Sonó la Dipu, de nuevo, pero su eco en Ontinyent se escucha poco. Y eso que el cartel „no digo de los tres nombres noveles participantes en el concurso, inéditos en esta plaza„ lo formaban dos primeras espadas de lo más relevante de esta edición: La Habitación Roja y La Pegatina. A las 21.20, con cierto retraso, La Habitación Roja, grupo originario de L'Eliana enclavado en estilos como el pop, el rock y el indie pop, que vienen practicando desde 1994, empezaba con una selección de su dilatado repertorio, el que han consolidado Jorge Martí (voz y guitarra), Pau Roca (guitarra), Marc Greenwood (bajo) y José Marco (batería). Pero la escasa concurrencia, apenas un centenar de personas, pese al precio económico de las entradas (5 euros), no era ningún estímulo. Sobre todo para un grupo en cuya discografía encontramos ya once álbumes, desde aquel inicial de nombre homologo, de 1998, hasta el reciente Memoria (2018).

La banda valenciana exhibió un gran sonido y profesionalidad en sus interpretaciones. Si algún problema se les puede achacar, que no demérito, es que a veces sonaban a Velvet Underground, otras a REM, etc. Es decir que no logran un sonido característico en el competitivo campo del rock. Son, en términos futbolísticos y salvando las distancias, un excelente grupo de segunda división al que se le resiste la primera. Aunque, quizás, su horizonte artístico sea es esa segunda división, donde compiten a gran nivel. Tras 75 minutos en el escenario, dieron paso a los tres concursantes de Sona la Dipu: L'Home Brut, Periferia Norte y Twise, grupos semifinalistas que no superaron la indiferencia general en el transcurso de los 20 minutos de los que dispusieron para exhibir sus capacidades.

Con cerca de una hora de retraso, saltaron al escenario los catalanes de la Pegatina. A la una y veinte de la madrugada y ante un público que había crecido notablemente, pero sin llegar, ni mucho menos, al llenazo. Era gente con una media de edad muy inferior a la de la noche anterior con Los Secretos. Se volvía a palpar que los conciertos no son para los festeros. Tanto da que sean moros o cristianos. A esas horas de la noche los cuerpos demandaban baile, movimiento y fiesta. Y sobre el escenario estaba la horma de ese zapato, La Pegatina. Su agenda, repleta de conciertos, y sus millones de visionados en Youtube, empezando por Ahora o nunca, que da nombre a esta gira, dan fe y avalan a la formación. Su música mezcla géneros como la rumba, la rumba catalana y el ska, entre otros. Suficiente mecha explosiva. Quince años de grabaciones y tablas también constituyen garantía para erigirse en catalizadores de la mejor fiesta. Sus componentes: Adrià Salas, voz y guitarra; Rubén Sierra, voz y guitarra; Ovidi Díaz; cajón flamenco, percusión, ambientes y coros; Ferran Ibáñez, bajo y coros; Axel Magnani, trompeta y coros; Romain Renard, acordeón, voces y coros, y Sergi López, batería.

Un desastre. La «política para las personas» que predica el gobierno de Jorge Rodríguez no se refleja en según qué sitios, como en este concierto. A la hora de dotar de servicios básicos el lugar han debido pensar como el ínclito Albert Rivera, y han visto solo ontinyentins sanos y robustos. Se olvidaron de retretes para minusválidos y habilitar alguna pequeña tribuna que permitiera visualizar el escenario.