José Ricardo Seguí, Valencia

-¿Por qué se hizo promotor de jazz cuando ya tenía un buen trabajo como inspector médico?

-Por afición. Tuve la suerte de hacer amistad con los miembros del Colectivo Valencia Jazz en 1976 cuando comenzaron a trabajar en el pub Barro y después los llevé a aquel local que se llamaba Tres Tristes Tigres. Un día me ofrecieron un concierto de Bill Evans y dije que sí. Con lo que gané de mis dos primeros salarios como médico me la jugué. Pero a Bill Evans me lo cambiaron por Stan Getz. Fue un éxito. Luego pude traer a Bill Evans al teatro Principal y acudieron mil personas cuando en Barcelona y Madrid sólo habían asistido doscientas. Así que continué. El jazz es una pasión.

-¿Cómo es el mundo del jazz?

-Muy intenso porque los músicos de jazz son vocacionales y muy entregados. Lo que sucede en el jazz es lo mismo que en el resto de parcelas relacionadas con la cultura: no siempre el que tiene más talento sale adelante, sino el que mejor sabe venderse.

-¿Hay una cara oculta del jazz?

-Su única leyenda negra es que, lamentablemente, los mejores no siempre se han llevado el gato al agua en una música que parecía creada para que sólo los mejores triunfaran. Pero, como en todo, siempre acaban triunfando aquellos que han sabido buscarse mejor la vida.

-¿El jazz es negocio?

-No sólo no es negocio sino que diría que es ruinoso. Pero a mí me ha permitido poder organizar todo tipo de espectáculos. La primera vez que el jazz pasó de hobby a profesión diversifiqué mis propuestas. Opté por la música latina y representé a Celia Cruz, Tito Puente o Rubén Blades. Luego entré en el terreno de los brasileños o la música étnica. Y también he podido hacer algunos de los grandes del rock de mi época que nadie programa como Steve Windwood, Al Kooper, Still and Nash.

-¿Todas las músicas han de vivir de la subvención, como ocurre con la ópera o la clásica?

-Sin ayuda institucional es muy difícil cubrir los costes de muchos espectáculos. El jazz se ha convertido actualmente en una música clásica, como lo es el rock, pero ojo, no hablo del pop sino del rock, que ya es una música clásica. El rock se ha hecho antiguo.

-¿Me está diciendo que ser promotor de jazz es un riesgo?

-Por supuesto. El jazz es algo vocacional.

-¿Y sabiendo los riesgos del mundo del espectáculo cómo se mete también a producir películas o discos?

-Cuando uno se mete en este negocio quiere saber hacer de todo y realizarse como ser humano. En mi caso, todo lo que me ha dado la música lo he invertido en ella. He producido hasta ópera, un espectáculo de Michael Nyman que costó una fortuna pero que me permitió conocer cómo se monta un espectáculo de ópera. Lo que siempre he buscado es conocer esta profesión en profundidad y hacer lo que quiero. Y en discos, empecé con Michel Camilo y he producido a Veneno o participé en Calle 54 por la que nos nominaron a los Grammy.

-¿Qué es lo que no le gusta del mundo del espectáculo?

-Me dedique a la música porque pensaba que me iba a dar más satisfacciones que la medicina. Pero muy pronto descubrí que en la música, como en cualquier otra profesión, no está el que de verdad ama la música. Entras en una multinacional donde trabajan doscientas personas y te das cuenta que la mitad trabajaría en otra cosa pero en ese momento les toca estar allí.

-Lo más extraño de su caso es que, además, ha logrado mantener su negocio desde Valencia

-No es tan difícil.

-Pero quizás le iría mejor si estuviera en Madrid o en Barcelona.

-No sólo eso sino que también he sufrido traiciones en Valencia; gente a la que le he dado todo y luego me ha abandonado.

-¿El mundo del espectáculo es cainita?

-Totalmente.

-¿Hasta qué extremo?

-Hasta el que quiera. Un ejemplo: no conozco a nadie que me haya querido más que Pat Metheny. Le he oído decir a otra artista que de mayor le gustaría ser como yo. Y de pronto, después de estar trabajando con él 15 años, recibo un e-mail donde afirma que no estoy preparado para trabajar a su altura. Fuí yo quien le introduje en España. Ahora no le va tan bien por aquí.

