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Colectivo Lgtbi

Àlec Casanova: "Yo soy como soy, una persona trans, y me da igual si lo aceptas o no"

Se cumplen tres años desde que la OMS sacó la transexualidad de su lista de enfermedades - El colectivo pide una ley estatal que asegure derechos a la altura de la ley trans valenciana

Àlec Casanova y Daniela Gustarc, en la plaza del Ayuntamiento de València. Foto: G. Caballero.

En 1997, y tras pasar por una depresión, Àlec Casanova acudió a la consulta de su médico. Allí explicó a la doctora su condición de hombre trans. La respuesta fue «cuando se te pase la tontería vuelves». «Y desde entonces no he vuelto, de tontería nada», cuenta. Lo suyo fue tan temprano que no tenía un referente en el que mirarse en España, no conocía a ningún trans. «Estaba Bibiana Fernández, pero era una mujer, no un hombre», dice. Él fue de los primeros en hacerse visibles.

En 2011 Daniela Gustarc da el paso como mujer trans. Lo sabía desde siempre y tenía su diagnóstico médico varios años antes, pero no lo hizo por miedo, «me daba terror dar el paso, por lo que pudiera pasar o pensar mi familia», confiesa. Pero no pasó nada, al contrario, todo su entorno la aceptó tal y como es, la quiso y la acogió con cariño como mujer trans. «Yo creo que ellos ya lo sabían de alguna forma», comenta mientras esboza una sonrisa.

Àlec es profesor de primaria desde hace casi 20 años. Daniela es funcionaria en el ayuntamiento de València. Àlec es de Sueca, Daniela de La Safor. Los dos son personas trans, son visibles, tienen un buen trabajo y viven felices. Pero el camino no fue fácil. Tanto Àlec como Daniela, a ojos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) fueron considerados «enfermos mentales». Porque así fue hasta 2018, fecha en la que se cambió el catálogo de enfermedades para sacar de él la transexualidad. Este domingo se cumplen tres años de la despatologización, con décadas de logros en la mochila pero todavía varias conquistas que lograr para el colectivo.

"La palabra ‘transexual’ estaba muy sucia, y a nosotros nos ha tocado limpiarla", asegura Daniela

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Àlec y Daniela comparten algunas cosas. Pocas, en realidad. La historia es similar pero les separan décadas. «Todavía queda por avanzar, pero la transfobia que había antes no tiene punto de comparación con la de ahora», dice Casanova. «Te jugabas el pellejo por el simple hecho de salir a la calle, y por la noche ya ni comentamos», cuenta mientras Daniela asienta con la cabeza, como si reviviera el miedo que le atravesaba entonces y no la dejó dar el paso. «La gente te veía como un monstruo», lamenta.

De hecho Àlec no da el paso hasta el año 2001, cuando conoció a Vicent Bataller, uno de los pocos catedráticos que habla de la realidad trans en la época. Y tras él conoció a los doctores Felipe Hurtado y Marcelino Gómez, que ocupaban su tiempo en arreglar los destrozos de la automedicación y auto-hormonación, ya que entonces el tratamiento no contaba con respaldo en la sanidad pública. «No tratar a las personas trans como les correspondía era mucho peor», recuerda Àlec.

Alec y Daniela en la plaza del Ayuntamiento de València. Germán Caballero.

Limpiar la palabra

«En mi familia éramos seis, y solo había estudiado yo una carrera y luego las oposiciones, así que me veían con muy buenos ojos, pero en el momento en que dije que soy trans me convertí en lo peor. Daba igual lo demás, que fuera o no buena persona, yo era transexual”, cuenta Àlec. «Aquella palabra estaba muy sucia, con unas connotaciones negativas tremendas, y a nosotros nos ha tocado limpiarla, por eso estoy abierta siempre a dar explicaciones y sensibilizar a la gente que me pregunte», continúa Daniela.

Pero no basta con visibilizar, hay que avanzar en derechos, sobre todo a nivel estatal. «La ley trans valenciana de 2017 está mucho más avanzada que la española, por eso pedimos un texto general, para que tu transición no dependa del territorio en el que te ha tocado nacer» explica Nhabi Iturbide, coordinadora del Grupo de Asesoramiento de Temas Trans (Gatt) de Lambda. En la C.Valenciana no se necesita un diagnóstico médico para cambiar tu nombre en el registro (al contrario que en otros territorios), pero sí para el cambio de sexo, que es competencia estatal y debe ir precedido por dos años de hormonación para comenzar la transición. «Lo que pedimos es que un psicólogo no tenga la potestad de decidir si puedes cambiar de sexo o no», apunta Iturbide.

"La transfobia que había antes no tiene punto de comparación con la actual", apunta Àlec Casanova

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Sobre todo Iturbide señala a los dos años de hormonación. «Hay algunas personas trans que quieren hacer el cambio pero no se quieren hormonar, es un sin sentido obligarle a hacerlo durante dos años”, denuncia. Además, por ponerle un pero a la ley autonómica, pide más sensibilización y educación sobre la realidad trans. “Falta educación afectivo-sexual de base, que desde infantil los niños aprendan la diversidad”, añade Casanova. 

Tres años después de la despatologización y en pleno intento de regresión Àlec  y Daniela reivindican a las personas trans visibles, felices y con derecho a existir tal y como son. “¿A tí te han preguntado alguna vez si te sientes o eres hombre? No, porque no hace falta ¿Por qué a las personas trans se nos tiene que cuestionar constantemente si se siente o es? Yo soy como soy, una persona trans, y me da igual que tú lo aceptes o no», sentencia Àlec. 

"Me daba terror dar el paso, por lo que pudiera pasar o lo que pudieran decir", dice Daniela Gustarc

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Acabar con los estereotipos

“Las leyes nos dieron un marco legal importantísimo, pero eso no elimina toda la homofobia y la transfobia que hay en la sociedad”, explica Casanova, que participó en la elaboración de la ley trans estatal de 2007 un texto “pionero en Europa” y con una joven Mónica Oltra como asesora de Lambda en materia trans, cuenta. Pero queda camino, sobre todo entre la gente. “La ley protege nuestra identidad, pero tenemos que aprender también a respetar otras expresiones de género. Yo he tenido alumnos así, del que se espera una conducta masculina pero resulta que a lo mejor es afeminado, y no les concuerda, pero hay otras masculinidades diferentes y no pasa absolutamente nada”, expresa Àlec. 

Pero no solo son las expresiones, también los cuerpos están en el campo de batalla. “Ya me gustaría tener una varita mágica o haber nacido con los genitales que me corresponden, pero es lo que me ha tocado, que mi cuerpo no concuerde con mi identidad”, explica Daniela. Como remarca Casanova “desde que nacemos nos catalogan; rosa o azul. Hay que acabar con la dictadura de la genitalidad”. 

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