En el plano meteorológico, octubre es un mes marcado por las catástrofes en la vertiente mediterránea. Semanas como estas se han saldado con auténticos diluvios capaces de multiplicar, en tan solo unas horas, el caudal de los ríos y provocar estampidas de agua, lodo y rocas en ramblas habitualmente secas. En nuestra memoria tenemos las cicatrices que dejaron la riada de Valencia en 1957, la pantanada de Tous de 1982 y otros muchos eventos de lluvias, probablemente menos traumáticos a nivel colectivo, que permanecen en las antípodas de nuestros recuerdos debido a vivencias particulares. Los episodios de precipitaciones cuantiosas están estrechamente vinculados con estas fechas, aunque llevemos un porrón de años en los que octubre se muestra más seco que la mojama.

Pese a lo vivido en la última década, la climatología aún sitúa a este mes en el pódium de los meses más lluviosos en gran parte del país. Estas semanas representan el tramo más húmedo del año en las regiones bañadas por el Mediterráneo. Todavía hoy, en la huerta valenciana o castellonense se pueden observar los esqueletos de los carteles que se pusieron meses después del año 2000, para anunciar las ayudas destinadas a recuperar las infraestructuras dañadas por el diluvio de octubre de aquel año. Son los últimos vestigios de las lluvias puntuales a su cita. Desde el año 2010, hemos tenido una ristra de octubres seudoestivales, como el de 2014, que fue el más cálido en España desde que se tienen registros.

En esta ocasión, las previsiones apostaban por un mes de octubre seco, tal y como está transcurriendo hasta el momento. José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored (tiempo.com), señala como detonante a una “persistente situación de bloqueo que provoca un tiempo seco y anómalamente cálido”. Este escenario como hemos visto no es nuevo, encaja con lo que se viene observando este siglo y con el actual marco de calentamiento global. “El tiempo de la primera mitad del otoño es una prolongación del verano a través de una sucesión de veranillos” afirma Viñas, y apunta que la causa está más al sur, “el reforzamiento del cinturón de altas presiones tropicales y su extensión hacia el norte explica el comportamiento meteorológico observado”.

La estación estival está expandiéndose unos 9 días de media por década. Tanto es así que, según la AEMET, ahora el verano dura cinco semanas más que a comienzos de los años ochenta. Aunque está creciendo sobre todo a través de un inicio más temprano, lo sucedido especialmente en la última década podría encajar con una expansión también de su final. En los próximos años constataremos si los octubres secos y cálidos han llegado para quedarse o si estamos viviendo un ciclo singular.