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Un festival de reencuentros, abrazos y vuelta de viejos rockeros

Los dirigentes socialistas se dan un baño de fotos y aplausos con una militancia entregada

Una de las dos paellas gigantes cocinadas ayer en Feria València para el congreso del PSOE. | GERMÁN CABALLERO

A falta de tramas, intrigas y requiebros que pudieran dar para serie política de Netflix como en capítulos anteriores, el PSOE decidió hacer de su congreso federal un festival. Y pocos lugares mejores que València. De ahí los food trucks de la entrada, las dos paellas gigantes, las terrazas con luces, la tienda de recuerdos corporativos, los diferentes escenarios y los fuegos artificiales. Porque si la política tiene cada vez más de espectáculo, por lo menos, hay que hacerlo bien.

Los socialistas forman parte del mainstream de la política, pero la puesta en escena fue más cercana al indie, con multiespacios minimalistas, carpas abiertas y sillas altas. De hecho, como en esos festivales alternativos, a muchos de los cantantes que se lo dejaban todo en el escenario, minutos después se les veía pulular y compartir charlas y muchas fotos con la militancia en modo fenómeno fan. Calvo, Morant, Marlaska, Montero (María Jesús, claro), Isabel Rodríguez o hasta Calviño (sin carné del partido) se convirtieron figuras aclamadas para ser inmortalizar junto a sonrisas y acuerdos.

El gesto más repetido fue el de los abrazos ocupando el lugar que antaño, en las embrionarias ediciones decimonónicas del cónclave, tenía el del puño en alto. No sin significado político: abrazar ha sido en este año y medio un acto subversivo y ejecutarlo es, para los socialistas, una muestra de que lo peor de la pandemia es ya historia como historia es de batallitas que dejar de lado las disputas de anteriores congresos. Especialmente el último, el de 2017, al que se llegó tras el choque entre Susana Díaz y Pedro Sánchez.

Y así, entre abrazo y abrazo, «ay cuánto tiempo sin vernos», se coreaban unidad, socialdemocracia y reencuentro como temas más existosos del fin de semana entrelanzándose con la megafonía entre actos de Estopa, Rozalén, Chenoa o Pau Donés. Y hasta un «unanimidad absoluta» como hit inesperado entonado por Puig.

El evento sirvió también para ver a cantantes que llevaban años sin juntarse, con aplausos largos y recuerdos, porque nada mejor que rememorar a quiénes emocionaron antaño para volver a sentirse joven. Por ello, la vuelta a los instrumentos de los viejos rockeros González y Zapatero fue de lo más destacado y aplaudido, con Zapatero en plan Springsteen y González bajando decibelios con un estilo más cercano al de cantautor.

Pero más que la letra y la música de ambos o de las arengas atemporales de un Pablo Iglesias (el del siglo XIX) en formato holograma, lo que quedó sobre el imaginario fue, de nuevo, el abrazo final con Sánchez, la gran estrella del fin de semana que tendrá este domingo la actuación que corresponde como cartel principal.

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