-¿Como resumiría sus experiencias con las discográficas y las empresas cinematográficas?

-Horrorosas, porque vives en Valencia, viajas a Madrid y luego si pueden te engañan. Y encima no te puedes quejar. Sólo he trabajado con una empresa profesional que fue la de Andrés Vicente Gómez y Fernando Trueba, con los que rodé Calle 54. Este negocio está lleno de aprovechados, pero esa es la propia condición humana. En este negocio todos somos francotiradores.

-¿Qué diferencia hay entre un artista detrás y delante del escenario?

-Los grandes artistas son seres humildes.

-¿Me puede dar algunos ejemplos?

-Dizzy Gillespie, Sonny Rollins, Celia Cruz, Dexter Gordon. Miles Davies no daba ningún problema pese a que todos le temían y Ornette Coleman vive retirado pese a que es un genio. Sonny Rollins es el único artista que he visto irse de un escenario porque salió a tocar y le habían tapado el saxo con un trapo. Cuando vio que aquello no sonaba bien y la gente se río dio la vuelta y desapareció. Pero es una bellísima persona.

-¿Y a la inversa?

-Esos son los que se creen grandes estrellas y que lo merecen todo o aquellos que creen que el mundo no es suficiente para ellos. Por ejemplo: Michel Camilo, Stan Getz o Bono, que habla de las desigualdades y cobra en paraísos fiscales. Una vez hice una gira con Getz y se me presentó con una camiseta que decía "Soy un esclavo". Le pregunte por qué se había puesto ese letrero. Y me contestó que él era un esclavo porque trabaja para nosotros. Y él, al mismo tiempo, era un dictador, un tipo algo malvado con los que le rodeaban.

-¿Quien es el artista mas difícil con el que ha trabajado?

-Keith Jarret es un artista difícil y ahora muy caro, como lo es también Charlie Haden, pero aunque son complicados no lo son tanto como las estrellas del pop, donde a todo el mundo le pasa algo. Keith Jarret es muy difícil ahora contratarlo porque él llega a Europa con su familia en verano, se establece en Niza y desde allí sale cada día para actuar en una ciudad europea y volver una vez acabado el concierto. Sus giras son contadas.

-¿No cree que en el jazz comienza a tener un excesivo protagonismo el marketing. Pongo como ejemplo a Diana Krall que ya graba hasta discos de villancicos y la puedes encontrar en cualquier discoteca privada?

-Diana Krall ya no es una artista de jazz porque ella misma ha ido buscando el otro terreno. La industria aún tiene pánico a la palabra jazz porque económicamente es maldito. Para la gente de la industria el jazz es anticomercial. De hecho sólo quedan dos grandes grupos discográficos. El jazz se ha hecho popular a niveles locales y en Estados Unidos es incluso anticomercial.

-¿En qué ha cambiado en los últimos treinta años?

-Bueno, el jazz no es que venda muchos discos. Los propios artistas han comenzado a vender sus discos tras las actuaciones y además los firman para poder vender aún más. Por ello el mundo del jazz se ha convertido en el del directo más absoluto. La gente tiene que tocar para sobrevivir. Antes aún podías contemporizar, ahora no.

-Bueno, es que se acerca el final del disco.

-Yo lo veo incluso hasta positivo porque va a desparecer el producto y ya no podrán manipular al público. Todo quedará abierto al talento. Esa es mi impresión. En diez o quince años vamos a ver aparecer veinte treinta artistas de mucho nivel que no serán mitos como lo son ahora o productos del marketing porque los ídolos que ahora nos venden son mentira.

-¿Hacia dónde va el mundo del espectáculo?

-Hacia la calidad. En un futuro, sólo el que tenga un buen directo crecerá. El mercado discográfico tiende a desaparecer.

-¿Qué le falta a Valencia para que se su Festival de Jazz se consolide entre los grandes?

