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Los peones del autogobierno

Los primeros trabajadores de la Generalitat, algunos ya jubilados, otros en activo, cuentan cómo fueron los primeros días del Consell Preautonòmic desde dentro - "Allí no había nada. No teníamos competencias, nos dedicábamos a hacer estudios"

Cinco de los primeros trabajadores de la Generalitat, de izquierda a derecha: Joan Tamarit, José Antonio Franco, Ferran Verger, Juan Toboso y Joan Oltra. Fernando Bustamante

Dos hombres empujan un coche atascado en las vías del tren. El badén ha hecho encallar al Seat azul marino, color elegido por el conductor para que dé una mayor apariencia de coche oficial. También la matrícula de Madrid. Al volante va su dueño, Joan Lerma, en aquel momento entre finales de 1978 y principios de 1979, conseller de Trabajo de un todavía incipiente Consell Preautonòmic. Quienes tiran del vehículo para evitar cualquier posible desgracia en la línea férrea son Joan Tamarit y Juan Antonio Franco, trabajadores del embrión administrativo que será la Generalitat.

Más de 40 años después, las anécdotas, las fechas y los nombres endulzan los cafés en un horno del centro de València. Las batallitas se amontonan en la mesa compuesta por cinco de la sesentena de empleados que se podrían considerar los primeros obreros del autogobierno. Tamarit y Franco entraron en Treball con Lerma en el '78. Misma fecha que Ferran Verger y Juan Toboso lo hicieron en la Conselleria de Interior. Joan Oltra lo haría años después, ya en los '80, en plena eclosión de competencias.

Las intervenciones se van hilando con curiosidades, cargos o asuntos incontables y sin ningún orden ni entendimiento posible para quien no lo vivió y lo ve cuatro décadas después. Pongamos orden. ¿Cómo llegaron hasta allí? Empieza Franco: "Allí no había nada, por no haber, no estaba ni la Constitución aprobada, se había creado el Consell Preautonòmic ("del País Valencià", apuntan a su lado) con todos los partidos presentes ("UCD, PSPV, Alianza Popular y PCE", incorporan de nuevo) y cada conseller se arreglaba como podía, buscaban a quien conociera y que supiera".

Por ejemplo, el propio Franco empezó allí por Ernest Reig, catedrático de Economía Aplicada en la Universitat Valenciana, a quien había tenido de profesor. Antes, había estado como gerente de la Cooperativa Valenciana de Mujeres. "Ven a verme a Benicarló (al palau que hoy son las Corts)", le propuso un día el luego president de la Generalitat, Joan Lerma, a Tamarit con quien había estudiado y que venía de la mili. Verger y Toboso llegaron de la mano de Vicent Soler, también profesor en la UV, y que en aquel momento era director general de Administración Local.

"Éramos gente de 25 años, que llevábamos varios años gritando lo de 'Libertad, amnistía y estatut d'autonomia' y aquello era vocación, era ir a hacer país", explican complementándose unos a otros sin saber a cuál de todos adjudicar la frase sobre qué sintieron o dijeron o pensaron cuando les llamaron para trabajar en ese Consell Preautonómic. "Había más voluntad que otra cosa, no había horarios", añade Verger. "Era participar en la transformación del Estado", dice Oltra. Lo secunda Tamarit: "Íbamos a construir país". "Era poner los cimientos" complementa Toboso.

La oficialidad de sus nombramientos era prácticamente inexistente. "¿Quién sabe hacer esto?" o "ven y ayudas" eran las frases de reclutamiento que entre el '78 y el '79 contemplaba a lo que hoy consideraríamos "personal técnico" para esa administración preautonómica. Eso y aportaciones de otras instituciones. Por ejemplo, recuerdan, en aquel momento los encargados de pagar las nóminas eran tres trabajadores de la Diputación de Valencia que iban dos o tres tardes a la semana a encargarse de esas labores preautonómicas.

El mayor ejemplo de esa extraoficialidad es que los años 1978 y 1979 no les aparecen como cotizados en la vida laboral. Sí que están las nóminas, los estudios que realizaron y, sobre todo, las medallas de bronce que Josep Lluís Albinyana, primer presidente preautonómico, regaló en una comida en un restaurante de la playa a la setentena de trabajadores por los primeros días de esa nueva institución. Todas están numeradas en el canto, pero se cogieron al azar. Excepto la número 1 que Albinyana le dio a su secretaria.

