La intervención de Ximo Puig en Barcelona Tribuna ayer acabó con los elogios de Miquel Roca i Junyent, uno de los padres de la Constitución, uno de esos nacionalistas catalanes moderados, representantes de la Convergència anterior a Artur Mas. Roca (también abogado defensor de Iñaki Urdangarin en el caso Nóos) deseó suerte al jefe del Consell. Se lo deseó «con egoísmo», y no es casual, porque el proyecto federalista, anticentralista y antisoberanista que Puig desgranó en la capital catalana se acerca bastante al que representó aquella «minoría catalana» hoy arrinconada en los espacios de poder político.

No es casual que los expresidentes Mas y Quim Torra se llevaran las críticas de Puig. También hubo alguna para el actual mandatario, Pere Aragonès, de color distinto (Esquerra Republicana), por ausentarse en el último acto reivindicativo del corredor mediterráneo organizado por los empresarios valencianos. Pero el president dijo que detecta un clima diferente tras un tiempo difícil y que mantiene «una buena relación» con su homólogo, que espera que fructifique en «puntos de encuentro». Porque una Cataluña aliada en los foros de debate de España es importante para la Comunitat Valenciana, admitió.

En el coloquio posterior a la conferencia, Puig se expresó sin cortapisas sobre el centralismo a la hora de defender su proyecto federal. Y dejó alguna frase sonora sobre los últimos movimientos orientados a frenar cualquier reforma radical del sistema de financiación de la autonomías. «El centralismo no puede utilizar la España vaciada para erosionar a la España periférica», sentenció. Se refirió así a la alianza de ocho comunidades poco pobladas escenificada en Santiago de Compostela. «La despoblación está en todas partes», dijo.

Puig lamentó que hay mucha actividad en la periferia, pero casi nada trasciende en Madrid. En cambio, «todos estamos preocupados por cómo se llevan el presidente del PP y la presidenta de Madrid. A mí me importa bien poco», zanjó. Y añadió: «La repercusión de lo de Madrid es terrible y marca la agenda. No puede ser».

Puede ser un discurso que suena en Cataluña, pero el jefe del Consell alejó cualquier idea de que pueda derivar hacia planteamientos separatistas a preguntas del director adjunto de La Vanguardia, Enric Sierra. A diferencia de Artur Mas, «no quiero pasar pantalla, quiero que la superemos con soluciones, es lo más patriótico», afirmó.

Con esa combinación de tenacidad y confianza se expresó sobre la financiación autonómica, justo en el día en que sufre otro retraso sobre los planes comprometidos. «No hay futuro posible [para España] sin resolver esta cuestión. Solo habrá más frentismo», auguró tras argumentar que este fenómeno provoca tensiones cada vez mayores.

La diferencia entre su planteamiento, insistió, y el defendido en el pasado por Cataluña es que el Consell «no lo plantea unido a cuestiones identitarias». Se trata de una cuestión de igualdad, recogida en la Constitución, y que hoy no se da.

Ante Miquel Roca reiteró la posición de que son posibles las transformaciones federalistas sin reformar la Carta Magna. Y ante él, remarcó que España «nunca ha estado mejor que ahora», en referencia al periodo posterior a la Constitución. Frente a aquellos que cuestionan hoy en la izquierda el llamado «régimen de 1978», Puig lo reivindicó.

Y también llevó a la tribuna catalana el empeño por agilizar la Administración. Lo dijo sobre el corredor mediterráneo, más afectado por demoras burocráticas que por falta de recursos, dijo.