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DIMARTS MERCAT

ladrones de guante negro

ladrones de guante negro

Roban a manos llenas. Llevan guantes negros como los malhechores de antes. Atracan al más pintado y sin vergüenza se vanaglorian de ello. Mientras la muerte rondaba y atacaba con toda su crudeza a mujeres, hombres, niños y ancianos, ellos se forraban los bolsillos con billetes de 500 de esos que van de banco en banco para no dejar huellas, mientras su destino está marcado en forma de relojes de lujo, yates, coches de alta gama y juergas nocturnas y diurnas con amiguetes del alma.

Son los ladrones de nueva cepa, los hijos de papá y mamá que posan en plan chulos de playa y nuevos machotes, que buscan la portada de cualquier revista de papel cuché para que no les falte el cubata de watensi, la ginebra más cara del mundo cuya botella cuesta 2.700 euros. Calderilla para sus bolsillos. Ladrones sin escrúpulos que no dudan en meter la mano en los cajones de todos los contribuyentes y que luego culpan a las fiscalías de ser «demasiado de izquierdas» y de perseguirles por unos cuantos millones de euros robados. Su cara dura es tan grande que el blanqueo es casi instantáneo, casi tan rápido como la muerte por Covid que hacía acto de presencia mientras ellos miraban con gozo sus transferencias manchadas en forma de mascarillas y guantes defectuosos. No importa nada. Son ladrones de guantes negros que por una llamada telefónica o un correo electrónico se vuelven millonarios en apenas unas horas. Millonarios que ríen a carcajadas el robo de dinero público sabedores de que poco o nada les ocurrirá. Que les embargarán sus bienes pero se los devolverán en pocos meses si tienen un despacho de abogados de esos buenos que todo lo ganan. ¿Y quién repone el dinero? ¿Aparte de los ladrones no hay responsables políticos?

Verdaderamente alucinante e incomprensible que estos responsables aleguen desconocimiento en el precio de las cosas. Ya lo vimos en el caso Taula de la Diputació de València. Mientras hay dinero se puede pagar de todo. Poco importa que los sacapuntas valgan 50 céntimos en la tienda del barrio, pero se paguen por ellos 2 euros. Lo que sobra para la panza de los metemano. Eso es. Fuerte y con ganas a ver quién roba más y quién se compra el chalet más grande allá por Torrevieja.

Las acciones delictivas en este país se están convirtiendo en unas acciones demasiado repetidas. La Audiencia Nacional acaba de condenar a 23 manos negras por robar y repartirse el botín en el caso Gürtel. Poco importa que el caso haya cumplido 20 años y los de ahora (los responsables del partido) aleguen desconocimiento de causa. Ellos también chuparon de la teta de la mamá dinero público. Es la excusa del mal pagador, ya que continuaran apareciendo ladrones que roban nuestros impuestos y van sueltos por la calle. Los PPP (perros potencialmente peligrosos) no tienen tanto peligro como estos personajes que no se cortaron ni se cortan un pelo a la hora de engrandecerse de sus acciones delictivas, mofándose además, de que robar es fácil, tan fácil como salir de la cárcel en el mínimo tiempo establecido para ir corriendo en busca del botín de los malvados que lo guardan a buen recaudo. Quitarse las pulgas de encima alegando que nada tienen que ver los de antes con los de ahora, se rompe en el momento en que alguno de los de ahora, se aprovechan de los contactos con los de antes para volver a meter la mano.

Que mire usted, repito, que es tan fácil que hasta el más tonto sabe como hacerlo: un acceso, un contacto, un amigo, una llamada, un correo, un «vamos a medias» y una falta de escrúpulos, abren las puertas a Alí Babá y los cuarenta ladrones, a los que no les hace falta ni ganzúas ni antifaces. Únicamente unos guantes negros, un traje prestado de esos de alfombra roja, una pajarita de truhán y de señor, y el atraco está servido en bandeja de plata. Ya solo queda disimular la sonrisa de patriota serio y servicial y no dejarse intimidar por sentimientos y remordimientos. Que todo vale para un yate y unos cuantos coches con relojes de lujo.

Eso sí, los guantes que no se manchen de blanco o el plan no tendrá sentido. Hay demasiado asco en esta acciones como para lucirlos limpios e impolutos.

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