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BIBLIOTECA DE FAMILIAS

Una campaña pro apertura del asilo de Sant Antoni

Una campaña pro apertura del asilo de Sant Antoni

Muchos setabenses apoyan la campaña de recogida de firmas que se está realizando para conseguir que las autoridades se planteen la posibilidad de reabrir el Asilo de Sant Antoni. Quieren llevarlo por lo menos a debate en el salón de plenos del Ayuntamiento de Xàtiva. Su repentino cierre ha supuesto una merma en los servicios de atención a mayores. No es un problema de la calidad de los servicios sociales ni de las residencias que tenemos. Se agradece el magnífico trabajo que realizan y el servicio que prestan. No es un problema cualitativo, sino cuantitativo. Ante la ingente demanda, se hace necesaria aumentar la oferta, o al menos trabajar por no reducir la existente.

La actual deficitaria coyuntura de instituciones para la Tercera Edad o Vida se convertirá con el paso del tiempo en un problema estructural sino le ponemos remedio. El envejecimiento de la población crece inexorablemente, vivimos tiempos de regresión demográfica, sin unas tasas de fecundidad suficientes para asegurar el relevo generacional. No hay gente joven, y encima vivimos un récord de rupturas matrimoniales, que multiplican las familias monoparentales o reconstruidas, al igual que el incremento de índices de soltería está ocasionando una drástica reducción de los nacimientos. En un futuro no muy lejano, muchos ancianos, no tendrán familia que les cuide. Y si llegan los achaques, la imposibilidad de subsistir en soledad, llevará a la necesidad de solicitar servicios especializados.

El problema de la coyuntura deficitaria se agravó en Xàtiva con el repentino cierre del Asilo de Sant Antoni de la calle Caputxins. Se perdió una importante infraestructura que daba acogida a muchos ancianos sin recursos. Por diversas causas la Orden inspirada en los postulados de Teresa Jornet Ibars echó el cierre por falta de vocaciones y facilidades para adaptarse a nuevas normativas. Ello ha generado una mayor presión sobre los recursos existentes, y provocado la emigración forzada de residentes a otras ciudades en las que no tienen ningún arraigo.

Ver todo el edificio cerrado en espera de que el paso del tiempo lo deteriore, ha despertado cierta indignación, y generado un agravio comparativo en nombre de la utilidad social. Si se compra Santa Clara, ¿por qué no se hace lo mismo con el Asilo de Sant Antoni?. ¿Por qué no se transforma en la primera residencia pública de Xàtiva? O en la tercera privada. O una concertada a caballo entre ambas modalidades de gestión. No sé, el caso es que preste servicio, y dote de mayor bienestar a la ciudadanía.

Si observamos el oráculo de la historia, siempre hubo colaboración entre instituciones públicas y religiosas para intentar paliar los problemas generados por los segmentos de población que no podían ganarse la vida con el trabajo. Fueron huérfanos, viudas y ancianos. A la imposibilidad de ganarse el sustento, añadían la falta de apoyos familiares. Aquella ayuda llegó en forma de caridad practicada por los numerosos conventos que existían en Xàtiva. Se acompañaba de una gran institución de pobres de capital público, llamada la Casa de la Misericordia, que se abrió en la calle del Ángel, y que, tras los procesos de exclaustración, fue convertida en Casa de la Beneficencia. Para su gestión, se firmó un convenio por parte de la administración con las Hermanas de la Caridad, que se especializaron en la atención a niños. Se ubicó en unos de los conventos desamortizados, para sustituir la religiosidad contemplativa, por aquella que fuera útil a la sociedad, en forma de atención gratuita al necesitado.

Y se completaba la ayuda, cediendo el ayuntamiento propiedades para crear una red de hospicios que daban techo a viudas, y por último, se atrajo a las religiosas especializadas en atender a ancianos desamparados, que cumplían por estas fechas 140 años de servicio. Lo que funcionó durante siglos, ¿cómo es posible que en parte se haya finiquitado de forma tan fulminante cuando existe una infraestructura relativamente moderna que funcionaba bien? ¿Tan difícil es en nuestro presente que colaboren como lo han venido haciendo durante siglos?

De toda crisis, nace una nueva oportunidad. Barruntamos una reapertura con signos de modernidad. El estereotipo del abuelo actual se rompe con la generación más longeva de la historia, la de los hijos de la explosión demográfica acaecida a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta. Los futuros ancianos no van a ser como los de antes. En España, los mayores de 65 años representan una cuarta parte de la población, y cuando se cumplen, se espera que vivan de media otros 25 más. Con estos datos, no sólo peligra el sistema de pensiones tal y como lo conocemos, sino que además se van a quintuplicar los ancianos que viven solos, y que van a necesitar de ayuda para poder vivir con dignidad.

Las residencias al uso sólo tendrán éxito para los que carezcan de familia, no tengan recursos, o no puedan valerse por si mismos, o las tres cosas a la vez. Sin una pensión adecuada, necesitarán de instituciones públicas, para afrontar de la mejor forma posible el fin de la existencia. Pero, para muchos, una tele, una mesa de juegos, y una tabla de ejercicios no será suficiente. Ni tampoco estarán dispuestos a entretenerse mirando obras o paseando a los nietos, como si fueran sus hijos, en los casos que la salud lo permita.

Una buena parte de los que inicien la generación dorada van a entrar en condiciones de plenitud física e intelectual para querer iniciar una Tercera Vida. Demandarán todo tipo de actividades deportivas, intelectuales, o de ocio, porque llegarán al final de la existencia con un nivel cultural mucho más alto, y menos machacados por haber disfrutado de un nivel de bienestar muchísimo mayor que sus padres. Y como ya está pasando, se llega con fuerza para participar en proyectos reivindicativos, al haber sido hijos del tardofranquismo y la Transición. En suma, van a demandar una nueva realidad donde la muerte ya no se afronta desde el miedo y la fatalidad sino con la alegría de vivir con intensidad hasta el último minuto de la existencia. Por ello, se mueven para recoger firmas, y conseguir la reapertura del Asilo de Sant Antoni, y a ser posible lo haga siguiendo un nuevo concepto de asistencia geriátrica más en consonancia con la evolución de las nuevas generaciones de ancianos.

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