Ecologismo caro

Un momento de la jornada.

Un momento de la jornada.

Enrique Moltó

En el planteamiento de las políticas de defensa del medio ambiente algo debemos estar haciendo mal porque los populismos negacionistas de ultraderecha tienen especial arraigo en las clases populares urbanas y en el medio rural. El otro día, en una magnífica jornada organizada en Denia sobre Gastronomía y sostenibilidad por la Cátedra de Responsabilidad Social de la Universidad de Alicante y por Gasterra, bajo la inmejorable dirección del profesor Arturo Jiménez, se hicieron interesantes planteamientos sobre la distinción entre gastronomía y cocina y sobre la conveniencia del consumo de productos de kilómetro cero, con varias experiencias interesantes. Como suele suceder en estos eventos casi todos los que allí estábamos no necesitábamos que nos convencieran de estas bondades, pero, con atino, desde el público se planteó el hecho de si ese tipo de productos no eran demasiado caros para ser consumidos por clases populares, que tienen mucho más accesibles productos procesados y ultra procesados que vienen de muy lejos. Es bueno tener estas voces de Pepito Grillo para generar debates. Desde la mesa redonda Miguel Ángel García, de Olis Rontonar, defendió que, según sus cálculos, el consumo de un aceite de calidad organoléptica y ambiental como el suyo suponía unos 50 céntimos diarios y un café en un bar, por ejemplo, no baja de 1,40 euros o un paquete de tabaco de cinco. La cuestión es que debemos transmitir este mensaje objetivo más allá de los convencidos, sin imponer superioridades morales, que solo implican desprecio hacia las clases populares. Lo mismo sucede con la próxima obligación de comprar coches eléctricos, que son hoy por hoy demasiado caros como para compensar un presunto menor consumo. La imagen que dejan este tipo de cuestiones es elitista y eso tiene que cambiar. En contextos internacionales Europa mira por encima del hombro a China o La India, por ejemplo, cuando habla de su superioridad ambiental por normas de control de la contaminación y las emisiones, sin reconocer el derecho a estos países a un nivel de vida parejo al de los europeos, que ya hicieron una política ambiental nefasta en el pasado y que aún hoy derivan parte de sus residuos y de la parte más contaminante de sus procesos de producción a los países subdesarrollados, comprando fuera sin imponer los controles que exigen dentro. Un poco de empatía y de menos paternalismo en este y otros temas no iría mal.