE-EMV

Dénia es la capital de la arqueología submarina valenciana, ya que contiene el mayor registro de pecios. Todos los restos encontrados a su alrededor, como es el caso de Xàbia, tienen que ver con la trascendencia de la antigua Dianium como parada en las rutas del Mediterráneo. El último hallazgo es de apenas hace tres veranos. Dos turistas adolescentes franceses encontraron los restos de un navío a 350 metros de la playa y a solo 3,5 metros de profundidad mientras practicaban snorkel. Pertenecían al barco corsario Zéphir hundido en el año 1813, durante la Guerra de la Independencia frente a los franceses, curiosamente.

Cuaderna de un pecio romano en Dénia.

El pecio más antiguo en aguas dianeneses es el de unas ánforas ibicencas del siglo VI antes de Cristo. Dénia constituye el único puerto refugio natural en los más de 500 kilómetros de costa que separan el de Los Alfaques en Sant Carles de la Ràpita (Tarragona) y el de Cartagena (Murcia). Eso hizo que durante siglos las embarcaciones buscaran, no siempre con éxito, su abrigo en las tempestades. Y por eso las aguas de su vecina Xàbia están repletas, también, de barcos hundidos.

La imponente presencia del cabo de San Antonio y de la montaña del Montgó generan en la zona, además, un singular régimen de vientos que desde la antigüedad ha desorientado a los barcos y los ha hecho perderse. Las condiciones naturales de las aguas de Dénia, poco profundas, hicieron que Quinto Sertorio lo eligiera como base marítima en la terrible guerra civil que lo enfrentó al Senado romano en el siglo I antes de Cristo. Y que, 1.000 años más tarde, Muyahid al-Amiri, fundara la Taifa de Dénia y utilizara sus muelles para lanzarse a la conquista de las islas Baleares y después de Cerdeña.

Dénia, siempre, como punto referencia marítimo. Dos mil años de naufragios. Hay ánforas, cerámicas, cuadernas, cascos, monedas, lingotes de oro, balas de cañón, esqueletos de naves, campanas, fragmentos de artillería. Todo eso esconde el mar de Dénia.

Un naufragio cambió la historia de la población dianense. No dejó ningún tesoro, pero sí es un hecho clave en el devenir de Dénia. El 16 de marzo de 1799 a las 4 de la mañana, la fragata la Guadalupe de la Armada del rey de España naufragó de madrugada entre las rocas de Les Rotes cuando huía de unos navíos británicos. Murieron 147 de sus 327 tripulantes. Los vecinos se volcaron con ropa seca y comida para auxiliar a los supervivientes. El naufragio destapó el precario estado del puerto. La ciudad dejó de ser una villa de la casa de Medinacelli y pasó a ser de la Corona por orden de Carlos IV.

La riqueza romana de Sagunt

Otro trozo de historia del Imperio Romano, mecido por las olas y el tiempo durante siglos, reposa en el Grau Vell, en Sagunt. En el litoral del romano Saguntum se encuentran sumergidos los restos de varias naves romanas, y parte del cargamento que transportaban en grandes ánforas y tinajas, además de lingotes de plomo.

En Benidorm reposa El cacahuetero en Benidorm. A solo 8 metros de profundidad y cercano a la pequeña isla de Benidorm se puede visitar la quilla y la estructura de este barco romano hundido que transportaba cacahuetes.

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