Hace algo más de quince días, cuando el certificado covid empezó a rodar en la Comunitat Valenciana, el president de la Generalitat Ximo Puig ya advirtió que las «circunstancias mandaban» y que pasadas dos semanas se evaluaría la situación por si había que ir más allá en las medidas de control de la pandemia. Quince días más tarde, el Consell va a volver a llamar a la puerta del Tribunal Superior de Justicia (TSJCV), tras reunir a la comisión interdepartamental de seguimiento de la pandemia, para pedirle ampliar la exigencia del certificado covid a más ámbitos hasta al menos el 31 de enero en un intento de cortarle las alas a la sexta ola y de seguir incentivando la vacunación entre quienes no lo han hecho como ya lo ha hecho quintuplicando las primeras dosis puestas en una semana.

De esta forma, desde que el Tribunal Superior de Justicia avale (si lo hace) la nueva orden, será necesario presentar el certificado covid en prácticamente todos aquellos sitios donde uno se quite la mascarilla para comer o beber. En un intento de minimizar el impacto en el sector, el Consell apostó a principios de mes por dejar fuera de este sistema de control a los bares y restaurantes más pequeños (con un aforo menor de 50 personas). Esta salvedad se retira ahora y todos los bares y restaurantes, sean grandes o pequeños, tendrán que pedir a sus clientes el certificado covid, ya sea de vacunación, de haber pasado la enfermedad o de prueba negativa.

También se incluyen ahora a los cines, lugares en los que también se retira la mascarilla para comer o beber, o en circos, por ejemplo y en los lugares de restauración de alojamiento turísticos. Los casales falleros (que se libraron hace quince días) entran ahora también en la normativa y lo tendrán que pedir, así como salas multifuncionales y otros lugares donde por la actividad que se desarrolla, han sido señalados desde el principio de la pandemia como espacios de contagios: instalaciones deportivas, piscinas cubiertas y gimnasios, donde también se exigirá el uso de la mascarilla sin excepción.

Sentido común para Navidad

Es la respuesta del Consell ante la aceleración de esta sexta ola que ya está empezando a tensionar los hospitales, aunque la Atención Primaria ya hace semanas que lo está por el alto volumen de casos leves, el estudio de contactos y las vacunaciones. Desde que tomó vuelo, esta nueva onda epidémica ya ha multiplicado los contagios semanales por cinco en cuestión de un mes, y ha triplicado los hospitalizados y prácticamente los pacientes graves en UCI.

Y parece que va a ser la única medida junto a pedir cautela a la ciudadanía. A no ser que mañana miércoles se consensúe alguna otra en la Conferencia de Presidentes convocada por Pedro Sánchez, no parece que haya intención por parte del Botànic de ir más allá en la toma de medidas duras de cara a las navidades pese al riesgo cierto que suponen al generalizarse los encuentros sociales entorno a una mesa, comiendo y bebiendo sin mascarilla.

Puig pidió «sentido común» y las pautas que el año pasado sí eran algo más que recomendaciones: limitar los contactos no necesarios, evitar el número de personas en los encuentros sociales y, de juntarnos, hacerlo con mascarilla, distancia y ventilación. La consellera de Sanidad fue más específica y apuntó que lo «aconsejable» sería reunir a un máximo de «dos núcleos familiares». «Son fiestas pero no estamos para fiestas. Es hora del trellat, del sentido común y de actuar con prudencia. Ya sabemos lo que hay que hacer y lo que no», dijo Puig.

«No es igual que en 2020»

El por qué a no ir más allá pese al aumento imparable de contagios —ayer fueron 9.648, tantos como todos los notificados en la semana del puente— lo basó ayer el president en que pese a la explosión de positivos no se está ahora igual que el año pasado en situación hospitalaria y todo gracias a la vacuna. «Estamos en alerta pero no en estado de alarma. Es grave pero no es comparable a lo ya superado», recordó Puig, que ilustró su punto con cifras: en lo peor de la pandemia de enero se llegaron a 4.800 hospitalizados y a 670 pacientes críticos, siete y seis veces más, respectivamente a lo que hay ahora y, ahora el 93 % de valencianos están vacunados.

«Es el factor diferencial», según apuntó ayer Puig, y que ha facilitado que bajen la mortalidad y la tasa de hospitalizados. Y aún puso otro ejemplo: el 14 de enero con la misma incidencia que ahora, había 3.000 personas en el hospital, frente a los 812 que había ayer lunes. «Ahora podemos combatir la situación con más garantías», aseguró Puig que lo fió todo a la vacunación.

Hay voces expertas que, sin embargo, están pidiendo adelantarse a lo que puede venir con medidas más duras ya que la entrada en juego de la variante ómicron (que ya estaría circulando en la Comunitat Valenciana pese a haberse detectado pocos casos) puede desbaratar las previsiones.

Al ser más contagiosa, los casos se pueden disparar y, aunque los ingresos no suban como cuando la población no estaba vacunada, a más positivos, más ingresos, lo que puede poner en riesgo de colapso de nuevo el sistema máxime en fechas en las que, en años prepandemia ya había problemas de asistencia.