-Toda mi vida he creído que Valencia, por su situación geográfica, tarde o temprano iba a tener un gran festival. Pese a las dificultades continúo pensando de forma positiva en todo. Y ahora estoy pensando, por ejemplo, en un proyecto como la Torre de Berkley. Si se hace bien puede ser la bomba porque supondrá tener aquí 200 o 300 estudiantes de muchísimo nivel y a nuestro alcance. Este hecho puede cambiar el sentido de la música en directo en la ciudad. Valencia siempre ha tenido una actividad musical muy rica, aunque a su escala. Los conservatorios funcionan. Esta es una ciudad que vive la música pero que todavía necesita prestar algo más de atención a la cultura musical.

-Este año el cartel del festival tiene un nivel comparable al de cualquier gran ciudad del mundo. Así que se la juega de nuevo.

-Sí, pero el hecho de que festival sea importante no sólo lo dan los nombres sino que es una responsabilidad de todos. Y no olvidemos que el público es lo importante. Lo único que he pedido es la suficiente ayuda para que se pueda ver lo mejor. Vamos consiguiendo algo. Tenemos un festival grande y con nombres, pero si nos comparamos con el dinero que tiene Vitoria o San Sebastian... También nos falta tejido cultural. Hemos perdido las referencias sobre quién aconseja a quién. Falta gente preparada que ayude al espectador a elegir. Además, generalmente aquí se politiza todo y eso no debería pasar en la música.

-¿Cómo ha conseguido recuperar a un hombre como Johnny Winter que estaba retirado?

-Y abandonado. Está ciego. Y lo estaban engañando. Él ni sabía que estaba tocando en directo cuando lo hacía. Creía que lo hacía para los amigos. Lo he puesto en marcha animándole y aunque actúa sentado está pletórico

-¿Por qué nunca se ha atrevido con el pop?

-Porque lo primero que hay que tener en este negocio es sentido económico. No tiene lógica pagar millonadas por un artista que lo único que hace es que te la juegues y además te lo complica todo. Las grandes estrellas actuales del espectáculo me parece horrorosas. Madonna es una artista dedicada al baile, carísima y sin músicos de nivel; los Rolling Stones llevan 30 años sin crear nada nuevo; U2 no ha hecho nunca una canción con una melodía interesante y además no me creo la historia de que Bono está aquí para salvar el mundo cuando cobra sus caches en paraísos y Sprinsgteen es sólo bronca desde que empieza a tocar hasta que acaba.

-¿La competencia es leal?

-Aquí no hay ningún tipo de guerra. Cada uno hacemos lo que podemos. La competencia en Valencia no es significativa.

-¿El publico valenciano es más o menos agradecido?

-Sabe lo que va a ver, luego es agradecido. Y además es exigente. No somos muchos los que vamos a los conciertos, pero el que va no se equivoca. El público es auténtico.

-¿Me podría recomendar un un artista de futuro?

-Avishai Cohen. Un tipo israelí que hace world music desde Israel o Jason Moran, un pianista de escuela clásica. Y me gusta mucho el camino que ha emprendido el flamenco.

-Y ahora dígame un artista desaprovechado.

-Kiko Veneno. Creo que es el mejor artista de todos los tiempos.

-¿Con quién le gustaría poder trabajar?

-Con Paul McCartney. Y no lo descarto. Estoy hablando con él porque el año que viene sale de gira. Músicos de jazz no me queda ninguno de los grandes por hacer. Y me gustaría traer músicos de cine. Hay muchos y muy buenos. Es la música más desconocida y está repleta de grandes artistas.

-Hemos hablado de nombres del jazz internacional pero no ha bajado a la arena local.

-El jazz en Valencia está mejor de lo que parece. Siempre ha estado a la vanguardia en España y ha tenido y tiene a los mejores músicos. Hay mucho talento. Joan Soler tiene talento, Perico Sambeat tiene un disco a punto de salir maravilloso y mucha sabiduría como compositor; Carlos Gonzálbez, Albert Sanz, Fabio Miano, Ramón Cardo, David Pastor...Todos son jóvenes y tienen talento. No hay muchas ciudades con este nivel ni con tantos nombres de primera fila.