alas 5:30 de la madrugada sonaba el despertador. Tenía todo preparado, así que solo era subirme al coche. Syrah esta vez no me ha acompañado. Parió el día 21 de septiembre nueve preciosos labradores, color chocolate y hasta dentro de un par de meses no podrá venir conmigo. Una pena porque cazar sin perro no es lo mismo. Al llegar a Albacete empieza a llover con bastante intensidad. Se nota que era festivo en la Comunidad Valenciana. Había bastante tráfico en la carretera, algo inusual a estas horas de la madrugada. Muchos valencianos y alicantinos suben a La Mancha a cazar. A las 8 en punto llegaba a Ossa de Montiel. Genaro y su padre, Ramón, ya estaban allí. Tomamos algo en la barra y nos fuimos al coto.

Al no llevar perro, iba más rápido de lo normal. No es fácil seguir a Genaro. Las primeras horas fueron bastante tediosas. No tuve ocasión de efectuar ningún disparo, ni de ver caza. Una avutarda solitaria cruza el cielo. Es curioso cómo un ave de este tamaño y peso „los machos pueden llegar a pesar 18 kilos„ puede mantenerse en el aire como si nada. El monte está lleno de excrementos de venados. Fran, que iba delante con la furgoneta, vio romper varios ciervos cuando Genaro y yo entramos al monte. Al final decido irme a una loma, que me gusta mucho para el conejo y dejar a Genaro que siga su marcha. De camino me cruza uno, que venía corrido y lo tumbo de un certero disparo.

Un pegote de torcaces sobrevuela el cielo. Debían ir más de un centenar. Pruebo uno que iba un poco alto y le arranco las plumas traseras. Al torcaz hay que tirarle cuando se le ve el collarín. Esa es la distancia perfecta para efectuar el disparo y ser lo más efectivo posible en el lance. Al llegar a la loma, me vuela de debajo de una carrasca la primera perdiz de la mañana, pero no puedo tirarle. El bando no debería estar muy lejos. Efectivamente, cerca de donde voló veo un pequeño bando de perdices, apeonando. Arrancan en dirección a la laguna. Me fijo y me dirijo hacia dónde las vi echarse. De detrás de un montón de piedras de un labrado arranca una patirroja. Me sorprendió porque no esperaba dar con ellas tan rápido. Le disparo y cae echa una pelota. Ya dentro del cañet, me vuela la segunda. Me fijo donde cae porque la zona es muy espesa y es muy fácil perder caza. Tras dar un par de vueltas, batiendo la zona, doy con ella. Allí estaba, patas arriba.

El día empezaba a animarse. De la orilla de la laguna, aunque muy larga, veo volar una becacina que se echa al agua. Espectacular el vuelo zigzagueante de esta pequeña ave de pico largo y puntiagudo, como su hermana mayor la becada. Continuo rodando la laguna por si veo alguna codorniz. Me quedé con ganas de colgarme alguna más en la media veda.

Antes de subir y coger el linde de Navalcaballo, me arranca una codorniz de los morros y fallo estrepitosamente. Voló como si llevara un cohete en el culo. Salgo de la laguna y me dirijo a Navalcaballo. Vuela una perdiz. Me coloco mal la escopeta, el segundo tiro no sé ni donde va. El bando se dispersa. De las carrascas vuelan algunos torcaces. Continuó por el linde en dirección al coche. Llevaba más de tres horas caminando y las piernas empezaban a flojear. Cazo con una paralela, que como todas las escopetas yuxtapuestas es muy pesada. Estoy planteándome cazar con una del calibre 20. Igual de efectivas y más livianas, lo cual, es muy de agradecer cuando llevas muchas horas en el monte con el arma a cuestas. Me separo un poco del linde y de detrás de un majano, arranca otra perdiz. Le zumbo los dos tiros y la abato. Era una perdiz joven de esta temporada. Hay perdices que han salido algo más retrasadas en una segunda puesta y todavía les faltan un par de semanas. Pero, claro, cuando vuelan, no sabes si es una perdiz ya hecha o un pollo.

Cuando llego al coche ya estaba Genaro esperándome con su padre. Hizo una buena percha: dosperdices, cuatro conejos, una liebre y una torcaz. Tomo un bocado rápido y aún doy una última vuelta por encima del barranco. Aún pude tirar a un conejo y un torcaz. Las nubes anuncian tormenta; el cielo empieza a negrear. Los relámpagos se oyen de fondo. El campo está precioso con esa mezcla de colores y olores. Al llegar a Ossa de Montiel empieza a caer una buena tromba de agua.