Pero entonces, ¿qué hacían exactamente? "Era el caos antes de la creación", explica Toboso que casi podría haber utilizado las palabras del Génesis: "La tierra estaba desordenada y vacía". "No teníamos competencias de nada", recuerda. Su trabajo era, básicamente, hacer estudios. "No había dinero para más", dicen. Volúmenes sobre el paro agrario, la fuerza del trabajo o la contabilidad de los 542 . "O de los que tenían datos porque otros, nada", indica Ferran. Y después, "a predicar" los resultados para "hacer ver que existía un Consell preautonòmic". En una de esas rondas donde se quedó encallado el coche de Lerma.

El cómo y dónde también entran en la conversación. El recuerdo de la Generalitat en la calle Micalet con las conselleries en cada planta, arriba del todo, por ejemplo, Cultura, es posterior, a partir del 82. Antes, explican, era en locales que iba cediendo el Estado, la Gobernación civil o la Caja de Ahorros (luego Bancaja) como en el que se encontraba la Conselleria de Trabajo, en la calle Doctor Moliner con Micer Mascó. Otro, como el caso de Hacienda, era en el Palau de Benicarló que también servía para las sesiones plenarias del Consell.

Los medios de aquellos días eran precarios. Recuerdan que se incorporaron trabajadores que llegaban del Movimiento, como un excombatiente de la División Azul que hasta entonces su trabajo era vigilar la estatua ecuestre de Franco en la hoy Plaza del Ayuntamiento. También rememoran que ellos mismos no tenían "ni idea" de cómo crear una administración y que tenían que estudiar "sobre la marcha". O que la contabilidad se llevaba de manera manual hasta que alguien fue al Ministerio de Defensa y pudo copiarse el software más bien de tapadillo y "probar" si funcionaba.

¿Y quién dijo que no había despidos en la Administración? En abril de 1979 entra Enrique Monsonís, de la UCD, como conseller de cuatro departamentos, entre ellos, Trabajo e Interior. E "invita a irse" a Tamarit y Franco (en Trabajo), pero no a Verger ni a Toboso (en Interior). La explicación se basa en las diferencias dentro de los propios socialistas. Así, indican, Monsonís quería echar a los trabajadores de los departamentos 'albinyanistas', los defensores de optar a la autonomía por el artículo 151, frente a los 'pastoristas' (de Joan Pastor) que aceptaban el 143.

"Ya no vengáis más", recuerdan que les dijeron a Tamarit y Franco un día en el "localito" que era la conselleria. Pero siguieron yendo. "El nuevo director general nos cogía y nos llevaba a la puerta, pero nosotros volvíamos", cuentan riéndose. Al final, negociaron una salida directamente con Monsonís, que luego sería 'president'. Sin contrato de por medio, el acuerdo fue "un Filesa": les pagaron 300.000 pesetas a repartir entre tres por unos trabajos que no hicieron. "Nosotros tampoco queríamos trabajar para la derecha", añade Tamarit.

De esos años viene también el problema de la transferencia sin una financiación adecuada. "No teníamos ni idea de lo que costaban las cosas, pero ni nosotros, ni en el Estado, las cuentas estaban en papelitos", recuerda Verger que tuvo que ir a Madrid a negociar. "Muchas autonomías que accedieron más tarde se encontraron con estructuras construidas por el Estado como centros de salud o colegios, nosotros tuvimos que hacerlas todas con nuestro dinero", añade Tamarit que volvió a la Generalitat en los años 80 igual que Franco.

Los dos volverían ya con la década de los 80 avanzada, las transferencias en marcha y las primeras oposiciones. A ese periodo Verger y Toboso llegarían con contrato laboral en el ente que comenzaba a avanzar. Por eso, cuentan, su oposición fue por otra vía a la que se presentaron, ya en el 86, Franco y Oltra. Tamarit, por su parte, lo haría desde la Diputación de Valencia cuando la asunción de competencias obligaran a un traslado de personal de la institución provincial, donde se había sacado plaza, a la autonómica.

"Esa es ya otra época, más profesionalizada, necesaria, pero en la que había una concepción diferente, menos vocacional", expresa Oltra. Para los presentes, esa entrada de personal funcionario con las oposiciones y la llegada de las competencias marca el cambio de era en la Administración. La estructura ya camina, el autogobierno ya existe. "Seguía habiendo mucho voluntarismo, pero menos militancia", indica Tamarit. Y entre todos hacen un resumen de ese paso del tiempo: "Primero hubo ilusión, luego las competencias y más tarde, los recursos".

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